7 bares clandestinos para camuflarse entre copas
Durante la Ley Seca, en los años 20, en Nueva York proliferaron los bares clandestinos donde se podía consumir todo tipo de alcohol y vivir la vida loca. Los famosos bares speakeasy a puerta cerrada nunca desaparecieron del todo, y algunos de estos locales clandestinos están de moda. Convertidos en las mejores coctelerías de la ciudad, guardan ese aire clandestino que lleva a imaginar otros tiempos.
Beauty & Essex
Tras la fachada de una casa de empeños en el 146 de la calle Essex está este bar semiclandestino. Es un local nuevo, muy glamuroso, pero escondido detrás de una tienda de empeños que no lo es tanto. En el interior hay 30000 m2 de salones, con sofás y banquetas de piel, una acogedora iluminación ambarina y una escalera circular que lleva a otra zona de bar. Las chicas pueden pasar de largo el bar y visitar los tocadores, donde hay champán gratis.
Bathtub Gin
Pasado el falso muro detrás de una sencilla cafetería aguarda un diseño chic de la época de la Ley Seca. Está en el 132 de la 9th Avenue, entre 18th St y 19th St. En plena moda neoyorquina de bares tipo clandestino, este logra descollar con su entrada ultrasecreta, oculta en la pared de un sencillo café. Dentro, los asientos relajantes, la música suave de fondo y los amables camareros lo convierten en el sitio perfecto para degustar cócteles a medida con los amigos.
Mulberry Project
Una puerta camuflada esconde esta íntima y oscura coctelería con un alegre patio trasero. Una modesta escalera conduce a este elegante laboratorio de cócteles, con dueños internacionales y su camarilla de amigos-camareros. Su especialidad son los cócteles a medida y preparados al momento, por lo que solo hay que decir lo que gusta y el coctelero se encarga de todo. Sirven algunos platos, como ensalada de sandía con queso de cabra o dátiles con bacón. Está en el 149 de Mulberry St, entre Hester St y Grand St.
Smith & Mills
Tras la puerta sin distintivo se abre un estrambótico interior de estilo industrial. Tiene todo lo necesario para ser la mejor: un exterior discreto, un diseño interior industrial algo excéntrico y cócteles preparados con mano experta (el Carriage House es un guiño al uso anterior del local). El espacio es reducido, así que conviene ir temprano para poder relajarse en una banqueta afelpada. La carta, de temporada, ofrece desde tentempiés ligeros hasta una hamburguesa excelente. Está en 71 N Moore St, entre Hudson St y Greenwich St.
Freemans
Enfilando un callejón se llega a este pintoresco local con aire de cabaña y legiones de fieles adeptos al brunch. El Freemans atrae a un público mayormente hipster que acude a tomar unos cócteles enormes. Por dentro parece una cabaña de cazadores, con plantas en macetas y cuernos de animales. Está al final de Freeman Alley.
Little Branch
A simple vista nadie diría que en este edificio de West Village, que parece abandonado, se preparan unos cócteles tan buenos. Si no fuera por el portero de fuera, nada delataría que detrás de esta sencilla puerta metálica se esconde un bar encantador. Si el portero le deja franquear la entrada, el viajero verá ante sí un sótano clandestino que evoca los años de la Ley seca. De fondo suena jazz añejo mientras la gente brinda y degusta cócteles creativos muy bien hechos. Está en el 22 de la 7th Ave, esq. Leroy St.
Larry Lawrence
Bar de copas oculto en Williamsburg, con un ambiente de otros tiempos. Este discreto bar es una buena parada en toda exploración nocturna de Williamsburg. No es fácil de encontrar, pero vale la pena: iluminación sutil, ambiente acogedor, una clientela fácil y música que no molesta. Para encontrar la entrada, hay que buscar la palabra ‘bar’ que está escrita pequeña sobre una puerta anodina, y entrar por el largo vestíbulo de cemento. Hay un balcón para fumadores. Está en el 295 de Grand St, entre Roebling St y Havemeyer St.