Palacios, jardines, mezquitas y bazares para recorrer
Irán posee algunos de los grandes tesoros de la arquitectura islámica del planeta, bazares increíbles como los de Isfahán o Shiraz, sofisticados palacios y jardines, además de un sentido extraordinario de la hospitalidad y una deliciosa cocina heredera de la mejor tradición.
1. Isfahán, la mitad del mundo
Probablemente hay pocas visiones tan inolvidables como la primera de la plaza Naqsh-e Jahan (plaza del Imán) de Isfahán. Esta enorme plaza, en torno a la cual se abre su fantástico bazar, digno de las mil y una noches, acoge la que posiblemente sea la colección más majestuosa de edificios del mundo musulmán: la cúpula de azulejos azules y proporciones perfectas de la Masjed-e Shah, la elegancia suprema de la Masjed-e Sheikh Lotfollah y el palacio de Ali Qapu, profusamente decorado. Pero, además, lejos de ser un mero atractivo arquitectónico, tanto la plaza como las cercanas casas de té con vistas al río están llenas de vida.
2. Yazd, sus torres de viento y los templos del zoroastrismo
Muchos viajeros dicen que Yazd es su ciudad favorita en Irán, y es comprensible, ya que ofrece un toque de magia en pleno desierto. Yazd, fundada hace más de 5000 años, es una joya de callejones serpenteantes, cúpulas de azulejos, altísimos minaretes, bazares y casas con patios coronadas por badgirs (torres de viento) y regados por qanats (canales de agua subterráneos). Varias de estas casas se han restaurado y convertido en evocadores hoteles. Yazd tiene además una interesante mezcla de gente, el 10% de la cual sigue la antigua religión de Zoroastro. Cerca del centro de la ciudad, en el elegante ateshkadeh (templo del fuego), arde permanentemente una llama y todos los visitantes son bienvenidos.
Irán es una república islámica, pero sus lugares de culto al zoroastrismo poseen un encanto sobrenatural. Chak Chak, situado en la zona de Yazd, es un maravilloso y remoto enclave que cuenta con un soberbio templo de fuego con una impresionante puerta de bronce, vistas aún más impactantes, y un aire de ritual antiguo y profundo. Era el feudo de esta corrientes religiosa y sigue siendo su lugar de peregrinación más importante. También hay otros templos de fuego en Kermán.
3. Esplendor en la antigua Persépolis
La artística armonía de las escaleras monumentales, imponentes puertas y exquisitos relieves deja pocas dudas: en su época de esplendor, Persépolis era el centro del mundo. Actualmente es la principal ciudad antigua de Irán. Construida por los reyes Darío y Jerjes como capital ceremonial del imperio aqueménida, una visita a las ruinas de la ciudad, declarada Patrimonio Mundial, da fe también de la despiadada destrucción de aquel imperio por parte de Alejandro Magno. Imposible olvidar sus escaleras de la Apadana, custodiada por los relieves de soldados de piedra. Es imprescindible ver las tumbas monolíticas, cerca de Naqsh-e Rostam.
4. Esquiar en los montes Alborz
Al pensar en Irán, esquiar no es lo primero que viene a la mente, pero Irán tiene más de 20 pistas de esquí, casi todas en los alrededores de Teherán. Las estaciones de Dizin y Shemshak son las mejores, con laderas empinadas y mucha nieve polvo virgen para esquiadores de todos los niveles. La instalación de más fácil acceso desde Teheran es Tochal, a la que se puede llegar desde el norte en la telecabina del Tochal. Cuando hace buen tiempo, aunque no sea para ir a esquiar, merece la pena subir a la montaña, es una espectacular escapada de la ciudad.
La estancia y los forfaits no son caros en comparación con los países occidentales, las pistas son relativamente amplias y esquiar le encanta a la gente de clase media alta de Teherán.
5. Choqa Zanbil, Susa y Shushtar
Incluso aquellos que no suelen visitar ruinas antiguas deberían plantearse conocer estos tres lugares, que son Patrimonio Mundial. Se alejan un poco de los circuitos convencionales, pero merece la pena. La inmensidad y la fascinante historia del antiquísimo zigurat de Choqa Zanbil hacen de él uno de los lugares históricos más impresionantes. Es el mejor ejemplo de arquitectura elamita que queda en el mundo.
Las fabulosas ruinas de Susa (Shush) comprenden un castillo, una acrópolis y los restos de un palacio, así como las cercanas e impresionantes ruinas de Shushtar. En la colina situada tras el Museo de Susa, en este fascinante yacimiento arqueológico protegido por la Unesco, que ocupa toda la parte sur de la moderna Shush, se desvela la antigua Persia. En su origen, la ciudad era similar en tamaño a Persépolis y vivió innumerables invasiones y saqueos, especialmente mongoles. Poco queda pues de la antaño grandiosa capital de Darío el Grande, una urbe con más de 6000 años de antigüedad. Una tarde puede ser suficiente para hacerse una idea.
6. Arte y museos en Teherán
Los excelentes museos y palacios de la capital permiten comprender el pasado de Irán. Sin embargo, para entender su presente, hay que visitar los modernos cafés y galerías de arte contemporáneo de la ciudad, que permiten observar a la creativa, desafiante y liberal vida moderna iraní que pocas veces aparece en los medios de comunicación. Incluso las instituciones patrocinadas por el Gobierno, como el Museo de la Sagrada Defensa de Irán y el Museo-jardín de la Prisión de Qasr, reúnen creativas muestras de arte contemporáneo.
La dinámica escena del arte contemporáneo de Irán se aprecia en algunas galerías como la Casa de los Artistas Iraníes, la galería de arte Syhoun, una de las más veteranas de Teherán y especializada en artistas iraníes contemporáneos o la ambiciosa Ab Anbar, inaugurada en el 2014, con especial atención a los artistas iraníes que trabajan en el extranjero. Las exposiciones suelen cambiar cada mes y muchas de estas galerías cuentan con agradables cafeterías y terrazas al aire libre.
7. En la meca de los chiitas, en Mashhad
Irán es una república islámica y aunque casi todos los viajeros descubren que el islam no es tan omnipresente como esperaban, la fe chií es una parte importante de la vida iraní. La muestra más obvia de apasionada devoción se ve en monumentos como el enorme Harame Razavi de Mashhad. El principal atractivo aquí es el santuario de Imam Reza, único de los imanes chiíes enterrado en Irán.
Mashhad es la primera ciudad sagrada y la segunda más grande de Irán. Su razón de ser y principal punto de interés es el enorme Haram (complejo de santuarios) que conmemora el martirio en el año 818 del octavo imán del islam chiita, Reza. El dolor por la muerte de este imán se vive de forma muy personal, incluso más de un milenio después, y más de 20 millones de peregrinos se congregan aquí cada año para honrarle. Presenciar sus lágrimas es una experiencia conmovedora, incluso para los no musulmanes.
También es un buen lugar para comprar alfombras, y es una parada de camino a Turkmenistán, Afganistán y la región de Jorasán, menos turística.
Durante el Nouruz y las principales festividades musulmanas, casi todo el alojamiento y el transporte están reservados con meses de antelación. En cambio, en otras fechas, visitar Mashhad puede resultar bastante barato.
8. Una pausa en los oasis en el desierto
Sorprendentemente, la acogida es aún más cálida en el vasto silencio de los dos grandes desiertos de Irán. Garmeh es un pueblo de oasis típico, con un castillo en ruinas, cimbreantes palmeras datileras y el rumor de los manantiales. Rodeada de palmeras datileras agrupadas en torno a un pequeño manantial de agua templada lleno de peces, es el ejemplo perfecto de un oasis.
Garmeh es de esos lugares donde se va para una noche y se pasa una semana. Esta aldea, construida hace 1500 años con ladrillos de adobe, disfruta de una especie de resurgimiento liderado por emprendedores vecinos conscientes del atractivo turístico de su aldea. Hay un agradable paseo entre palmeras y huertos, y también se pueden organizar circuitos en camello, excursiones a fuentes termales y visitas a pueblos de montaña. En verano hace un calor insoportable, pero sin duda es una experiencia muy auténtica.
Cerca de aquí, Farahzad y el diminuto Toudeshk Cho, entre Isfahán y Nain, también ofrecen memorables estancias en casas del desierto: camas en el suelo, baños sencillos, deliciosa comida casera y horizontes interminables a la puerta de casa.
9. Excursionismo en Alamut, el valle de los asesinos
Hay pocos lugares de Irán que ofrezcan una propuesta tan tentadora como los legendarios valles de Alamut y Shahrud. Bajo los altísimos picos de los Alborz, los paisajes son de una variedad sorprendente, condimentados con una fascinante historia medieval: casi invisibles en los altozanos y pináculos rocosos se hallan los restos de más de 50 fortalezas. Origen de mitos fabulosos, fueron las fortificadas guaridas de la secta religiosa medieval más temida, la de los nizaríes ismaelitas, llamados despectivamente por sus enemigos hashashin (asesinos). De hecho, hoy se conocen de forma colectiva como los Castillos de los Asesinos. Los más interesantes están en Gazor Khan (castillo de Alamut) y Razmiyan (castillo de Lamiasar). Téngase en cuenta que el de Alamut no está en la localidad de Alamut (llamada también Mo’allem Kalayeh).
Se puede hacer una excursión de un día a Qazvin o visitas más largas desde Gazor Khan, en las que se cruzan los montes Alborz hacia el interior de la costa del Caspio. Es una de las mejores zonas de Oriente Próximo para realizar excursiones.
10. Una tarde con los poetas de Shiraz
A los iraníes les gusta decir que hasta en el hogar más pobre del país hay dos libros: un Corán y la poesía de Hafez de Shiraz. Y es que los hijos más célebres de este país son poetas y casi todo el mundo es capaz de recitar su poema favorito.
En Shiraz, la ciudad de los ruiseñores y los jardines, las tumbas de Hafez y Sa’di atraen a peregrinos de todo el país. Se puede pasar tiempo con ellos mientras charlan, beben té y recitan las obras de sus héroes. Considerada centro de la cultura persa durante más de 2000 años, Shiraz es sinónimo de refinamiento, ruiseñores, poesía y vino. Fue una de las ciudades más importantes del mundo islámico medieval y la capital de Irán durante la dinastía Zand (1747-1779), la época en que fueron construidos o restaurados algunos de sus edificios más hermosos.
Además de las tumbas de los poetas, cuenta también con magníficos jardines, exquisitas mezquitas y ecos de antigua sofisticación que recompensan a quienes se adentran en ella más allá de la habitual excursión a Persépolis, el principal destino turístico de la zona. Disfruta además de un clima agradable, ya que está situada en un fértil valle, famoso en tiempos por sus viñedos.