Aunque cualquier medio es ideal para aterrizar en Lausana, es quizá la llegada en barco la más agradable y sorprendente. Nos balancean las aguas apacibles del lago Lemán, que la baña. La ciudad se eleva imponente ante nosotros, encaramándose sobre tres colinas a las cuales se accede fácilmente en transporte público. De hecho, la M2 es la línea de metro más inclinada del mundo, con un 12% de inclinación.
Merece la pena dar un paseo por el puerto de Ouchy y caminar, siguiendo el lago, hacia oriente. Es allí donde se encuentran dos museos de gran interés: el Musée de l'Elysée, un museo de fotografía muy recomendable, y, por supuesto, el Museo Olímpico. Desde que en 1915 Lausana se convirtió en la sede del Comité Olímpico Internacional, la ciudad ha crecido con un espíritu deportivo único. Así pues, la que es Capital Olímpica desde 1994, es, a su vez, la sede del Museo Olímpico más importante del mundo. Todo ello confiere a la ciudad un aire deportivo inagotable. Y es que aquí se puede practicar esquí nórdico en las montañas que rodean la ciudad, ir en barco de vela por el lago, nadar al aire libre en verano y hacer footing a pie de agua. Lausana rebosa deporte por los cuatro costados.
También juventud. Se trata de una de las ciudades universitarias más destacadas del país. Alejada del centro de la ciudad pero accesible en transporte público, está la zona del Instituto Federal Politécnico de Lausana (EPFL), donde se encuentran las escuelas técnicas punteras de Suiza. Un edificio blanco y ondulante destaca por encima de los demás. Se trata del Rolex Learning Center, obra de la agencia japonesa SANAA.
Pero es en el centro donde la catedral gótica se levanta imponente, alargada y espiritual, siempre agraciada por los rayos de luz de colores que penetran por el rosetón central. Lausana fue, durante más de mil años, sede obispal. Rodean la sede callejuelas pintorescas que contrastan con la modernidad de algunas tiendas y galerías. Es aquí, cerca de la catedral, donde se encuentra el museo de diseño Mudac. Por las Escaliers du Marché, una bonita escalinata de madera, se puede llegar hasta la Place de la Palud.
También es obligado el paseo por la rue de Bourg, peatonal y comercial, así como acercarse al barrio de Flon, uno de los más modernos de Lausana. La zona, recuperada en los últimos años de los restos de un antiguo barrio industrial, es ahora un centro de modernidad y juventud. Cerca de aquí asoma la Bel-Air Tower, una torre de 55 metros con un aire algo anticuado. Se trata del primer rascacielos suizo, construido en 1931.
Para terminar la visita, merece la pena dar una ojeada a la magnífica colección del museo Art Brut. A través de ella, se puede conocer una corriente artística basada en la creación de colectivos marginales. Fue el pintor francés Jean Duffuet el que donó esta importante colección a la ciudad de Lausana. Para los amantes de algo más clásico,la Fondation l'Hermitage, situada en una clásica villa del siglo XIX y con vistas espectaculares sobre la ciudad, es el museo de referencia en esta activa ciudad.
Texto: Clara Arnedo / Fotos de Oficina de Turismo de Suiza