El estado de Bahía, Best in Travel 2018
Es fácil ver por qué los brasileños apodaron Bahía “a terra da felicidade” (la tierra de la felicidad). Este estado del noreste, con su costa bañada por el sol, es un paraíso tropical; y Salvador, su capital, alberga uno de los más grandes carnavales del mundo.
Bahía es mucho más que sol, arena y fiestas en la calle: desde el s. XVI fue un epicentro del tráfico de esclavos. Cuatro millones de esclavos africanos llegaron a las Américas a través de Brasil; y 1,5 millones de ellos lo hicieron a través de Salvador, desde donde fueron enviados a trabajar a plantaciones de azúcar cercanas. Un vistazo al escudo de armas oficial de Bahía, adornado con el lema en latín per ardua surgo (“me alzaré ante la adversidad”) apunta a esta parte de la historia de Brasil.
Hoy Bahía es una tierra de contrastes empapada en tradiciones culturales africanas. Para experimentar como es debido la colorida capital del afro-Brasil hay que hacer como los lugareños: abrazar el presente y disfrutar de la playa, pero sin olvidar nunca el pasado, incluso cuando la fiesta se halla en pleno apogeo.
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Ver 'capoeira' en acción
Capoeira –una forma de arte excepcionalmente afrobrasileña que combina artes marciales y danza– nació en los abarrotados barrios de esclavos de las plantaciones de azúcar de Bahía. Allí, bajo la protección de la noche, los esclavos practicaban la autodefensa. Para disimular su entrenamiento físico ante sus amos, incorporaron acrobacias y danzas a los ejercicios, al ritmo de sencillos instrumentos de percusión.
A principios del s. XX la esclavitud se ilegalizó, y un par de maestros de capoeira convirtieron aquella disciplina en una forma de arte en dos escuelas distintas. Uno de aquellos capoeiristas, el mítico Mestre Bimba, actuó ante el presidente de Brasil en 1928; y el resto es historia. Hoy es posible ver capoeira en las calles, en rodas (ruedas) de capoeira en la playa y, sobre todo, en las academias tradicionales de capoeira de Pelourinho, el centro histórico de Salvador, reconocido por la UNESCO. Se puede echar un vistazo en la Associação de Capoeira Mestre Bimba, la escuela de capoeira más antigua del mundo, y ver cómo se entrenan los maestros o apuntarse a una clase práctica.
Probar la comida de calle afrobrasileña
Solo hay que buscar una columna de vapor, siempre indica donde hay un puesto o un carrito de comida en las calles o las playas. Atendidos por baianas –mujeres de Bahía ataviadas con vestidos blancos de encaje tradicionales, pañuelos en la cabeza y bisutería colorida– sirven tentempiés de inspiración africana. El más típico de todos ellos es el acarajé, un buñuelo de puré de alubias de careta.
En el recipiente humea un aceite caliente, el dendê, un aceite de palma fuerte cultivado originalmente en África que es un ingrediente esencial de la cocina bahiana. Es la base de un montón de platos que el viajero querrá probar, como la moqueca (un rico guiso de marisco con tomate y ajo). Combina bien con una caipirinha, el cóctel nacional de Brasil, elaborado con lima, azúcar y cachaça, un aguardiente parecido al ron hecho con caña de azúcar. En Salvador existen distintas variaciones de la caipirinha clásica que incorporan frutas coloridas como la sandía o la fruta de la pasión.
Asistir a una actuación del Balé Folclorico
Conviene comprar las entradas con tiempo: el Balé Folclórico da Bahia, de fama mundial, ofrece un espectáculo inolvidable en el Teatro Miguel Santana. No tiene nada que ver con cualquier ballet que el viajero haya visto antes. La actuación incluye docenas de músicos, bailarines y cantantes que ofrecen un repertorio tradicional de ‘danzas de esclavos’, capoeira, samba y danzas ceremoniales asociadas al candomblé, un culto religioso del Brasil africano. Es todo un espectáculo visual, con bailarines del fuego que se contonean y ágiles capoeiristas moviéndose al ritmo de las campanas, tambores e instrumentos de percusión africana tradicionales, y una práctica visión general de la historia y la cultura bahiana.
Escuchar música en directo
No es difícil dar con música afro-brasileña: es la banda sonora de Bahía. En Salvador la vida cotidiana parece moverse al ritmo de instrumentos de percusión tradicionales como el berimbau (un instrumento en forma de arco que se usa en la capoeira), el atabaque (un tambor alto de madera) y el agogô (una campana alargada).
Las noches de los martes se puede ir a Pelourinho para ver una impactante actuación de Olodum, el legendario grupo percusionista africano fundado en 1979 (que apareció en el vídeo de la canción They Don’t Care About Us, el himno protesta de Michael Jackson, dirigido por Spike Lee en 1995).
Después es buena idea pasar por el taller de Mestre Lua Rasta, maestro de capoeira, músico, artesano y experto en instrumentos de percusión afrobrasileña. Mestre Lua Rasta curte cuero y recolecta madera en una isla al otro lado de la bahía para construir, en su taller, instrumentos bellos y únicos que están a la venta; también ofrece clases de percusión.
Unirse a la fiesta, sea cual sea
Por detrás del de Río de Janeiro en cuanto a dimensiones, el Carnaval de Salvador (o Carnaval de Bahía) atrae a más de dos millones de juerguistas durante la semana anterior al Miércoles de Ceniza. En Bahía, las celebraciones giran en torno a la música, los desfiles de blocos afros (grupos de percusión) y los trios elétricos (camiones o carrozas con equipos de sonido y escenarios para actuaciones en directo) que avanzan lentamente por las calles atestadas de gente con ganas de fiesta.
Si el viaje no coincide con el Carnaval de Bahía, no pasa nada. Hay festivales muy alegres todo el año, y las celebraciones vinculadas al candomblé son especialmente divertidas y fascinantes. El 2 de febrero, por ejemplo, es la Festa de Iemanjá, un festival en honor a la diosa afrobrasileña de las mujeres y el mar. Un millón de personas vestidas de blanco recorren la ciudad en procesión antes de lanzar flores al mar a modo de ofrenda, y después la ceremonia estalla en una enorme fiesta callejera.