Una joya inesperada entre mar y montaña
Emplazada entre el mar y la montaña, a medio camino entre la alta Cordillera Cantábrica y la cautivadora Costa Verde, la capital de Asturias es una pequeña joya que se alza exactamente en el centro geográfico de la región y que es capaz de encantar a todo tipo de viajeros.
Su amplio casco histórico, atravesado por silenciosas calles empedradas, majestuosos edificios nobiliarios e iglesias milenarias, deja sin aliento a los amantes del arte y de la arquitectura, mientras que la sabrosa cocina que se sirve en sidrerías y restaurantes de la ciudad hace la boca agua a los buenos paladares.
Si a todo esto se le añade una vida nocturna animada por miles de estudiantes universitarios, un variado abanico de opciones de diversión y un conjunto de modernos museos, exposiciones y construcciones de interés, ahí es cuando Oviedo se convierte en un destino imprescindible para quienes quieran trasladarse a otra época y a lugares inesperados sin alejarse demasiado de casa.
A la sombra del campanario de la catedral
Todo viajero que se precie tiene que empezar su visita de la ciudad por la plaza Alfonso II el Casto, vital y elegante explanada que se extiende a la sombra del vertiginoso campanario (¡80 m!) de la catedral de San Salvador, considerada una obra maestra del estilo gótico peninsular.
En cuanto se haya divisado la extraordinaria fachada del templo desde el fondo de la plaza, es tiempo de aventurarse en el interior de la iglesia, edificada a partir del s. XI bajo la orden de Alfonso II, que mandó construir un extenso complejo cardenalicio formado por otros templos, monasterios y palacios, a día de hoy casi completamente desaparecidos.
De aquellas originarias obras solo queda la Cámara Santa, eje espiritual de la catedral y “caja fuerte” que custodia sus joyas más preciosas y sagradas. Se trata de una pequeña capilla protegida por una reja en la que descansan, desde hace más de mil años, la Cruz de la Victoria, la de Los Ángeles y el Arca Santa, obras magistrales de orfebrería datadas entre los ss. XI y IX, y símbolos de la identidad de los asturianos.
Palacio-Iglesia de Santa María del Naranco © José Francisco Sánchez Díaz / www.fototropia.com
Las otras joyas del prerrománico asturiano
Como es muy fácil quedarse encantado por tanta maravilla artística y arquitectónica, hay que dejarse llevar y descubrir el resto de edificios que Alfonso II y sus sucesores mandaron levantar alrededor de la ciudad a caballo del año 1000.
No lejos del casco histórico, por ejemplo, se alza la iglesia de San Julián de los Prados, templo de planta basilical fechado en el s. XI cuyas paredes están pintadas con motivos geométricos y florales. A unos pocos kilómetros del centro (conectados a través de frecuentes líneas de autobuses) se levantan el palacio-iglesia de Santa María del Naranco y la iglesia de San Miguel de Lillo. Declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco, son dos de los más sublimes templos de la región. El primero, ornado con dos balcones panorámicos, estaba destinado a ser una residencia real en el año 842, y cuya capilla era la cercana iglesia de San Miguel de Lillo. Cuando una parte de esta se derrumbó (la cabecera y dos tramos de las tres naves) en el s. XII, el palacio fue reconvertido en lugar de culto, y que a día de hoy constituye un precioso conjunto monumental.
Sobre todo en los días más calurosos del verano, es buena idea – una vez visitadas ambas iglesias – disfrutar de un sosegado y refrescante pícnic bajo la sombra del tupido bosque que rodea los edificios.
Más museos dentro de espléndidos palacios…
En caso de que se quiera retrasar la visita a los templos prerrománicos para callejear un poco más y descubrir la historia de la ciudad, es recomendable planear muy bien la ruta, ya que la ciudad está repleta de museos y otros sitios de interés que sería una lástima no visitar.
Un buen sitio para empezar es el Museo de Bellas Artes de Asturias, a unos pocos metros de la catedral. En su tres edificios, alberga una maravillosa colección de tablas, lienzos y esculturas que abarca nueve siglos, desde obras de la Edad Media hasta piezas de los máximos autores europeos y españoles, como El Greco, Murillo, Goya, Picasso, Dalí o Miró.
Desde aquí, no hará falta caminar demasiado para descubrir las más antiguas raíces de la región en el Museo Arqueológico de Asturias, hospedado en el renacentista ex convento de San Vicente, con sus hallazgos paleolíticos, romanos y medievales.
Escanciando en una sidrería de Oviedo © José Francisco Sánchez Díaz / www.fototropia.com
…y al aire libre
Quizás es el momento de hacer una pequeña pausa para descansar. Para ello, Oviedo cuenta con decenas de exquisitos restaurantes y sidrerías por cada una de sus calles.
La más famosa es la calle de Gascona, conocida como el “Bulevar de la Sidra”, pero hay excelentes tabernas también alrededor del mercado del Fontán, otro bullicioso punto neurálgico de la ciudad, o en la plaza Trascorrales, uno de los rincones más fotografiados de Oviedo. La razón por la que muchos viajeros abarrotan esta plaza, además de los cachopos, las fabadas, el pixín (rape) y otras delicias que se sirven en las mesas de sus restaurantes, reside en la presencia de dos de las más de cien estatuas que adornan la ciudad, y que la convierten en un magnífico museo al aire libre.
Los curiosos pueden seguir una particular ruta para encontrar algunas de las imprescindibles y que ya forman parte de la mitología local, como la de la Regenta, el personaje que protagoniza la homónima novela de Clarín ambientada en Oviedo; la del director estadounidense Woody Allen, a quien le robaron las gafas unos días antes de la inauguración; la de la Maternidad de Fernando Botero en la concurrida plaza de la Escandalera, y el Culis Monumentalibus, que se alza en el corazón comercial de la ciudad, entre las calles Pelayo, Uría y de Palacio Valdés.
Oviedo, un destino para familias
En los últimos años, Oviedo se ha convertido cada vez más en un destino ideal para las familias y quienes viajan con niños. Las razones son muchas y muy diferentes: la ciudad lidera los ‘rankings’ de las más limpias de España, tiene una gran variedad de actividades para todas las edades, y sus zonas de recreo y áreas verdes parecen estar hechas a medida de los más pequeños.
Si se viaja en familia, una vez que se hayan descubierto las estatuas más prestigiosas del casco histórico, lo mejor es emprender la búsqueda de otra icónica figura, la de la pequeña Mafalda, el célebre personaje del dibujante Quino. Está sentada en un banco del Campo de San Francisco, el céntrico y sombrío pulmón verde ovetense, mirando un pequeño lago con sus patos y sus peces.
Aunque la cola para fotografiarse con Mafalda puede ser larga, no hay de qué preocuparse, ya que los pequeños de la casa pueden corretear entre parterres, fuentes y quioscos con total seguridad. Y en cuanto las fotos estén hechas, ¿por qué no dirigirse a una exposición que hará felices a los niños más curiosos? En el Museo de Geología, a unos 10 min del casco histórico, se descubrirán miles de ejemplares de minerales, fósiles y meteoritos que cuentan la historia de la formación de la Tierra.
Lonely Planet ha escrito este artículo con el apoyo del Ayuntamiento de Oviedo. Todas las opiniones expresadas son propiedad estrictamente de Lonely Planet y reflejan su política de imparcialidad e independencia editorial.