Una historia trágica y llena de enigmas
Desde las torres de cuento de hadas de Carcasona hasta las viejas murallas de Montségur, la ruta de los cátaros explora el soleado suroeste de Francia en busca de los principales baluartes de esta secta cristiana del s. XII. Merece la pena subir a los castillos cátaros, envolverse en la leyenda del Santo Grial y conocer historias de caballeros templarios.
1. La fortaleza de Carcasona
Situada sobre una loma rocosa y rodeada de murallas y torretas, la fortaleza de Carcasona fue uno de los mayores baluartes cátaros. Tras un célebre sitio en agosto de 1209, el castillo quedó abandonado, hasta que fue salvado de la destrucción en el s. XIX por Viollet-le-Duc, que reconstruyó las murallas y añadió los característicos tejados puntiagudos a las torretas.
Hoy en día, Carcasona es uno de los principales reclamos turísticos del Languedoc-Rosellón, de ahí que las huestes desciendan en masa por sus calles adoquinadas en verano. Se recomienda ir a primera o última hora del día para disfrutarlo con relativa tranquilidad.
2. Château de Peyrepertuse
Francia, Château de Peyrepertuse © Inu / Shuttesrtock
El castillo cátaro más grande es el de Peyrepertuse, en Duilhac-sous-Peyrepertuse, con una vertiginosa caída de 800 m en cada ladera. Aún siguen en pie varias torres originales y numerosas secciones de la muralla. A mediados de agosto acoge exhibiciones de cetrería y un festival medieval de dos días donde no faltan caballeros con armadura. Vale pagar por una audioguía si se quiere conocer la historia del lugar.
3. Château d'Aguilar
Cuando la cruzada albigense empujó a los cátaros a las montañas entre Francia y Aragón, estos buscaron refugio en una serie de fortalezas fronterizas. La primera fue el Château d’Aguilar, posado sobre un cerro próximo al pueblo de Tuchan. Es el castillo cátaro más pequeño de todos y, pese a su imparable desmoronamiento, aún se aprecian sus seis torretas y la muralla hexagonal.
4. Château de Puivert
Francia, Château de Puivert © LianeM / Shutterstock
Construido a finales del s. XII, el Château de Puivert perteneció a la aristocrática familia Congost, miembros destacados del movimiento cátaro. En 1210 fue asediado por Thomas Pons de Bruyères-le-Chatel, que consiguió hacerse con él y supervisó sus reformas.
Puivert, situado sobre un promontorio a 605 m de altura, aún conserva gran parte de sus distintivos medievales. De las ocho torres de las esquinas quedan cinco en pie. La torre del homenaje central tiene cinco salas abovedadas, entre ellas la Salle des Musiciens, decorada con unos frescos de trovadores medievales, incluidos un flautista, un guitarrista, un gaitero, un tamborilero y un organillero.
5. Château de Quéribus
Encaramado temerariamente a un risco a 728 m de altura, Quéribus, en Cucugnan, fue el último reducto cátaro, el escenario del asedio final a los supervivientes de esta secta, en 1255. Su estructura interior está bastante bien conservada: la Salle du Pilier, en el interior de la torre del homenaje central, mantiene sus pilares góticos, bóvedas y arcos originales. Una angosta escalera lleva a lo alto de la torre, con unas vistas alucinantes que, en días claros, alcanzan el Mediterráneo y los Pirineos. Y en una casita anexa se pasa un documental sobre la historia del castillo a través de los ojos de uno de los conservadores del museo.
6. Château de Montségur
Francia, Château de Montségur © bjul / Shutterstock
Para ambiente medieval al más puro estilo Monty Python y una buena dosis de ejercicio, no hay nada como el extenuante ascenso a las ruinas del Château de Montségur. Allí fue donde, en 1242, los cátaros sufrieron su derrota más dura; atacado por 10 000 soldados reales y tras un terrible sitio de nueve meses, el castillo cayó y 220 de sus defensores fueron quemados vivos al negarse a renunciar a su fe. El castillo original quedó reducido a escombros y las ruinas que se ven hoy datan en su mayor parte del s. XVII.
Montségur también ha sido citado como la posible ubicación del Santo Grial, que supuestamente sacaron del castillo en los días previos a la batalla final.
7. Château de Puilaurens
Quienes busquen el clásico castillo en lo alto de un cerro deberían dirigirse al de Puilaurens, en Lapradelle, quizá la más espectacular de las fortalezas cátaras, con todas sus defensas tradicionales a la vista: doble muralla defensiva, cuatro torres en las esquinas y bastiones con almenas. Incluso se comenta que aloja un fantasma, el de la Dama Blanca, sobrina de Philippe le Bel (Felipe IV de Francia).
8. Château de Foix
Francia, Château de Foix © Santi Rodriguez / Shutterstock
La visita al Château de Foix, acurrucado en las estribaciones de los Pirineos, pone la guinda final a la ruta de los cátaros. Más reparado que muchas de las fortalezas cátaras de la ruta, este castillo sirve para hacerse una idea del aspecto original que pudo tener.