Muchos son los visitantes que llegan a Italia por el deseo de visitar sus lugares de fe y encontrar respuesta a sus dudas más trascendentales. Roma, sin duda, es la meca católica del turismo religioso ya que a ella acuden la mayoría de los viajeros. Pero existen otros sitios en el país transalpino que atraen cada año a miles de personas deseosas de realizar rutas sacras que les permiten, además, conocer bellos e interesantes enclaves turísticos. Una de las provincias italianas con más lugares de culto es el Chieti, en los Abruzos, una región a orillas del Adriático que todavía es una gran desconocida para nosotros (pese a que muchos os sonará, desgraciadamente, por el terremoto que asoló su capital, L’Aquila, en el año 2009).
Italia es un país de gran tradición católica y quizás los Abruzos, cuyos parajes son también dignos de mención (aunque no hablaré de ellos en este artículo), ponen de manifiesto el peso que ha tenido y tiene la religión. Así, uno de los enclaves de culto más visitados del Chieti es la iglesia de San Francisco de la pequeña localidad medieval de Lanciano, que guarda el Milagro Eucarístico más antiguo del mundo católico.
La historia es muy particular. A principios del siglo VIII, un monje basilio tuvo dudas sobre la presencia de Cristo en el sacramento de la Eucaristía. Cuenta la tradición que durante un momento de la celebración de este rito la hostia y el vino consagrados se transformaron en carne y sangre. Ambos vestigios, que se conservan en un ostensorio de escuela napolitana y en un cáliz de cristal, se sometieron a un estudio durante los años setenta en el hospital de Arezzo que dio como resultado que se trataba de sangre y tejido humano cardíaco que nunca habían recibido tratamiento alguno para su conservación. Obviamente, a partir de aquí, todo es cuestión de fe.
Aparte del Milagro Eucarístico, Lanciano cuenta con otros atractivos como el recorrido arqueológico subterráneo que une el Puente de Diocleciano, sobre el que descansa la Catedral, con el complejo de San Legonciano y la propia iglesia de San Francisco. También puede ser muy interesante visitar el Museo Diocesano de esta localidad donde se conservan importantes testimonios de arte sacro.
Pero hay muchos más lugares sacros en el Chieti. Por ejemplo, en la iglesia de Santa María Mayor de Città del Vasto, una población bañada por el Adriático, hay una gran devoción por la figura de San Cesáreo, un mártir cuyos restos se yerguen cada vez que hay un movimiento sísmico. O eso dicen.
No obstante, uno de los pueblos más bellos del Chieti se encuentra en el interior de la provincia. Se trata de Guardiagrele, puerta de entrada del Parque Nacional de la Majella, una localidad con un recoleto centro histórico, plagado de muestras de arquitectura religiosa y militar, y de la que no hay que marcharse sin probar los dulces llamados sise delle monache (algo así como pechos de monjas). No se preocupen. Degustarlos no es ni tan siquiera un pecado venial.
Texto y fotos: María Jesús Tomé