Puede que Nueva Orleans sea la cuna del jazz, pero Nueva York es donde se consagraron muchos de los grandes del género y Harlem fue su corazón latente.
El barrio vivió su esplendor durante el llamado Renacimiento de Harlem, en la década de 1920, liderado por una virtuosa comunidad de artistas, músicos, escritores e intelectuales negros que aspiraban a explorar y elevar a las cotas más altas la cultura y el patrimonio afroamericano de EE UU. Y fue en sus locales de jazz donde buena parte de esa magia tuvo lugar, impulsada después por jóvenes talentos, como Louis Armstrong, Count Basie, Billie Holiday, Thelonious Monk o Charlie Parker, que no tardarían en convertirse en iconos. Incluso una de las líneas de metro que atraviesan Harlem quedó inmortalizada por una canción cuando el compositor Billy Strayhorn escribiera “Take the A Train” (el clásico popularizado por Duke Ellington) después de que Ellington le indicara cómo llegar a su casa en Harlem.
Las notas de saxo sincopadas son un elemento fundamental del bebop © pxl.store / Shutterstock.
Ahora bien, Harlem es tal vez más conocido si cabe como cuna del bebop, el provocador estilo musical improvisado que se caracteriza por sus complejos ritmos y armonías. Gracias a sus ritmos, a menudo sincopados, el bebop se erigió en una alternativa más 'intelectual' a la música swing tradicional, pues se concibió más para una atenta escucha que para bailarse. Hoy en día, en Harlem suenan todos los estilos del jazz existentes y estos son algunos de los mejores sitios para disfrutarlo.
Ahondar en la historia en el National Jazz Museum
Antes de ir a ningún club, lo indicado es hacer un alto aquí para saber un poco más acerca de la historia del jazz en Harlem. El Museo Nacional del Jazz (donativo recomendado 10 US$) se dedica a la conservación, promoción y presentación de este género musical, no solo a través de exposiciones, sino organizando cursos y actuaciones en directo. Su joya más preciada es la Savory Collection: más de 100 horas de grabaciones en vivo de leyendas del jazz, realizadas a partir de emisiones de radio que tuvieron lugar en Nueva York entre 1935 y 1941. Hay, también, una exposición interactiva que anima al visitante a improvisar acompañado de una de las estrellas jazzísticas del momento: el bajista Christian McBride.bi
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El anodino exterior del Minton's Playhouse © Mikki Brammer / Lonely Planet.
Cena y música en el Minton’s Playhouse
En 1938, el saxofonista Henry Minton fundó este espacio como punto de encuentro de músicos locales de jazz. Instalado en lo que antes era el Cecil Hotel, el Minton’s Playhouse fue el lugar de nacimiento del bebop y un patio de recreo ideal para que Thelonious Monk, Dizzy Gillespie, Charlie Parker y muchos otros dieran rienda suelta a su imaginación. El jazz que aquí suena actualmente sigue siendo de primera, y se puede cenar con la música de fondo (sin cena 15 US$, más 2 consumiciones mín.).
En el Bill's Place puede verse una placa en honor a Billie Holiday ©Mikki Brammer / Lonely Planet.
Bill’s Place, ‘speakeasy’ en estado puro
Este local data de los tiempos de la Ley Seca, cuando a la manzana de la calle 133rd se la conocía como Swing Street, gracias a la hilera de bares clandestinos y clubes de jazz que ocupaban este tramo. Y tal como reza la placa junto a la puerta, Billie Holiday fue descubierta aquí en 1933. Enclavado en una vieja casa adosada, al estilo de los auténticos speakeasies, Bill’s Place ofrece jazz en vivo los viernes y sábados a las 20.00 y 22.00 (abierto desde las 19.30; admite reservas), previo pago de una entrada de 30 US$ (solo efectivo) en la misma puerta. La música y el ambiente son únicos. No se sirve alcohol.
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Sencillo pero asombroso, el patio del Paris Blues ejemplifica a la perfección el cálido encanto de esta sala © Mikki Brammer / Lonely Planet.
Entregarse al encanto sin alardes del Paris Blues
Quizá recuerde a un bar de poca monta, pero eso es lo que se pretende: nada de florituras, solo buen jazz. Esta compacta y modesta sala acoge conciertos de jazz los siete días de la semana; basta con llevar algo de efectivo para dárselo a la banda. Y, con suerte, tal vez se vea a su dueño, el viejo y refinado Samuel Hargress Jr., quien abrió el Paris Blues en 1968 y sigue comandándolo desde entonces, siguiendo el ritmo con la cabeza al son del grupo de turno.
Marjorie Eliot’s Parlor
Hay pocas manifestaciones del espíritu del jazz más auténticas que un concierto informal interpretado en el comedor de una casa particular. Todos los domingos, la pianista Marjorie Eliot abre las puertas de su apartamento para recibir a una cambiante nómina de músicos estelares y amantes de la música que se hacinan en este diminuto espacio para deleitarse con un concierto vespertino gratuito. Aunque la música empieza oficialmente a las 15.30, conviene llegar al menos una hora antes, pues suele haber cola desde temprano. El edificio en que se encuentra su apartamento, en el nº 555 de Edgecombe Avenue, está reconocido como monumento histórico nacional gracias a varios de sus famosos antiguos residentes, entre ellos Count Basie, Duke Ellington, Coleman Hawkins y Lena Horne.
El Apollo Theater es un icono del mundo del jazz © Dan Herrick / Lonely Planet.
Entre los bastidores del Apollo
Considerada una de las salas de espectáculos más famosas de Nueva York, el Apollo (conocido por su noche de talentos amateurs) fue el primer escenario que pisaron algunas de las grandes leyendas del jazz, incluidas Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Sarah Vaughan y Duke Ellington. Hoy, su programación abarca desde música y comedia a danza, pero vale la pena hacer su Historic Tour, en compañía de Billy “Mr. Apollo” Mitchell, aunque solo sea para verlo entre bastidores. (Si bien los circuitos se organizan para grupos de 20 personas o más, también pueden unirse quienes vayan solos o en grupos pequeños.)
Subirse al Jazzmobile
Cada verano, Jazzmobile ofrece conciertos gratuitos en Harlem y otras zonas de la ciudad con el propósito de conservar el legado del jazz y difundir el género entre un público más amplio, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Se puede consultar la hora y la ubicación de los conciertos tanto en su agenda como en su perfil en Facebook.
Comida tradicional
Aprovechando la visita al barrio se impone probar algunas de las mejores propuestas de soul food de Nueva York, ya sea en el Sylvia’s (pruébese el peach cobbler), el Amy Ruth’s (cuyos platos llevan el nombre de afroamericanos famosos) o, si apetece algo más sofisticado, el Red Rooster de Marcus Samuelsson.