Cinco rincones ajenos al vaivén de turistas
Las personas que mejor conocen la Ciudad Eterna nos revelan los lugares que aman. Desde ruinas olvidadas a restaurantes que sobreviven más allá de la pasta.
1. Sora Margherita
Muy cerca del río Tiber, en la Piazza delle Cinque Scole, la cocina de este restaurante sigue preparando su especialidad, las carciofo alla giuda o alcachofas fritas, como si el tiempo no hubiera pasado por ella. El local no es muy grande, y el ambiente es extremadamente sencillo: manteles de papel, menús escritos a mano en papel de estraza y una cortina roja de lana trenzada que hace las veces de puerta. Sora Margherita hace muchos años que abrió una tradicional cantina de obreros en pleno barrio judío del Guetto y aún hoy mantiene tanto esa esencia como los platos de la antigua cocina judío-romana. “Había muchos sitios como este en los años setenta del siglo pasado, pero casi todos se convirtieron en algo más refinado”, nos cuenta Elizabeth Minchilli, bloguera de alimentación que también nos recomienda probar las albóndigas en salsa de tomate, las salchichas de buey y la deliciosa tarta de ricota.
2. Villa de los Quintili
Tomando una de las calzadas más importantes del Imperio Romano, la Vía Apia, llegamos hasta esta antigua Villa Romana construida en el siglo II d.C. La mansión tan espectacular y majestuosa en su tiempo provocó que el emperador Cómodo, enamorado de la villa, se la confiscara a sus legítimos dueños, los hermanos Quintili. Hoy, su esqueleto de ladrillo rojo y sus intrincados suelos de mármol es de lo poco que queda en pie. Eso y algunas esculturas resguardadas en el museo de la villa como la de Zeus sin nariz. La maravillosa campiña romana que rodea a la Villa de los Quintili ofrece una imagen icónica y poco habitual en Roma, vacía de turistas, algo que no deja de sorprender a la arqueóloga Elisa Valeria Bove, que reivindica la belleza de este lugar al que no puede evitar volver una y otra vez.
3. Zia Rosetta
Massimo Innocenti es restaurador en Roma–con toda la responsabilidad que eso implica– y nos descubre el pan roseta, un panecillo típico romano con forma de rosa. Un bocadito muy apetecible que planta cara a las omnipresentes hamburguesas. El pan roseta es también, la estrella del Zia Rosetta, un coqueto bar con espacio para apenas ocho comensales. Alessandro Verderossa, su chef, prepara infinitas variedades de estos panecillos: con pollo y salsa de yogurt, berenjena a la parrilla y pesto, de tortilla de calabacín con queso de cabra y tomates confitados…
4. Vía Margutta
Justo al lado de la concurrida plaza de España se esconde este callejón que pudimos ver en la película Vacaciones en Roma y donde vivió el director de cine Federico Fellini. Con estos credenciales, Via Margutta lo tenía todo para convertirse en lugar de culto turístico en Roma. Sin embargo aún es posible pasear en bicicleta por sus adoquinado suelo o cenar en cualquier terraza disfrutando de su anonimato.
5. Suburra 1930
Suburra significa, literalmente, ‘barrio canalla’ y el término dio título a una película italiana que repasaba diversos casos de corrupción y la Mafia. Y, también, es el nombre de este bar-restaurante en el que, precisamente, el cine es el leitmotiv. Decorativamente, está ambientado en los años 30; el gramófono, la máquina de escribir, los candelabros y la espectacular barra (flanqueada por los vasos y botellas) nos ayudan a situarnos en la época. Detrás de la barra del Suburra, los camareros ataviados con chalecos y pajarita, preparan cócteles clásicos en copas de Martini que distribuyen por todo el local. Sin embargo para Federica Monciotti, gerente de una boutique, lo mejor ocurre en la terraza en verano donde se proyectan películas al aire libre.