5 propuestas para diversificar y ser más sostenible
Las grandes atracciones de Europa Occidental son impresionantes, pero atraen a un montón de gente y la magia de visitar los grandes puntos de interés de una ciudad puede desvanecerse enseguida entre largas colas y un mar de palos de selfi. Para recuperar esa magia es buena idea explorar nuevos rincones. A continuación, presentamos una selección de puntos de interés alternativos que, además, tienen el beneficio añadido de impulsar economías secundarias y dar un respiro a las infraestructuras más masificadas.
1. Historia y vida estudiantil: Leipzig, alternativa a Berlín, Alemania
El Neues Rathaus (Nuevo Ayuntamiento) de Leipzig, arquitectónicamente espectacular © Sergey Dzyuba / Shuttersetock
Considerado como ‘el nuevo Berlin’, Leipzig ofrece puntos de interés de talla mundial sin colas ni multitudes. La estrella emergente de Sajonia fue pieza clave en la reunificación de Alemania Germany y, al ser la sede de una de las universidades más antiguas del mundo, esta ciudad que suelen obviar los turistas posee una historia muy rica en música y filosofía.
Entre los alumnos que han pasado por la Universidad de Leipzig destacan Goethe, Wagner y Nietzsche, lo cual demuestra que la ciudad ya atraía a visitantes insignes antes de reformular su nueva y moderna personalidad. Berlín tiene la Isla de los Museos, pero Leipzig cuenta con una reputada cultura museística y galerística propia: por nombrar tan solo algunos ejemplos, destacan el Museo Bach, el German Photography Museum y el Museum in der Runden Ecke, una mirada bien documentada sobre la vida en la antigua sede de la Stasi, la policía secreta.
Es posible que el arte urbano de Leipzig no destaque tanto como el de Berlín, pero la verdad es que ofrece una experiencia más gratificante comparada con las visitas en grupo que organizan los operadores turísticos berlineses. Expuesto, sobre todo, en los muros del barrio de Connewitz, el de Leipzig es un arte cargado de mensajes políticos e incluso cuenta con un banksy. Además, las suelas de los zapatos también lo agradecerán, ya que Leipzig es bastante más pequeño que Berlín.
Por otro lado, la vida nocturna berlinesa, entre la ostentación y lo sórdido, es famosa en todo el mundo, pero en la pequeña Leipzig todo es mucho más fácil: ya sea en el veterano club de música techno Distillery o en Flowerpower, el local kitsch de música en directo que rinde homenaje a todo lo de los años sesenta, es una ciudad que demuestra que no se toma a sí misma demasiado en serio.
2. Arquitectura medieval y cultura ribereña: Gante, alternativa a Brujas, Bélgica
Explorar la belleza de Gante por sus plácidos canales © TTstudio / Shutterstock
Brujas es una ciudad de casas de muñecas: ornamentada, compacta y con un encanto inconmensurable, pero esto puede significar que la única vida local que vea el viajero sea la de fuera de las murallas. A menos de una hora en automóvil, la también resplandeciente Gante se regocija en su historia antigua sin dejar de nutrir su joven espíritu.
El despliegue de puentes y agujas medievales de Gante se puede descubrir dando un paseo vespertino que empiece en la iglesia de San Miguel termine en la magnífica catedral de San Bavón. ¿Que el campanario de Brujas es impresionante? Gante también tiene el suyo, y no está tan abarrotado de turistas.
Cerca de allí, en las apacibles calles adoquinadas de Patershol y Prinsenhof, se pueden ver edificios dignos de un cuento de hadas. Y si en las excursiones en barco por los canales de Brujas hay que ir muy apretados, en Gante se pueden circunnavegar tramos del río en kayak y ver de cerca el plato fuerte de la ciudad: el imponente Castillo de los Condes.
Brujas prefiere cerrar pronto sus puntos de interés, pero Gante se crece al caer la noche gracias a la premiada iniciativa Light Plan, por la cual los edificios y las esculturas de la ciudad brillan sobre las tranquilas aguas de los canales.
Y, además, hay un montón de bares animados donde elegir, desde el mejor local junto al río, Het Waterhuis aan de Bierkant, hasta Dulle Griet, un acogedor bar que sirve más de 500 cervezas distintas.
3. Jardines frondosos y tapas: Sevilla, alternativa a Barcelona, España
La belleza serena de la Plaza de España, en Sevilla© Marques / Shutterstock
Poca gente negará el atractivo de Barcelona, pero es una ciudad donde es fácil sentirse agobiado mientras se espera turno para sacarse la clásica foto de Instagram en el Park Güell o se hace cola para pasar la tarde visitando La Sagrada Família. Aunque son puntos de interés recomendables, despiertan al viajero impaciente y sudoroso que todos llevamos dentro.
Una buena alternativa es dejarse llevar por el ritmo más lento que marca la encantadora Sevilla. Esta ciudad del sur de España presume de ruinas romas, ornamentadas torres moriscas y una energía innata. Es buena idea perderse entre la arquitectura y los frondosos jardines del Alcázar de Sevilla, catalogado por la Unesco y reconocible como el soleado Dorne de Juego de tronos; o pasear por la utopía mediterránea que es el Parque de María Luisa, con sus fuentes de mosaicos de colores y sus avenidas con sombra.
Y por lo que respecta a la comida, para dar con los platos más auténticos no hay que alejarse mucho del centro de la ciudad. Se puede tomar parte en una ruta de tapas tapas, y visitar el sensual y alegre barrio sevillano de Triana, ideal para ir de tapas y bailar flamenco hasta altas horas de la madrugada.
La capital de Andalucía también es una base estupenda para explorar exquisitos parajes de la región, y refrescarse en los baños árabes y los hammams moriscos de Córdoba o perderse por el ‘lejano oeste’ español –algo surrealista– en El Rocío, una aldea con calles sin asfaltar donde no se hace raro ver a los lugareños viajando en carretas.
4. Surf y marisco: Ericeira, alternativa a El Algarve, Portugal
Las tranquilas playas de Ericeira son una buena alternativa a El Algarve © Sergio Stakhnyk / Shutterstock
Mientras que legiones de familias, amantes del surf y veraneantes quedan prendados de El Algarve, es difícil no pensar en las hordas de turistas al imaginarse los largos veranos portugueses. Una gran alternativa a El Algarve es la adormilada pero espectacular Ericeira.
A tan solo 50 km de Lisboa, esta ciudad pesquera se halla aposentada sobre unos acantilados con vistas al Atlántico y dos de sus principales atractivos son de excelente calidad: las olas y el sabroso marisco. Adorada por los lugareños, como prueban las hileras de casitas encaladas tradicionales tan bien conservadas, es también muy apreciada por los veraneantes lisboetas por sus precios, mucho más asequibles.
Cada año El Algarve disfruta de una temporada de surf internacional muy concurrida; pero en Ericeira, con más de 30 enclaves surfistas, se puede gozar de clases de surf en grupos reducidos y en playas sin abarrotar. Los lugareños salen a diario a cabalgar olas y existen escuelas surfistas muy reputadas, como Surf Camp Ericeira, que también ofrece uno de los mejores albergues de surf de la zona. Además, al norte de la ciudad está la Ericeira World Surfing Reserve, la única reserva de surf que hay en Europa.
El resto del tiempo puede dedicarse a visitar tranquilos bares de estilo lounge y tiendas bohemias de surf. Y para comer buen marisco, sin florituras, lo mejor es ir a Mar à Vista, un local con mucha fama entre los lugareños. En la costa de la ciudad y sus alrededores la temperatura es más fresca que en El Algarve, lo cual es ideal para ir de excursión a pie o en bicicleta.
5. Paisajes románticos y tesoros artísticos: Padua, alternativa a Venecia, Italia
Disfrutar de la belleza del arte de Giotto y evitar las multitudes en la Cappella degli Scrovegni de Padua © EQRoy / Shutterstock
No es ningún secreto que el turismo ha desbordado Venecia. Varias restricciones han empezado a aplicarse a los turistas que visitan la ciudad de los puentes, pero aún así recibe decenas de millones de visitantes cada año. En lugar de viajar a Venecia, una buena alternativa es una pequeña ciudad que solo se halla a 40 km de distancia: Padua.
Con su despliegue de iglesias exquisitas y habitantes insignes –como Galileo, Donatello y Giotto–, la ciudad amurallada de Padua no pretende rivalizar con Venecia. Posee su propio glamour relajado italiano, con jardines ornamentales y puentes pintorescos.
A menudo obviada, Padua es una de las ciudades más antiguas del norte de Italia; y la verdad es que la majestuosidad de la pequeña vecina de Venecia sorprende: desde esa impresionante obra maestra de Giotto que es el ciclo de frescos de la Cappella degli Scrovegni, cuyo exterior resulta de lo más anodino, y la variedad de plantas de los jardines botánicos del Orto Botanico, del s. XVI, protegidos por la Unesco, hasta la extensa y meticulosa plaza elíptica Prato Della Valle, la plaza más grande de Europa.
Y si la idea de compartir cena romántica en un restaurante con un montón de gente no resulta especialmente interesante, el panorama gastronómico de Padua hace de la ciudad un lugar mucho más íntimo para una velada especial. Se puede encontrar mesa a la luz de las velas en el antiguo Da Nane della Giulia o compartir un cremoso gelato artesanal en la Gelateria Artigianale da Bruno.