Agroturismo, vida rural y un paseo por la costa
Está en el corazón del Mare Nostrum y eso asegura una experiencia 100% mediterránea. Cerdeña presume de su sofisticada y cosmopolita Costa Esmeralda, pero más allá de los lujosos resorts y las playas llenas de famosos, hay una isla de agrestes paisajes, hermosas calas, cuatro millones de ovejas, magníficos quesos, cocina auténtica y muchos rincones donde disfrutar de la vida rural más genuinamente sarda.
Aquí van tres ideas para descubrir el mundo rural de Cerdeña y los mejores paisajes: recorrer pequeños pueblos y aldeas, asomarse por algunos de los mejores senderos de la costa o practicar el agroturismo en algunos de los alojamientos rurales más auténticos.
1. Recorrer pueblos y aldeas
Visitar los pueblos y aldeas sardos es conocer el auténtico espíritu del Mediterráneo, recordar otras épocas, comer bien y disfrutar de unas vistas maravillosas. Las carreteras y los ríos se abren camino a través de los campos y montañas del interior de Cerdeña y nos llevan hasta lugares como los siguientes:
Castelsardo, un rincón de aire medieval que domina el mar desde lo alto, en la costa norte. Es un destino muy popular en las excursiones de un día por la isla por las magníficas vistas desde su espectacular centro storico, un conjunto de oscuros callejones y edificios medievales aparentemente fusionados con el risco de roca gris.
En el este de la isla, una carretera en forma de tirabuzón lleva hasta el diminuto pueblo de Ulassai. Los espectaculares acantilados de piedra caliza y dolomía, o tacchi, que respaldan Ulassai son territorio de excursionistas y senderistas que llegan a pie hasta el cañón Bruncu Pranedda o se dirigen 7 km al suroeste para contemplar la Cascata Lequarci, una cascada que se precipita desde casi 100 m de altura sobre una pared de roca. El día puede completarse con un picnic en las verdes inmediaciones del Santuario di Santa Barbara, una pintoresca capilla románica.
Monti Ferru ofrece la oportunidad de descubrir la magnífica naturaleza de los pueblos del norte y del interior de la península de Sinis, y sobre todo su ternera y su aceite de oliva. Es una preciosa zona sin apenas contaminar y llena de bosques antiguos, manantiales naturales y pequeños pueblos con mercado. Seneghe produce uno de los mejores aceites de oliva de Cerdeña y la mejor ternera de la isla, y Milis es famoso por sus suculentas y dulces naranjas.
Desde la Costa Esmeralda, a 16 km de Monte Cervo, se encuentra San Pantaleo un bello pueblo de piedra rodeado de cimas graníticas. Es un encuentro con la autenticidad que ya no conservan los insípidos complejos vacacionales de la costa. Se alza por detrás de la costa, rodeado de picos de granito y se ha convertido en una especie de refugio de artistas, repleto de pequeñas galerías y tiendas de artesanía. Además es uno de los pocos pueblos de Cerdeña que se organiza alrededor de una piazza, con una pequeña iglesia en una punta.
Laconi, es un pueblo de montaña, de callejuelas adoquinadas que serpentean hasta un frondoso parque boscoso. Está en el este de la isla, al suroeste de Aritzo, donde las montañas se suavizan hasta llegar a la amplia llanura de Sarcidano, con algunos nuraghi y otros misteriosos yacimientos históricos. Aquí hay un interesante museo arqueológico, la casa natal del único santo de Cerdeña y un boscoso parque coronado por un castillo.
2. Pasear por la costa
Los vertiginosos acantilados sardos, sus agrestes cañones y su costa llena de calas merecen un paseo, a pie o en bicicleta.
Al este de la isla, Selvaggio Blu es la excursión por excelencia por la costa más espectacular de Cerdeña. El Selvaggio Blu tiene estatus de mito: una épica excursión de siete días y 45 km a lo largo de la indómita e imperiosa costa del Golfo di Orosei que atraviesa quebradas de espesos bosques y pasa por delante de extrañas formaciones calizas, cuevas y acantilados increíblemente verticales. Tanto el paisaje como los caminos quitan el aliento (literalmente) y a menudo ha sido catalogado como el itinerario senderista más duro de Italia. El sendero sigue los difusos y a menudo invisibles caminos de los cabreros y carboneros, que contornean acantilados que se sumergen en un mar de inenarrable color azul. Hay que estar en buena forma física y tener nociones de escalada y rápel. Se recomienda ir con un guía, pues el sendero no está señalizado y no hay agua por el camino.
Riviera del Corallo es un itinerario en bicicleta por increíbles acantilados entre Alghero y Bosa en busca de vistas abiertas. La carretera de la costa se vuelve más pintoresca a medida que avanza hacia el oeste, pasando por el discreto centro turístico de Fertilia y por Porto Conte, una amplia bahía con varios hoteles y sencillas villas. El Capo Caccia es literalmente el final de la carretera, un cabo rocoso célebre por la Grotta di Nettuno. Por el camino surgen un par de buenas playas e interesantes yacimientos arqueológicos. Hacia el interior, con un paisaje más llano, el viajero hallará uno de los mejores productores vinícolas de la isla, además de varios acogedores y apacibles agriturismi.
Una de las experiencias más inolvidables en Cerdeña es caminar desde el sobrenatural Altopiano del Golgo hasta la Cala Goloritzè, una bahía con aguas de un azul increíble. En su extremo sur, las curiosas figuras calizas emergen distanciándose de la pared de los acantilados. Entre ellas está el asombroso Monte Caroddi o la Aguglia, una aguja de piedra de 148 m muy del gusto de los escaladores.
Cala Luna (Cala Gonone) es una bahía en forma de media luna que gusta mucho a los escaladores de roca por su belleza agreste, acotada por un barranco exuberante, enmarcada por acantilados horadados por cuevas y bañada por exquisitas aguas color turquesa. El lugar queda prácticamente vacío cuando se marchan las embarcaciones. Quien tenga buen sentido de la orientación puede continuar por un exigente sendero sin señalizar hasta el impresionante Arco Lupiru, de piedra, o la Cala Sisine.
El Parco di Porto Conte es uno de los dos parques naturales regionales que hay en Cerdeña. Ocupa 60 km de costa y 53,5 km2 de una zona que el oceanógrafo francés Jacques Cousteau describió como una de las más bellas del Mediterráneo. Su paisaje incluye bosques, humedales, tramos llenos de macchia (arbusto mediterráneo) y vertiginosos acantilados blancos; es un importante hábitat natural convertido en santuario de 35 especies de mamíferos y 150 especies de aves. Ofrece estupendas excursiones, sobre todo en la Reserva Natural Le Prigionette y por el promontorio que recorre el flanco oriental de Porto Conte.
3. Practicar el agroturismo sardo
Para relajarse y descubrir la vida mediterránea tal y como era, no hay nada como el agriturismo (agroturismo). Repartidas por toda la isla, estas casas rurales son la escapada definitiva, y muchas de ellas están rodeadas de robles, olivos o campos llenos de ovejas.
El Agriturismo Guthiddai es un bucólico refugio encalado al pie de escarpadas montañas y rodeado de olivos, higueras y frutales. Está cerca de Nuoro, en el Este de la isla, en la carretera a Su Gologone. En sus instalaciones se produce aceite de oliva, vino cannonau, frutas y verduras. Mediterráneo en estado puro.
Los asnos marcan el camino hasta Agriturismo Ca’ La Somara una reposada granja, con un tranquilo jardín, a 1 km por la carretera de Arzachena. Tiene 12 sencillas habitaciones, multitud de apacibles rincones donde tumbarse en una hamaca, jardines por los que pasear y un spa con tratamientos de lo más natural. Los platos vegetarianos, a base de productos de su propio huerto, se sirven en el rústico comedor.
En Agriturismo Nuraghe Mannu se puede contemplar Cala Gonone. Es una auténtica granja en activo, respetuosa con el medioambiente y con solo cuatro sencillas habitaciones, un restaurante y desayunos a base de pan, leche, ricota y dulces de elaboración propia.