Podría ser la selva más antigua del planeta. Con una edad de unos 130 millones de años, ha permanecido al margen de glaciaciones o erupciones volcánicas. Incluso, de momento, a salvo del hombre, el mayor peligro para los grandes bosques. Estamos en el parque nacional de Taman Negara, en Malasia. Junto a espectaculares árboles, entre raíces que sobresalen del suelo adquiriendo impresionantes formas, este es el entorno vital de los batek, una de las tribus originarias de esta zona del sureste asiático. En sus poblados mantienen aún su forma de vida tradicional.
Estamos en el interior de la Malasia peninsular, apenas a 240 kilómetros de Kuala Lumpur, la moderna capital malasia, la de las Torres Petronas y los grandes rascacielos, los trenes automáticos sin conductor, el circuito de la Fórmula 1... A poco más de tres horas en coche si las carreteras lo permitieran navego por el río Sungai Tembeling en una rústica canoa empujada por un motor. He salido del pueblo de Kuala Tahan, donde me alojo, y voy a visitar una aldea de la tribu batek.
Los batek forman parte de los "orang asli", los "habitantes originarios" de la península malaya. Quedan menos de 1000 personas de esta etnia, cazadores y recolectores nómadas que han sido capaces de compaginar un modo de vida tradicional con los ingresos de las visitas de los turistas. El poblado se encuentra a poco menos de media hora en canoa de Kuala Tahan, dentro del parque nacional de Taman Negara.
Lo primero que llama la atención de los batek son sus rasgos fisonómicos. A pesar de que estamos en el sureste asiático, parece una etnia polinesia. Los primeros habitantes de Malasia estaban emparentados con pueblos primitivos de Australia y Nueva Guinea. En este poblado viven en torno a una docena de familias.
Contrastan los elementos tradicionales con otros más modernos. Las chozas son de bambú y paja, pero también tienen plásticos para impermeabilizarlas. Visten pobremente, aunque con ropa de los pueblos cercanos. Mantienen una forma de vida tradicional mejorada con instrumentos modernos. Me enseñan a hacer fuego con madera y ramas, pero ellos usan mecheros. Las mujeres se adentran en la selva cuando van a dar a luz. Confían en la medicina ancestral, pero ante enfermedades graves no dudan en acudir a un hospital.
Los batek son los únicos autorizados a cazar en el parque nacional de Taman Negara. Se supone que lo hacen con dardos envenenados que disparan con una cerbatana de bambú. Es otra de las habilidades que enseñan a los turistas aunque, ¿quién sabe si realmente ellos consiguen así su comida o acudiendo a un supermercado? Sí da la sensación de que realmente viven tal como se nos enseña a los viajeros. Hay muchos niños, aunque llama mi atención la ausencia de chicos jóvenes. Quizá hay una edad a la que es difícil resistirse a la cercana modernidad.
En torno a 100.000 turistas visitan cada año el parque nacional de Taman Negara para hacer senderismo por la selva, navegar sus ríos, realizar caminatas nocturnas... y muchos también para conocer a los batek. Ellos asumen la importancia de este ingreso de dinero y mantienen una cierta distancia con el visitante. De hecho, una parte de su poblado permanece fuera de los ojos del recién llegado.
Texto y fotos: Marino Holgado