Descubriendo la ciudad de Moscú y su gastronomía
Descomunal y con tendencia al gigantismo arquitectónico; llena de energía, positiva y oscura; refinada y hortera a la vez, Moscú es apabullante en todos los sentidos. Tras un concienzudo lavado de cara en los últimos años, la fabulosamente ecléctica capital rusa recuerda, por un lado, a los rincones más hipsters de Brooklyn y, por otro, a la versión lustrosa de Corea del Norte.
Las últimas aventuras políticas de Rusia han generado una avalancha de titulares negativos y han tenido un efecto adverso en el turismo. Moscú, un destino antes prohibitivamente caro, hoy es de lo más asequible gracias a que el rublo ha perdido a la mitad de su valor. También es una ciudad segura y organizada, en la cual los esfuerzos para que el entorno urbano sea más habitable dan sus frutos, y son muy visibles. Diez años atrás parecería chocante que alguien dijera que la gastronomía moscovita era su principal baza, y ahora no podría ser más cierto. El panorama culinario local ha vivido una revolución que satisfaría al mismísimo Gargantúa, pero quizá no a Lenin.
Café del Dr Zhivago con vistas al Kremlin, Moscú © www.drzhivago.ru
La visita puede empezar con vistas a los muros del Kremlin en Dr. Zhivago, que hoy ocupa un histórico café en la primera planta del National Hotel. A lo mejor el héroe literario de Boris Pasternak no apreciaría la sutil nostalgia soviética que emana este lugar, pero disfrutaría con la traviesa ironía que transmiten su diseño y su ambiente.
Estatuas de jóvenes pioneras, con los ojos vendados por corbatas rojas, miran hacia las mesas decoradas con claveles rojos frescos, como los que los ancianos depositan en el vecino mausoleo de Lenin. Vitrales que reproducen pinturas de Kazimir Malevich adornan las paredes, y los techos están decorados con mosaicos de la era soviética, en los cuales jóvenes entusiastas contemplan el cielo confiados, simbolizando el futuro comunista. El chef ha realzado la carta de las clásicas cantinas de los campamentos de pioneros al nivel de la alta cocina, con una selección de gachas, panqueques, varenyky (empanadillas) ucranianas y tartas de queso de cuajada preparados con maestría.
Scramble, Moscú © Leonid Ragozin / Lonely Planet
Dr. Zhivago es el punto de partida perfecto para pasar el día explorando los tesoros artísticos y arquitectónicos del Kremlin. Pero si al viajero no le interesa el estilo kitsch retro-soviético, el elegante barrio de Patriarshiye Prudy (conocido como Patriki) cuenta con un montón de sitios sencillos y agradables que recuerdan a lugares de Brooklyn, como Scramble, que sirve una variedad de tortillas y gofres belgas. Cada rinconcito de Patriki alude a la novela El maestro y Margarita, de Mikhail Bulgakov, así que nadie se sorprenda si un gato negro de tamaño humano se sienta en la mesa de al lado y pide un chocolate a la menta con malvavisco.
El obed (el almuerzo) ha sido tradicionalmente la principal comida del día, así que hasta hace poco era muy difícil encontrar un sitio donde tomar un tentempié rápido –y saludable– sin perder mucho tiempo. Pero ya no es así, ahora la ciudad se llena de pequeños delis y locales modernos de comida rápida. En Voronezh sirven ricos sándwiches de pastrami y hamburguesas, que van muy bien con el refresco de la casa, a base de remolacha y rábano picante, que sabe mejor de lo que parece. Para disfrutar de platos rusos típicos se puede ir a Lepim i Varim, donde artistas de las empanadillas muestran sus habilidades en una cocina abierta. Ambos locales están en el centro, cerca del Teatro Bolshói y de la plaza Pushkin.
Fedya, dich!, Moscú © Leonid Ragozin / Lonely Planet
Más lejos, el mercado Danilovsky es toda una tentación gastronómica, con una docena de restaurantes que sirven desde sopa pho vietnamita y kurze (empanadillas) de Daguestán hasta musaka griega y pasta italiana artesanal. Junto a él, Fedya, dich!, inspirado en la taiga, sirve tartars de pescado siberiano y platos principales de carne de jabalí y ciervo.
Lo singular de los restaurantes moscovitas es que abarcan las cocinas de las antiguas repúblicas soviéticas, de las cuales la de Georgia y la de Uzbekistán son excelentes, a pesar de estar infrarrepresentadas en occidente. Hay un montón de locales que sirven ese tipo de comida en Moscú. Para un decente plov (arroz y cordero uzbeko) y kebabs, se puede ir a Kazanbar, en Tsvetnoy Boulevard.
Sakhli, Moscú © www.sahli.ru
Khachapuri es un pequeño gran restaurante georgiano que sirve platos típicos adaptados al turismo; ideal para almorzar. Pero para comer auténticos khachapuri (pastelitos rellenos de queso), khinkali (empanadillas) y shashlik, hay que ir a un sitio con clase como Sakhli, que es ideal para cenar. Y esto es así porque la comida georgiana no tiene sentido sin el vino georgiano: es totalmente diferente a todo lo que el viajero haya probado jamás porque se elabora con uvas endémicas del Cáucaso.
Antes de salir a cenar es buena idea ir a tomar una copa a Timeout Bar, en la torre del Peking Hotel, con excelentes vistas del centro de Moscú. Los cócteles de la casa, con savia de abedul, son tan recomendables como el pescado koryushka frito, un plato típico que es sinónimo de San Petersburgo, la que fuera capital imperial de Rusia y archirrival de Moscú. Sin embargo, el mejor restaurante con vistas, en nuestra opinión, es Darbar, en la última planta del Sputnik Hotel. La excelente comida india, cuya calidad, confirmada por los expatriados indios, convence a los clientes, se acompaña por las amplias vistas del río Moscova y la colina de los gorriones.
Café Pushkin, Moscú © www.cafe-pushkin.ru
Si el viajero desea que su cena sea una experiencia auténticamente rusa y sofisticada, que vaya al genuino Café Pushkin. Es caro y lleva muchos años en activo, pero su carta es como una enciclopedia de platos típicos rusos, desde la ternera stroganoff y el pollo Kiev hasta blinis (tortitas) y pelmeni (empanadillas).
Para los que busquen un ambiente más moderno, Delicatessen sigue siendo el laboratorio gastronómico más revolucionario de la ciudad, famoso por sus experimentos osados con todo tipo de ingredientes y estilos de cocina que sus viajados propietarios importan de lugares lejanos. Quien quiera mantener la compostura para el día siguiente, debe tener cuidado con el armario de madera de detrás de la barra, que tiene los estantes llenos de nastoyki (licores afrutados). Si no le importa, puede lanzarse al abismo directamente; al fin y al cabo, no hay mejor sitio para beber una copa de más que Moscú.
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