8 épicos viajes y viajeros que cambiaron el curso de la historia
Antes de que existieran los aviones, las tarjetas de crédito e internet, viajar era algo tan peligroso como emocionante. Durante milenios, gente con apetito por la aventura ha dado impulso a la humanidad para explorar el mundo, descubrir nuevas culturas y allanar el camino para quienes vinieron después. Si pasamos lista de los grandes viajeros de la historia habrá nombres muy famosos y otros que merecen ser más conocidos. A continuación, un repaso a algunos de ellos, paradigmas de la curiosidad que hace que sigamos explorando hoy en día.
1. Zheng He y los “viajes tesoro”
Monumento al almirante Zheng He en Malaca, Malasia © Hassan Saeed from Melaka, Malaysia / CC
“Azarosa” es un adjetivo que fácilmente podría aplicarse a la vida de muchos viajeros conocidos, pero resulta particularmente adecuado para la vida de Zheng He. Musulmán de nacimiento, fue capturado, castrado y convertido por tropas chinas, antes de ascender entre los rangos del ejército Ming hasta convertirse en un consejero de confianza del emperador Yongle.
Nombrado almirante a cargo de los “viajes tesoro” (siete travesías marítimas diseñadas para expandir el conocimiento, el comercio y la influencia chinos a principios del s. XV), zarpó hacia el oeste rumbo al sureste asiático, la India, la península arábiga y África oriental, empleando la diplomacia siempre que le fuera posible y la fuerza cuando resultara necesario para impresionar a los lugareños.
2. Marco Polo y la Ruta de la Seda (y más allá)
Marco Polo, grabado de 'Geschichte des Zeitalters der Entdeckungen,' Sophus Ruge, 1883 © Everett Historical / Shutterstock
Cuando se marchó de su hogar en Venecia en 1271, Marco Polo, posiblemente el viajero más famoso de todos los tiempos, no imaginaba que iba a estar fuera 24 años. Motivado por el comercio y por las ganas de viajar (la suya era una familia de mercaderes), siguió la Ruta de la Seda hasta China (o Catay, como era conocida entonces).
En China entabló amistad con el emperador mongol Kublai Khan y se embarcó en una serie de viajes como emisario del khan, que después documentó en su Libro de las maravillas del mundo, un libro que se convirtió en un best seller de la época.
3. Gertrude Bell rompió y creó fronteras
Foto de Gertrude Bell tomada en 1909 en un campamento de Iraq © Unknown author / Public domain / CC
Académica, diplomática, alpinista, viajera… Todos estos atributos pertenecen a la británica Gertrude Bell. Irrumpió en parcelas consideradas de dominio masculino a finales del s. XIX y principios del s. XX. Ya había pasado 53 horas colgando de una cuerda mientras escalaba en los Alpes, circunnavegado el mundo dos veces y dedicado años a explorar Oriente Medio cuando se involucró en la elaboración del trazado de la frontera de Iraq tras la I Guerra Mundial, un país que conocía bien gracias a su pasión por la arqueología.
Un legado menos polémico de su paso por la región es el Museo de Iraq, repositorio del extraordinariamente longevo pasado del país; un museo que ella ayudó a crear antes de morir, en 1926.
4. El viaje de 30 años de Ibn Battuta
Ilustración de Ibn Battuta de 1878, del libro de Julio Verne "Historia de los grandes viajes y de los grandes viajeros" dibujada por Léon Benett © Léon Benett / Public domain / CC
Originario de Marruecos, Ibn Battuta también pasó varias décadas sin regresar a su hogar cuando empezó a viajar, como su casi contemporáneo Marco Polo. Battuta dejó a su familia y amigos en Tánger en 1324 y emprendió su peregrinaje hacia la Meca siguiendo la costa norteafricana con las caravanas de camellos (por seguridad). Completó su hajj en 1326.
Influenciado por la profecía de un santón que le anunció que viajaría por todo el mundo, Battuta siguió viajando hacia el este; y hacia el sur, el norte y el oeste, atravesando España, la India, Persia, China, el sureste asiático y muchos otros destinos que deseaba conocer. Algunas veces, quienes le recibieron le trataron como a un invitado de honor, otras veces le tomaron como rehén; y además de explorar nuevos destinos Battuta tuvo tiempo de casarse (y divorciarse) nada más y nada menos que diez veces durante su viaje, antes de regresar finalmente a su hogar para bien (y se supone que para descansar) en 1354.
5. Percy Fawcett y la ciudad perdida de Z
Fotografía del coronel Percy Harrison Fawcet de 1911 © User Daniel Candido on pt.wikipedia / Public domain / CC
Cuando al soldado y explorador británico Percy Fawcett se le ocurrió la idea de que en la Amazonia brasileña vivía una misteriosa civilización, ya no pudo quitársela de la cabeza y su obsesión por “la ciudad perdida de Z” terminó por causarle la muerte. Reputado cartógrafo, fue enviado a la región brasileña de Mato Grosso en 1906 para ayudar a definir la frontera de Brasil con Bolivia.
En las siguientes visitas quedó fascinado por los rumores de una antigua cultura, con una arquitectura majestuosa, que vivía escondida en alguna parte de la extensa jungla de la zona. En abril de 1925 partió junto a su hijo y el mejor amigo de este con el objetivo de descubrirla. A finales de mayo los tres habían desaparecido. Todavía no se sabe si murieron a manos de una tribu local o si perecieron de hambre, pero estudios recientes han aportado indicios prometedores de la existencia en la región de una civilización como la que Fawcett buscaba conocida como kuhikugu.
6. Leif Erikson llegó a Norteamérica
Estatua del explorador Leif Erikson frente Hallgrimskirkja en Reikiavik, Islandia © Zabotnova Inna/ Shutterstock
Siglos antes de que Marco Polo y Zheng He pusieran en marcha sus expediciones, un intrépido islandés decidió navegar rumbo al oeste desde su hogar para ver qué encontraba. Se llamaba in Leif Erikson y no es sorprendente que la exploración corriera por sus venas –era hijo de Erik el Rojo, el cual tuvo que exiliarse de Islandia a Groenlandia–, pero lo que él no podía imaginar cuando zarpó, hacia el año 1000 de la era común, es que sería el fundador del primer asentamiento europeo en Norteamérica.
Existe un intenso debate sobre el lugar exacto donde levantó su aldea, Vinland. Según la tradición este lugar sería L'Anse aux Meadows, en Terranova, Canadá. Sea como fuere, la historia y una colosal estatua de Erikson mirando hacia el oeste en el exterior de la iglesia Hallgrimskirkja de Reikiavik siempre recordarán sus pioneras travesías.
7. El impacto económico de Mansa Musa
Detalle de la página 6 del "Atlas Catalán" atribuido a Abraham Cresques, 1375, en el que aparece Mansa Musa © Bibliothèque nationale de France / Public domain / CC
Pocos viajes pueden ‘presumir’ de haber acabado con la economía local de un país, pero el peregrinaje a la Meca del gobernante malí Mansa consiguió algo así. Como Ib Battuta uno o dos años antes, Musa recorrió el norte de África por su hajj, pero con un séquito cuyas cifras desafían toda credibilidad: 60 000 personas, entre las cuales 12 000 esclavos y heraldos; además de 100 elefantes y 80 camellos transportando miles de libras de oro que se entregaba a la gente con la que se encontraban por el camino.
En aquella época Malí era el principal productor de oro del mundo, y posiblemente Musa fuera el hombre más rico que jamás haya existido en el mundo. Pero su generosidad resultó en un desastre, ya que con tanto oro en el mercado, el valor del preciado metal cayó en picado, impactando negativamente en las economías locales durante más de una década después de su viaje.
8. Nellie Bly circunnavegó el mundo en 72 días
Fotografía de Nellie Bly, seudónimo de Elizabeth Cochrane Seaman, c. 1890 © H. J. Myers, photographer / Public domain / CC
“¡Solo un hombre podría conseguirlo!”, espetó con sorna el director del periódico a la periodista Nellie Bly cuando esta sugirió dar la vuelta al mundo en 80 días, emulando la hazaña del personaje de ficción Phileas Fogg. Era el año 1889 y las convenciones sociales no permitían que una mujer emprendiera sola un viaje de este calibre, pero, como en el caso de Gertrude Bell, “anticonvencional” podía haber sido el segundo apellido de Nelly Bly (de hecho su nombre real era Elizabeth Jane Cochran; Nellie Bly fue su pseudónimo).
Tras haberse ganado su credibilidad periodística sacando a la luz el espantoso trato que recibían las mujeres en los manicomios de Nueva York, Bly hizo las maletas (muy ligeras), escondió su dinero en una bolsita entre la ropa que llevaba puesta y se embarcó en el Augusta Victoria. Después de atravesar Europa, el sureste asiático, Japón y Estados Unidos, de vivir un montón de aventuras y de escapar por los pelos de más de una situación de peligro, Bly regresó triunfante el 25 de enero de 1890, 72 días después de haber partido, y fuer recibida en Nueva York con el fervor de la multitud que la esperaba.