10.00 h. Acabo de llegar a la Plaza San Marcos de Venecia. Mi apartamento está a escasos cinco minutos del centro neurálgico de la capital del Véneto y no quiero llegar tarde para presenciar el Vuelo del Ángel, el acto con el que el Carnaval de Venecia comienza de manera oficial. Por el camino me cruzo a personas disfrazadas con espectaculares vestidos hechos a mano y cuyo valor es, según sus dueños, incalculable. Me sorprende el hecho de que la mayoría de los disfrazados no son venecianos, ni tan siquiera italianos. Muchos franceses y alemanes acuden cada año al Carnaval de Venecia atraídos por la fascinación, como ellos mismos dicen, que desprende.
El Carnaval de Venecia tal y como lo conocemos hoy en día empezó a celebrase en el año 1979 pero es una tradición que se remonta al siglo XI. Tuvo su época de mayor apogeo en el siglo XVIII, cuando acudían a él príncipes y nobles para disfrutar, anónimamente, del acontecimiento que entonces duraba tres meses. Napoleón quiso acabar con él y lo prohibió. Pero fracasó porque los venecianos recuperaron esta tradición tan arraigada en esta ciudad desde hace la friolera de 1.000 años.
10.30 h. Por el escenario habilitado en la Plaza San Marcos empiezan a desfilar un gran número de personas disfrazadas algunas de ellas de personajes de la Comedia del Arte. Venecia, cual cuadro de Canaletto, está llena de gente deseosa de que el espectáculo empiece. Hay disfraces elegantes, carísimos muchos de ellos, y otros curiosos como el de un señor de ochenta y cuatro años que va disfrazado del personaje principal del cuadro El Grito de Munch. Por el escenario desfilan las doce muchachas (Le Marie) que pugnan por ser la más bella del Carnaval de 2014. La elegida será la que protagonice el Vuelo del Ángel en 2015.
12.00 h. Empieza el Vuelo del Ángel. La joven Sarà Julia Narsi, Maria ganadora del concurso del Carnaval 2013 comienza a deslizarse lentamente por una cuerda desde el Campanile hasta el escenario del Gran Teatro de la Plaza San Marcos. Toda la plaza está en silencio mientras el ángel baja lentamente y estalla en un aplauso cuando llega a su destino. Los presentadores del evento hacen bromas con las medidas de seguridad ahora óptimas y no como hace unos años en los que había habido algún accidente. La emocionada joven saluda a todo el público que, impaciente, ya empieza a abandonar la plaza poco a poco. Muchos de ellos se dirigen al elegante (y carísimo) Café Florian para tomar un Spritz como aperitivo o a algunos de los bacari (bares típicos venecianos) cercanos para comer unos cicchetti, las deliciosas tapas de la patria de Casanova.
Es casi misión imposible salir de la Plaza San Marcos porque todas las salidas están llenas de gente. Pero es todavía mucho más difícil asistir a algunas de las fiesta privadas que se organizan durante el Carnaval en los elegantes palazzi de Venecia ya que solo se puede entrar si se conoce a alguien previo pago de una entrada que puede llegar a costar 500 euros. No obstante y como consuelo para los no potentados, el verdadero Carnaval de Venecia está en sus calles por donde pasean la mayoría de personas disfrazadas deseosas de que fotografíen o graben en vídeo sus increíbles y caros vestidos. Aquí el ego va en beneficio del pobre.
Texto: María Jesús Tomé