La ruta circular: el Anillo de Oro de Rusia
Al este de Moscú yace un territorio de pequeñas ciudades históricas, antiguas iglesias de cúpulas bulbosas, pintorescas casas de campo y una campiña impoluta, en claro contraste con la megalomanía imperial de Moscú y San Petersburgo.
Bogolyubovo, cerca de Vladimir, Rusia © Sergey Lavrentev / Shutterstock
Cuando la URSS empezó a abrirse al turismo extranjero en los años sesenta, las autoridades crearon una ruta circular en esta zona, a la que llamaron el Anillo de Oro de Rusia, y el nombre hizo fortuna.
Aunque es posible recorrer todo el circuito en tren y autobús, lo mejor es hacerlo en automóvil; alquilando uno en Moscú, donde están representadas la mayoría de las agencias internacionales de alquiler de vehículos. Como el mayor problema que uno va a encontrar son los demenciales atascos de las carreteras que salen de Moscú, conviene ponerse en marcha temprano y evitar los fines de semana, cuando la mitad de la ciudad sale rumbo a sus dachas (casas de campo).
No hay una razón concreta, pero preferimos trazar la ruta en sentido contrario a las agujas del reloj, lo cual significa tomar la M7 rumbo a Vladimir (187 km). Esta capital medieval fue la sede del poder antes del auge de Moscú, y ahora un par de horas son suficientes para explorarla. Con un poco de suerte, el viajero podrá ver una misa ortodoxa en la antigua Catedral de la Dormición, el icono de la ciudad. Después podrá maravillarse con las refinadas tallas de piedra de los muros de la vecina Catedral de san Demetrio y disfrutar de las vistas del valle del río Oka, que no dejan ninguna duda de por qué los príncipes de Kyiv escogieron este lugar como capital del norte.
Acto seguido es buena idea visitar Suzdal (a 36 km), más carismático y más avanzado en cuanto a alojamiento. La joya del Anillo de Oro se echó a un lado ante la modernización –o destrucción– del s. XX y conserva su ambiente rural de antigua ciudad de mercaderes rusos: sus iglesias de cúpulas doradas se mezclan con pintorescas casas de campo de madera, y un sereno riachuelo fluye entre prados de flores y colinas verdes. El viajero puede empaparse de toneladas de cultura en este lugar, pero también es un buen sitio para, simplemente, sentarse a leer un libro o descubrir las delicias de un auténtico baño de vapor ruso.
Plyos, Rusia © g0d4ather / www.flickr.com/photos/129701879@N06/16010645768
Justo después del desvío a Suzdal, la campiña convierte en un idilio rural el resto del viaje. Más allá de Suzdal, la carretera atraviesa bosques de abetos y plantaciones de abedules, con pintorescas aldeas por el camino. Pasa por Ivanovo (a 79 km de Suzdal), ciudad de fábricas textiles y poco más, y vira al noroeste hacia Vsevolozhsk.
Pero, si en lugar de virar, se sigue recto durante 15 min, se llega a Plyos, una ciudad de casas de madera repartidas por colinas verdes que bajan hasta el poderoso Volga. Colonia de artistas al comienzo del s. XX, Plyos está inmortalizada en numerosas pinturas que pueden contemplarse en los principales museos de Rusia. Además, cuenta con un museo propio, el Levitan House Museum, y, en verano, con una gran cantidad de estudiantes de arte que buscan la inspiración de sus famosos predecesores.
Tras regresar a la carretera principal se puede continuar hasta Kostromá (a 71 km de Plyos), el lugar donde el primer Romanov fue propuesto como zar, creando así la dinastía que gobernó Rusia durante 300 años. Todo sucedió en el Monasterio Ipátiev, una imponente fortaleza en la confluencia de los ríos Kostroma y Volga. Cerca de allí se halla la pensión Yablonevy Sad, que recrea el ambiente de un hogar rural ruso y sirve ricos panqueques de manzana para desayunar.
Monasterio Ipátiev, Kostromá, Rusia © Alexxx Malev / www.flickr.com/photos/alexxx-malev/8083026648
Conviene tener la cámara preparada al cruzar el Volga hacia el centro de Kostromá: las vistas son impresionantes. Si hay tiempo, es buena idea visitar la Sumarokovskaya Moose Farm y probar la leche de alce, dicen que tiene muchas propiedades curativas. Otra opción es ir a conocer uno de los mejores centros de baños de vapor rusos, en el Azimut hotel.
A unos 84 km de Kostromá, la carretera llega a Yaroslavl, una ciudad tan antigua como la misma Rusia, pero mucho más bonita que la mayoría de las ciudades rusas modernas. No solo parece contar con la mayor cantidad de iglesias de cúpulas bulbosas por metro cuadrado del país, también alberga la Iglesia de San Juan Bautista en Tolchkovo, con más cúpulas que cualquier otra iglesia de Rusia. Yaroslavl tiene un magnífico paseo ribereño para pasear y admirar el Volga, además de un puñado de bares para salir por la noche, como el Dudki Bar.
Rostov-Veliky, Rusia © Dmitry Risenberg / www.flickr.com/photos/132924664@N08/32063319931
Desde Yaroslavl, la agradable M8 va hacia Moscú (267 km), pasando por tres ciudades históricas de camino. Rostov-Veliky tiene un impresionante Kremlin de muros rosados, a juego con las puestas de sol y las albas sobre el extenso lago Nero. Pereslavl-Zalessky es otra ciudad lacustre para sintonizar con la calma rural paseando en bicicleta de uno de los varios monasterios de la ciudad a otro.
La última parada de la ruta es Sergiev Posad, sede del Monasterio de la Trinidad y de San Sergio, la residencia monástica más importante de Rusia, y la que cuenta con la decoración más ostentosa.
Desde allí solo quedan 80 km para llegar a Moscú, pero conviene no viajar en domingo, cuando los moscovitas regresan de sus dachas, si no se quieren perder horas y horas en atascos de tráfico.
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