Rumbo al salvaje sur de Costa Rica

© Sam Camp / Getty Images
Bahía Drake, Península de Osa, Costa Rica

Selva, surf, aventuras y playas vírgenes

Incluso en la civilizada y turística Costa Rica quedan muchísimos rincones salvajes y poco frecuentados. El sur del país y la península de Osa son el escenario perfecto para aventuras, con senderos selváticos poblados por jaguares y zonas vírgenes que ofrecen una de las mayores riquezas biológicas del mundo. 

Desde las frías alturas del cerro Chirripó (3820 m) hasta las húmedas y calurosas junglas costeras de la península de Osa, el sur de Costa Rica esconde algunos de los rincones menos explorados y urbanizados del país. Hay grandes extensiones de tierra intactas en el Parque Internacional La Amistad y las culturas indígenas más relevantes del país (bri-bri, cabécar, boruca y ngobe) aún viven al modo tradicional en sus remotas reservas.

Se pueden también avistar quetzales en San Gerardo de Dota, y guacamayos macaos en la zona costera, y el Parque Nacional Corcovado ofrece la rara oportunidad de espiar a los tapires dormidos.

Por su parte, en las escarpadas costas del golfo Dulce y la península de Osa esperan solitarias playas dondepracticar el surf y explorar territorios agrestes. Esta es una tierra para viajeros intrépidos que buscan algo verdaderamente salvaje. 

1. Caminar por el bosque del Parque Nacional Corcovado

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Parque Nacional Corcovado, Costa Rica © Sam Camp / Getty Images
 Parque Nacional Corcovado, Costa Rica © Sam Camp / Getty Images

Este parque nacional ocupa más del 40% de la península de Osa y es el último espacio de selva tropical original que se conserva en el litoral Pacífico de Centroamérica. Bastión de biodiversidad, alberga la mitad de las especies de Costa Rica, incluida la mayor población de guacamayos macaos, además de muchas otras especies amenazadas como el tapir de Baird, el oso hormiguero gigante o el ave rapaz más grande del mundo, el águila harpía. 

La sorprendente biodiversidad de Corcovado, además de sus rutas excursionistas, ha atraído desde siempre a cierto tipo de visitantes, que vienen desde la bahía Drake y Puerto Jiménez para ver animales y vivir una aventura en la jungla.

El parque tiene tres rutas principales abiertas al público, además de otros senderos más cortos. Son rutas primitivas, hace calor, la humedad es alta y abundan los insectos, pero el desafío del recorrido y la interacción con la fauna es muy emocionante. 

2. Ir de excursión, practicar buceo con tubo y ver animales en la Bahía Drake

La bahía Drake es uno de los destinos más remotos de Costa Rica, un auténtico mundo perdido, bordeado al sur por el parque Nacional Corcovado. En el dosel de la plurisilva, los monos aulladores saludan al sol con su cautivador griterío, mientras que las parejas de guacamayos que vuelan entre las copas de los árboles llenan el aire con sus cacofónicos graznidos. En la bahía, manadas de delfines surcan las aguas turquesas próximas a la bella reserva de la isla del Caño.

Una de las razones por las que la bahía Drake rebosa tanta vida es que su aislamiento del resto del país. La vida gira en torno al adormilado pueblo de Agujitas, el eje de transporte de la zona que atrae a un número creciente de mochileros y amantes de la naturaleza gracias a sus alojamientos económicos y a una amplia oferta de submarinismo, buceo con tubo y observación de fauna. En los rincones más remotos de la bahía Drake encontramos también algunos de los mejores (y más caros) lodges de Costa Rica.

Unos 20 km al oeste de Agujitas, la isla del Caño está considerada el mejor enclave de la zona para practicar buceo con tubo.

3. Subir al pico más alto de Costa Rica, el Cerro Chirripó

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Cerro Chirripó, Costa Rica © Max Illy / EyeEm / Getty Images
 Cerro Chirripó, Costa Rica © Max Illy / EyeEm / Getty Images

Los más masoquistas y los que están en muy buena forma estarán encantados de saber que es posible coronar el cerro Chirripó y bajar en un solo día, aunque nadie debería subestimar esta montaña.

El cerro Chirripó (3820 m) corona la sierra de Talamanca, la más alta y escarpada de las cuatro cordilleras que forman la columna vertebral montañosa de Costa Rica. El Chirripó es también la estrella del Parque Nacional Chirripó, y el pico más alto de Costa Rica,

La única manera de subir a esta montaña es a pie. Aunque las rutas son duras, contemplar la salida del sol desde las alturas del cerro es una de las maravillas que ofrece este país. Además, visitar el Parque Nacional es un agradable respiro del calor de las llanuras. 

4. Celebrar la fiesta de los Diablitos en la Reserva Indígena Boruca

En el pintoresco valle del río Grande de Térraba quedan todavía varios pueblos indígenas que forman la Reserva Boruca. La fiesta de los Diablitos es el momento grande para visitar la zona. Este ruidoso festival de tres días que se celebra en Boruca del 30 de diciembre al 2 de enero, y en Curré del 5 al 8 de febrero, simboliza la lucha entre los españoles y la población indígena. La gente del pueblo, ataviada con máscaras de madera que representan diablos y trajes de yute, interpreta a los nativos, que se enfrentan a los conquistadores simbolizados por una persona disfrazada de toro. El festival culmina con una batalla coreografiada en la que pierden los españoles.

5. Cabalgar una de las olas de izquierda más largas del mundo

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Playa Pavones, Costa Rica © Ramon Martinez / Shutterstock
 Playa Pavones, Costa Rica © Ramon Martinez / Shutterstock

Pavones, el paraíso de los surfistas, es un destino legendario donde se da la segunda ola de izquierda más larga del planeta (la primera tiene 2 km y está en Chicama, Perú). En un día bueno puede durar más de 2 minutos.

Para llegar a Pavones, el punto más meridional de Costa Rica, hay que poner mucho empeño: el viaje ya es de por sí una aventura, sobre todo porque los mejores meses para el surf coinciden con la estación lluviosa (de abril a octubre).

El pueblo está bastante apartado de todo, aunque tanto ticos como extranjeros están transformando el lugar y Pavones cada vez se parece menos al pueblo de mala muerte que fue. Con todo, pese al olorcillo new age que comienza a percibirse, las calles siguen sin asfaltar y el ritmo de vida es lento y despreocupado.

Cuando no hay olas (o hay mucha gente), lo mejor es dirigirse al sur hasta la punta Banco, un rompiente de roca con olas aceptables de derecha a izquierda. 

6. Turismo rural en Dos Brazos y Rancho Quemado, antiguos pueblos mineros

Dos Brazos es una bonita localidad rodeada de bosques en el río Tigre, cerca del Parque Nacional Corcovado. En los años setenta la zona vivió una fiebre del oro con mineros que llegaban de todas partes en busca de fortuna. Hoy Dos Brazos apuesta decididamente por el turismo rural y el ecoturismo y forma parte del proyecto Caminos de Osa, una cooperativa de instituciones privadas, públicas, académicas y sin ánimo de lucro que ofrecerá a los visitantes cuando esté completado tres rutas diferentes cruzando la península de Osa. Pasarán cerca del parque y permitirá a los visitantes conocer la fauna de cerca y descubrir las comunidades locales.

Rancho Quemado es un pequeño pueblo 15 km al este de la bahía Drake, fundado por buscadores de oro en la década de 1940. Siempre ha vivido de la agricultura y el ganado, sobre todo cuando el oro se agotó, pero hace unos años la comunidad empezó a contemplar el turismo rural como una alternativa económica. Como parte delproyecto Caminos de Osa, el pueblo acoge con entusiasmo a los turistas que lo visitan de camino a la bahía Drake para aprender sobre el bateo del oro y la agricultura, o simplemente para disfrutar de la magnífica hospitalidad rural de sus gentes y la abundante comida.

7. Buscar quetzales en las tierras altas de San Gerardo de Dota

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Quetzal, Costa Rica © mallardg500 / Getty Images
 Quetzal, Costa Rica © mallardg500 / Getty Images 

San Gerardo de Dota no se puede comparar con ningún otro lugar de Costa Rica. Es un bucólico pueblecito de montaña atravesado por un río cristalino y rodeado de cerros boscosos más parecidos a los Alpes que al trópico. Está en las profundidades de un valle montañoso; el aire es fresco y limpio y la cuenca del Savegre, llena de orquídeas, alberga numerosas especies de aves de gran altitud que atraen a aficionados de todo el mundo.

Uno de los mejores lugares para la observación de aves y el excursionismo en esta zona es el Parque Nacional Los Quetzales, aunque también se pueden avistar quetzales en los senderos privados del Savegre Hotel de Montaña y del Paraíso Quetzal Logge, o en cualquier punto junto al río, que se llena al alba de observadores de aves. De abril a mayo es fácil ver quetzales (es la época de cría) y son bastante comunes durante el resto del año.

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