Lieja, la segunda ciudad más poblada de Valonia, es la eterna olvidada de Bélgica, una etiqueta del todo inmerecida a juzgar por su ambiente universitario, su ritmo nocturno, sus catedrales, su gastronomía y su espíritu cosmopolita. Un “pequeño París” que conserva vestigios de su grandeza pasada cuando fue principado independiente.
En las laderas del río Mosa, en la frontera entre Alemania, los Países Bajos y Luxemburgo, se despliega la multicultural y vital Lieja: una moderna ciudad universitaria cuyo pasado está plenamente ligado a la historia de la Iglesia. Y es que, antiguamente, Lieja fue feudo del Sacro Imperio Romano germánico y, durante ocho siglos, constituyó el primer principado episcopal de la Iglesia, llegando a obtener la autonomía bajo el gobierno de una estirpe de príncipes-obispos nombrados por el emperador germano. Una estirpe que existió ni más ni menos que desde el año 980 hasta que los revolucionarios franceses la abolieron en 1795 y que contribuyó a forjar “el espíritu liejés”: caluroso, tenaz, burlón y orgulloso.
Hoy, dos siglos más tarde, es conocida por la cantidad de estudiantes Erasmus que terminan la carrera en su Universidad. Gracias a ellos Lieja se ha convertido en la ciudad que nunca duerme. Su amplia oferta de bares, cafeterías, restaurantes y bonitas tiendas así como su vibrante vida nocturna la hacen un destino burbujeante para los amantes del ocio. Quien quiera adentrarse en este ambiente festivo debe acercarse al Carrè Square, punto neurálgico de encuentro estudiantil, o pasear por los alrededores de la Place du Marché, con infinidad de locales para disfrutar tanto de día como de noche. Los apasionados de la gastronomía encontrarán en cafés, tascas y cervecerías especialidades locales como la cerveza de Jupille. El famoso "café liégeois" será un punto final inimitable a una comida a base de morcillas, charcutería, la típica ensalada de tocino, judías y patatas, los célebres "boulets-frites" con almíbar o a los riñones aderezados.
Una de las citas obligadas en la Ciudad Ardiente, apelativo procedente de la novela de Henry Carton de Wiart que cuenta el saqueo de la ciudad por las tropas de Carlos el Temerario en 1468, es el Palacio de los Príncipes-obispos, el edificio gótico más amplio del mundo. Se trata de un claro ejemplo del Renacimiento, cuya creación se inició en 1734, aunque fuera el príncipe-obispo Érard de la Marck quien le otorgara su imagen actual. Uno de sus principales atractivos son las galerías del primer patio, famosas por sus sesenta columnas todas diferentes. Otra edificación a tener en cuenta es la Catedral de Saint-Paul, de estilo gótico, fundada en el s. X. Entre sus particularidades, el carillón, unas vidrieras del siglo XVI o un tesoro con obras de la antigua catedral.
De estilo barroco, la emblemática Catedral de Saint-Barthélemy también merece una parada, entre otras cosas porque contiene unas célebres pilas bautismales, de principios del s. XII, consideradas una de las siete maravillas de Bélgica
Contrasta la contemporánea estación Gare des Guillemins, creación de Santiago Calatrava, una de las más grandes de Europa. Erigida en 2009, con el cristal y el hormigón como materiales principales. La estación se conecta a la ciudad por medio de un gran bulevar con láminas de agua y espacios verdes prolongado por una pasarela peatonal que cruza el río Mosa.
Pero, sin duda, una de las visitas más interesantes de Lieja es el Archéoforum. Además de su original ubicación, bajo la Place Saint-Lambert, alberga vestigios prehistóricos de un valor incalculable. Otro museo destacable es el Grand-Curtius, un conjunto museístico que reúne colecciones de arqueología, artes decorativas, arte mosano, armas y cristalería. Lo encontrarás en el Palacio Curtius, a orillas del Mosa, que el industrial Jean de Corte mandó construir en el siglo XVII.
Además de su patrimonio, Lieja disfruta de un tentador calendario de eventos: celebra la Fiesta de Valonia, el Festival de Jazz, el mercadillo de Navidad o la carrera ciclista Lieja-Bastoña-Lieja. Eso sin contar que Lieja es también la ciudad del gran escritor Georges Simenon. Los personajes, los paisajes y el ambiente de la ciudad inspiraron las famosas novelas del creador del comisario Maigret. Un itinerario a través de la ciudad llevado como una verdadera investigación policíaca nos permite descubrir los lugares "mágicos" que influenciaron a este novelista del género negro más importante del mundo.
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