8 razones para querer visitarlo
Belice no suele figurar en los imaginarios viajeros más convencionales. No aparece entre las primeras opciones cuando se piensa en viajar a Sudamérica o al Caribe, pero este pequeño país centroamericano, encajado entre México y Guatemala, es uno de los grandes destinos para la aventura y el ecoturismo: un país perfecto para amigos de los grandes descubrimientos.
Ni es el Caribe, ni es Sudamérica: Belice es el único país de Centroamérica en el que no se habla español y tal vez por eso resulta más exótico. Es el paraíso del ecoturismo y de la aventura en estado puro, con unos fondos oceánicos maravillosos y unas selvas que reservan sorpresas mayas mucho más desconocidas que las de los países vecinos.
Estos son algunos motivos por los que merece la pena viajar a Belice:
1. Los mejores fondos coralinos de América
Belice, Gran Agujero Azul © Wata51 / Shutterstock
La barrera de coral de Belice es la segunda más grande del mundo (solo superada por la australiana). La vida submarina es espectacular y muy variada, con unas formaciones fantásticas y un caleidoscopio de peces del que se alimentan criaturas amenazadoras que acechan en las profundidades.
Lo más espectacular es el Gran Agujero Azul, una de las grandes maravillas naturales del mundo, la mayor atracción turística del país. Desde el aire se ve como una mancha oscura: se trata de un agujero de 120 metros que se adentra en las profundidades del océano y aunque está lleno hasta casi la mitad de sedimentos y desechos naturales, es una experiencia de buceo maravillosa. Los tiburones acompañan a los submarinistas en su descenso al fondo del mar.
2. Los atolones más bellos del Caribe
Belice tiene algunos de los atolones más espectaculares del planeta. Por ejemplo, el atolón de Glover, que dibuja sobre el agua una especie de collar de perlas de arena blanca, y se compone de media docena de islotes casi vírgenes frecuentado, en su momento, por piratas agazapados a la espera de “pescar” alguno de los galeones españoles que venían desde Honduras. Es perfecto para hacer kayak. Aquí se ha impuesto la filosofía eco en el turismo. Y se agradece. Otro lugar perfecto para practicar el kayak es el Cayo Ambergris, la llamada Isla Bonita a la que cantó Madona. Es estupenda también para bucear, practicar windsurf, yoga, ir en bici… o tomar el sol. En resumen, la buena vida en una isla diminuta.
3. Ruinas mayas de película para competir con los vecinos
Belice, Xunantunich © milosk50 / Shutterstock
Todo el mundo habla de Tikal, en Guatemala, o de Chichén Itzá, en México, pero en Belice se encuentra Caracol, el mayor asentamiento maya del país, que en su día fue tan importante como Tikal pero que hoy puede resultar incluso más espectacular. Este enclave envuelto en la jungla se sitúa a unos 84 km de San Ignacio. Hay templos, talleres de artesanos, mercados y un palacio, el Caana (palacio del cielo) que con sus 42 metros de altura sigue siendo el edificio más alto de Belice.
Y hay muchos otros yacimientos mayas, como Altun Ha, unas ruinas que sirvieron de inspiración para la etiqueta de la botella de Belikin y para los billetes beliceños. Aquí es muy fácil llegar porque está solo a 55 km al norte de Ciudad de Belice. Aunque son más pequeñas que otras ruinas, tiene una espectacular plaza central con 10 edificios distintos de los ss. VI y VII, como el Templo de los Altares de Mampostería. Desde lo alto de los templos se contempla la jungla circundante.
Y si se quiere visitar yacimientos impresionantes, se puede continuar con los de Xunantunich y Lamanai, famosos sobre todo por los jeroglíficos. Llegar a ellos es toda una odisea: hay que cruzar el río Mopán en un ferri de cable y atravesar una jungla repleta de aves y mariposas para llegar a un conjunto de templos y plazas que se remontan al comienzo del Período Clásico maya. Una vez allí, es posible explorar diferentes edificios y plazas y subir los 39 m de El Castillo, desde donde hay vistas espectaculares de 360º. Para muchos viajeros, las ruinas de Lamanai son las más espectaculares y abarcan todas las fases de la civilización maya. Son famosas por sus relieves en piedra, su impresionante arquitectura y su espectacular ubicación, con vistas a la laguna del río Nuevo y rodeadas por densa jungla. A este remoto lugar se llega en barco por el río Nuevo con una sensación total de aventura, entre monos aulladores y observando todo tipo de animales.
4. Olas increíbles para galopar
Belice, Cayo Caulker © Diego Grandi / Shutterstock
En Cayo Caulker la vida es lenta, muy lenta. No hay problemas, tampoco hay coches, aunque sí señales de tráfico que animan a “ir lentos”. Se ven bicicletas y carritos de golf, y sobre todo hay mucha gente que llega hasta allí para surcar las olas (vela, windsurf, kite board). La barrera coralina queda muy cerca y el submarinismo y el snorkel son una tentación irresistible. Hay manglares llenos de vida que se pueden explorar en kayak y aventuras para todos los públicos.
5. La cultura garífuna, una experiencia especial
También hay espacio para la cultura en Belice, una cultura muy especial, la garífuna, que se caracteriza sobre todo por la música y los tambores. Con los maestros garífunas de Dangriga y Punta Gorda, en el sur de Belice, se podrá estudiar percusión o aprender a fabricar tambores; y en Hopkins es posible participar en una ceremonia de tambores o disfrutar de todas las tradiciones el Día del Pueblo Garífuna (19 de noviembre). Hopkins es un lugar tranquilo, donde parece que nada ha cambiado durante siglos. Allí se vive a ritmo lento, pescando, tocando el tambor y paseando por la calle. No le falta la playa: es estrecha pero tiene unas espectaculares vistas al Caribe.
6. Descender a las profundidades
También hay maravillas naturales bajo tierra. En las extensas cuevas de Nohoch Che’en uno puede sentirse un un auténtico explorador o flotar por un oscuro río sobre una lancha neumática. Es relajante y, además, se descubren maravillas naturales como si se fuera el primero en contemplarlas. El río Caves Branch fluye por estas cuevas y permite adentrarse por pasadizos laterales hacia otras cavidades como la maravillosa cueva Crystal.
7. Caminando con jaguares
Belice, Cokscomb Basin Wildlife Sanctuary © Matyas Rehak / Shutterstock
En un país que presume de ser “eco”, no pueden faltar las caminatas entre selvas, descubriendo santuarios naturales protegidos, como el Mayflower Bocawina National Park o el Cokscomb Basin Wildlife Sanctuary. Hay cascadas, pozas para nadar e incluso pequeñas ruinas mayas para sentirse como un auténtico explorador del s. XIX. El viajero estará rodeado de aves, mamíferos, reptiles e incluso de los inquietantes monos aulladores negros. El Mayflower Bocawina National Park es muy accesible desde Hokins o Dagriga y permitirá disfrutar un poco de todo: senderos, yacimientos o cascadas… y con muchos menos turistas que en otras zonas del país. Para ver a los famosos jaguares que son el emblema del país, se puede ir al Cockscomb Basin Wildlife Sanctuary, el refugio de jaguares más famoso de Belice, y una de las mayores zonas protegidas del país (518 ha). Tiene centro de visitantes, alojamiento y una buena red de rutas excursionistas.
8. Los mayas que siguen viviendo aquí
No solo hay ruinas de los antiguos mayas. Sus descendientes siguen viviendo aquí y solo hay que recorrer el distrito de Toledo para ver cómo viven los mayas modernos, sus rituales y tradiciones: desde Lubaantun hay un circuito por Big Falls, San Miguel y San Pedro Columbia, que está lleno de aldeas preciosas y muy auténticas. Para hacerlo más fácil, el programa Living Maya Experience nos permitirá vivir con los mayas de hoy, visitando sus casas, una granja de cacao, un arpista maya o aprendiendo cómo elaboran su famoso chocolate.