Ducan Garwood, autor de varias guías de viaje de Italia, nos cuenta los motivos por los que regresará a Italia
Si existe un destino capaz de reavivar las ganas de viajar después del confinamiento, ese destino es Italia. Este país tan bello y tan resiliente inspira, y a veces extasia, con su extraordinaria colección de riquezas históricas y artísticas, sus impresionantes paisajes y su envidiable gastronomía.
Durante los últimos 15 años he dedicado la mayor parte de mi tiempo a viajar por Italia para Lonely Planet. He cubierto incontables kilómetros a pie y he recorrido ‘la bota’ en avión, tren, ferri, automóvil y, en una aterradora ocasión, de paquete a bordo de un escúter por Nápoles. Así que, pese a que todavía debe pasar un tiempo antes de que Italia vuelva a abrirse al turismo, creo que hay un montón de razones, que expongo a continuación, para entonar un carpe diem y regresar al bel paese.
Duncan es autor de Roma, de Lonely Planet, y ha colaborado en guías dedicadas a Sicilia, Cerdeña, Nápoles y la Costa amalfitana, y el Piamonte. Fotografí de Duncan Garwood
1. Slow travel por el centro de Italia
No existe una sensación más liberadora que recorrer las panorámicas carreteras del verde y montañoso centro de Italia. La Toscana y la vecina Umbría son los destinos habituales, pero un viaje que hice hace poco me abrió los ojos a la belleza agreste y el encanto silencioso de Las Marcas. Esta región principalmente rural está hecha para el turismo lento, también llamado slow travel, por sus inquietantes picos nevados, sus amplios espacios abiertos y sus cautivadores pueblos cimeros.
El Palacio Ducal de Urbino, cuna de algunos de los edificios más refinados de Italia © Maxal Tamor / Shutterstock
Uno de los más cautivadores es Urbino, cuna de algunos de los mejores ejemplos del arte y la arquitectura renacentistas. Otro lugar encantador es Ascoli Piceno, con un precioso casco histórico y una gastronomía fabulosa; no en vano es el lugar donde se inventaron las olive all’ascolana (aceitunas fritas rellenas de carne). En la costa adriática, el Parco del Conero es un hermoso rincón con playas idílicas y acantilados imponentes.
2. Pasear por ciudades históricas menos visitadas
Italia posee algunas de las ciudades más fascinantes del mundo. Roma, Florencia y Venecia copan los primeros puestos de las listas de viajes, pero hay otras muchas otras para elegir. Turín, que fue la primera capital del país, es toda una revelación. La primera vez que la visité no tenía ni idea de lo que me esperaba y me encantó descubrir una ciudad elegante y cosmopolita repleta de palacios regios, cafés excelentes y fabuloso arte moderno.
Piazza del Castello de Turín al atardecer © Chiara Salvadori / Getty Images
Nápoles, en el sur, es otra historia totalmente diferente. Calurosa, escandalosa y caótica, es como un chute de adrenalina que va directo al corazón. Adoro la energía gritona de sus calles dickensianas y estoy absolutamente cautivado por todo el arte clásico que atesora. Las esculturas y los mosaicos del Museo Archeologico Nazionale son tan impresionantes como las otras obras de arte del país.
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3. Tesoros de la antigüedad
La inmensa cantidad de reliquias antiguas que posee Italia nunca deja de maravillarme. Lugares como Pompeya y el Coliseo son tan solo la punta del iceberg; el país entero está repleto de ruinas en diversos estadios de restauración.
Entre mis puntos de interés favoritos incluyo los destacados templos griegos en el Valle de los Templos de Agrigento y los restos de la imponente Villa Adriana en Tívoli, el impresionante escenario del final de la segunda temporada de la serie Killing Eve.
Villa Adriana, en Tívoli, uno de los puntos de interés favoritos de Duncan © Valeria Cantone / Shutterstock
Remontándonos todavía más en el pasado, las necrópolis etruscas de Cerveteri y Tarquinia son extraordinarias. Y después están las misteriosas nuraghi (torres de piedra) de la Edad del Bronce, tan características del escarpado interior de Cerdeña.
4. Alternativas artísticas en Italia
No hace falta ser un erudito para apreciar la riqueza artística de Italia. Al fin y al cabo, este es el país de La última cena de Leonardo da Vinci, del David de Miguel Ángel y de El nacimiento de Venus de Botticelli.
Pero lo que realmente marca la diferencia es que por cada gran museo o basílica de renombre existe una alternativa menos abarrotada y más tranquila. Así que, mientras los turistas hacen cola en El Vaticano para ver las obras maestras de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, pocos visitan Padua para admirar los frescos de Giotto en la Cappella degli Scrovegni.
De la misma manera, los amantes del arte van directos a Rávena para contemplar su colección de mosaicos, catalogados por la Unesco. Y no tan famosos, pero no por ello menos fabulosos, son los exquisitos mosaicos de la Cappella Palatina, en Palermo.
Los exquisitos mosaicos de la Cappella Palatina, en Palermo, Sicilia © Andreas Zerndl / Shutterstock
Otro sello distintivo de Italia es que es posible disfrutar del arte sin tener que pagar un céntimo. Paseando por el centro de Roma, y casi sin querer, uno se va encontrando con fuentes y esculturas que son obra de grandes artistas del Renacimiento y el Barroco. Y al entrar en una iglesia –todas son gratis en Roma– es posible toparse cara a cara con un Rafael o un Caravaggio.
5. Volcanes y lobos
No es que Italia sea, precisamente, el salvaje oeste, pero su ancestral paisaje natural alberga sorpresas apasionantes. Sicilia es la cuna de dos de los volcanes más activos de Europa, y es fácil sentir un escalofrío de emoción cuando se ve por primera vez el Monte Etna alzándose al este de la isla.
Cerca de la costa noreste de Sicilia, la diminuta isla eolia de Estrómboli sufre erupciones de forma habitual, arrojando feroces chorros de lava hacia el cielo para deleite de quien disfruta de circuitos en barco.
El monte Etna visto desde el Parque Nacional delle Madonie ©Jonathon Stokes / Lonely Planet
Menos visibles son los lobos que viven en los bosques de las montañas de Abruzzo. Nunca he visto uno cara a cara, pero recuerdo con nitidez a un anciano del lugar explicándome cómo manadas de lobos merodeaban por la localidad de Scanno en busca de comida tras una intensa nevada. Según contaba el anciano, nadie del pueblo se atrevió a salir de casa.
6. Festivales y pasiones locales
Los italianos tienen fama de ser muy leales a sus pueblos y ciudades natales. Esta profunda lealtad, que en italiano se conoce como campanilismo (literalmente, el apego al campanario local), se presenta en varias formas. Muchos pueblos y ciudades tienen un dialecto propio, por ejemplo; y abundan las tradiciones culinarias.
El carnaval de Ivrea, una colosal batalla de naranjas que es una de las fiestas más coloridas de Italia © ROBERTO ZILLI / Shutterstock
Lo más espectacular es que las pasiones locales alimentan los alocados festivales del país; que van de lo más pringoso (la batalla de naranjas de Ivrea) a lo más siniestro (disfrazarse de mamuthones peludos para la Mamoiada) o peligroso (las temerarias carreras de caballos de Siena y Sedilo).
7. Salir a comer en Italia
Una de las mayores delicias de un viaje a Italia es disfrutar de una larga comida o cena al fresco. Este es un país merecidamente famoso por su gastronomía (y por sus vinos) y cada ciudad y cada pueblo parecen tener su propia especialidad culinaria. Estos platos tradicionales son motivo de un inmenso orgullo local e inspiran debates de lo más acalorado entre cocineros que discrepan de las claves más importantes de cada receta.
En cualquier lugar de Italia se encontrará una 'trattoria' © Gabriele Maltinti / Shutterstock
Italia también goza de sitios realmente memorables. Las concurridas calles de Nápoles son el escenario ideal para saborear una pizza, mientras que el centro rojo de Bolonia se distingue por sus sencillas trattorias clásicas. Un recuerdo que atesoro es el de una comida a base de marisco en una trattoria excavada en una cueva de Santa Maria la Scala, un pequeño pueblo pesquero cerca de Catania. Después descubrí que Robert de Niro solía ir a comer allí cuando estaba rodando El Padrino.
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