Por qué visitar Sudáfrica
Entre los atractivos de Sudáfrica se incluyen un sublime litoral bordeado de escarpados acantilados y bonitas playas, una abundante fauna accesible en parques y alojamientos de safari, una historia tormentosa pero triunfal, y una vibrante mezcla de idiomas, culturas y arte. Quizá no tan conocida sea la maravillosa escena culinaria de Sudáfrica. Con un clima templado y una tierra fértil, el país produce una gran cantidad de frutas y verduras que complementan sus excelentes carnes, pescados y mariscos. Durante la última década, un número cada vez más grande de chefs de talla mundial ha estado trabajando con esa abundancia de productos. Actualmente Sudáfrica cuenta con varios restaurantes que aparecen en las listas de “los mejores del mundo”, además de decenas de joyas ocultas donde se puede disfrutar de creaciones que profundizan en el alma del país para encontrar inspiración.
Cuándo ir
Temporada media (abr-may y sep-oct):
- En primavera y otoño hace buen tiempo en casi todo el país.Una menor cantidad de viajeros se traduce en unos precios de alojamiento más económicos.
- La época del año más seca y soleada en Ciudad del Cabo y la Provincia Occidental del Cabo. Hay que reservar con antelación, ya que los alojamientos se llenan rápidamente.
- El final de los secos meses de invierno del hemisferio sur trae consigo la mayor cantidad de avistamientos de fauna en el Parque Nacional Kruger y en otros parques. También es la mejor época para observar ballenas, con el mayor número de avistamientos entre agosto y septiembre.
Sudáfrica puede visitarse durante todo el año, pero vale la pena adaptar las fechas de viaje dependiendo de los intereses de cada uno.
Presupuesto diario:
- Habitación doble en hotel de precio medio: 80-200 €
- Cena en un restaurante local: 10-45 €
- Entrada a un museo: 2-15 €
- Copa de vino: 5 €
- Pinta de cerveza: 3 €
Itinerarios perfectos
Una semana de ensueño por toda Sudáfrica
Día 1: Explorar la historia de Ciudad del Cabo y cenar en los mejores restaurantes de Sudáfrica
Junto con la cercana Winelands, Ciudad del Cabo es el centro de la escena culinaria de Sudáfrica y el lugar perfecto para que el viajero inicie sus exploraciones gastronómicas.
Se empieza el día con un paseo al amanecer a orillas del mar (el paseo marítimo de Sea Point es muy popular entre los locales) o por el todavía tranquilo centro urbano antes de disfrutar de pan recién hecho en el Knead o de un desayuno, servido durante todo el día y rematado con unos cremosos pasteis de nata, en el Hoghouse Bakery & Café.
Pan recién horneado en el mercado de Ciudad del Cabo. © stephane lalevee/shutterstock
Luego el viajero puede pasar la mañana sumergiéndose en la historia de Ciudad del Cabo. Robben Island, actualmente un lugar conmemorativo dedicado a Nelson Mandela y a otros luchadores por la libertad que antaño estuvieron encarcelados allí, es un buen destino para una excursión de medio día, con ferris que salen varias veces al día desde el V&A Waterfront. Si no, para entender mejor el pasado y el presente de Ciudad del Cabo, se puede realizar un circuito por los townships, a poder ser que incluya una visita al conmovedor District Six Museum (Museo del Distrito Seis). Muchos circuitos incluyen una degustación de comida local (hay que estar atento al “smiley”, una cabeza de oveja cocida y luego cocinada a la barbacoa); se recomienda hacer los planes a través de Siviwe Tours.
Si más tarde apetece algo dulce, se aconseja probar una tableta de chocolate, producido localmente, de Afrikoa en su tienda cercana al V&A Waterfront. Por la tarde, nada como relajarse con un paseo entre las flores por el Jardín Botánico de Kirstenbosch, seguido de una cena en La Colombe, donde se puede disfrutar de ingredientes locales exquisitamente preparados con un toque francés. Aunque los menús (que incluyen opciones tanto vegetarianas como de pescado y marisco) varían según la temporada, el atún “La Colombe” y la vieira glaseada con miso son especialmente populares.
Día 2: Subir a la montaña de la Mesa y realizar una inolvidable excursión a pie por el cabo de Buena Esperanza
El Parque Nacional de la Montaña de la Mesa se extiende hacia el sur desde Signal Hill hasta el cabo de Buena Esperanza. En su centro se halla la emblemática montaña de la Mesa de Ciudad del Cabo, a la que se puede subir a pie (de forma sencilla o bastante exigente, dependiendo de la ruta escogida) o en teleférico (desde unos 16 US$ ida y vuelta). Para ver la otra punta del parque, se puede alquilar un automóvil o tomar un taxi e ir hacia el sur hasta el cabo de Buena Esperanza, donde se puede hacer excursionismo por un espectacular sendero de naturaleza. Entre escarpados acantilados que descienden de forma empinada hasta el mar, el sendero serpentea pasando por afloramientos rocosos y zonas de flores silvestres, con magníficas vistas del océano a ambos lados. No hay que perdérselo.
Aunque normalmente se tardan dos días en recorrer todo el sendero, existen muchas opciones de excursiones más cortas, con varios aparcamientos a lo largo de la carretera de acceso al cabo de Buena Esperanza que permiten realizar rutas circulares más cortas: tanto la Kanonkop Loop (ruta circular de Kanonkop) como el Lighthouse Keepers Trail (sendero de los Fareros) y el Cape of Good Hope Day Trail (sendero de un día del cabo de Buena Esperanza) son buenas opciones.
Para almorzar se puede disfrutar del surtido de aperitivos (el espárrago asado al carbón, solo en temporada, es fabuloso) del Chef’s Warehouse en la bodega Beau Constantia mientras se contemplan la finca vitivinícola circundante. El viajero puede pasar la tarde explorando las coloridas calles del barrio capense de Bo-Kaap, probando quizá algún bobotie (pastel de carne especiado) u otro plato de la cocina malaya del Cabo en el Biesmiellah, o relajándose en una de las playas de la península. Muizenberg, una de las favoritas de los bañistas y surfistas, tiene un ambiente tranquilo y varios cafés agradables frente al tramo principal de playa.
Bobotie con arroz. © AdrianP09/Shutterstock
Para rematar con estilo la visita a Ciudad del Cabo, se puede disfrutar del elegante ambiente informal y la cocina de fusión sudafricano-japonesa del Fyn, cuyas exquisiteces incluyen creaciones como el wonton de pintada, la oreja de mar envuelta en alga y cocinada a la barbacoa al estilo sudafricano, y el chawanmushi de huevo de avestruz.
Día 3: Catar vinos y observar ballenas en la Provincia Occidental del Cabo
Desde Ciudad del Cabo, se alquila un automóvil para explorar la bonita Provincia Occidental del Cabo. Entre 60 y 90 min en automóvil al este y el noreste de Ciudad del Cabo se hallan las encantadoras poblaciones de Stellenbosch y Franschhoek; ambas destacan por su arquitectura holandesa del Cabo. Esta zona es el corazón de los Winelands de la Provincia Occidental del Cabo, y los paisajes, caracterizados por escarpados picos de montaña y espectaculares valles verdes, son simplemente impresionantes. Esta también es una de las mejores zonas gastronómicas de Sudáfrica, y sería muy fácil quedarse varios días disfrutando de la comida de sus fabulosos restaurantes. Se recomienda el Glen Carlou, unos 20 km al norte de Stellenbosch. Su carta incluye productos ecológicos de origen local (la berenjena a la brasa está deliciosa), todo ello complementado por una amplia selección de vinos. La Motte, en el extremo occidental de Franschhoek, es una excelente base para un día de cata de vinos y de paseos entre colinas y viñedos.
En dirección sureste, a unas 2 h en automóvil de Ciudad del Cabo, se halla Hermanus. Esta localidad es famosa por su ambiente vacacional y por el gran número de ballenas francas australes que frecuentan sus aguas entre junio y diciembre. Cerca se encuentra el cabo de las Agujas, el punto más meridional del continente africano, donde confluyen el Atlántico y el Índico; no hay que perderse las vistas desde el faro. En las colinas con vistas a Hermanus, la bodega Creation Wines, un lugar encantador para una parada a mediodía, ofrece un delicioso menú de canapés maridados con vino. Se aconseja probar el sauvignon blanc con la merluza a la brasa con uchuva.
Días 4 y 5: Observar fauna en el Parque Nacional Kruger y sus alrededores
Elefante en el parque Naciona Kruger. © WitR / Shutterstock
Desde Ciudad del Cabo se vuela (2½-4 h, dependiendo de las conexiones) hasta el Parque Nacional Kruger. Junto con la contigua reserva privada de Sabi Sands, el Kruger ofrece la oportunidad de disfrutar de un clásico safari de fauna. El parque tiene una red de campamentos con alojamientos tipo bungaló y camping con una buena relación calidad-precio, muchos de ellos con instalaciones para cocinar y restaurantes que ofrecen braai (barbacoa). Si no, el viajero puede darse un capricho alojándose algunas noches en un lujoso hotel en una de las contiguas reservas privadas de fauna, una experiencia con alojamiento de primera categoría y excelente observación de fauna.
La buena gastronomía también forma parte de la experiencia, con fabulosa comida esperando al viajero tras la observación de fauna. Tanto si se toma carne a la parrilla como una ensalada, todo parece saber mejor mientras se escuchan los sonidos del monte y se contempla el sol poniéndose sobre las praderas. El Singita Lebombo Lodge, en una concesión privada en el centro del Kruger y con una escuela de cocina, es una excelente opción de precio alto, mientras que el Satara y el Skukuza son dos apuestas fiables entre los campamentos gestionados por el parque.
Día 6: Disfrutar de las emociones de Johannesburgo
Desde el Kruger se tardan 5 h en automóvil o 1 h en avión hasta Johannesburgo, la prosaica capital comercial de Sudáfrica y un centro gastronómico por derecho propio. El viajero puede pasar el primer día adaptándose y tomando varios taxis o Uber para visitar el Apartheid Museum (Museo del Apartheid), con su aleccionadora visión sobre el apartheid y la lucha por la libertad; Constitution Hill, que ilustra el camino de Sudáfrica hacia la democracia, y el Freedom Park (parque de la Libertad), que conmemora a aquellos que lucharon por los derechos de todos los sudafricanos.
El sencillo Nice on 4th es una buena opción para un acogedor brunch, con sus distintivas cestas de huevos (es la tostada la que forma la “cesta”) y sabrosas variaciones de este plato. Para comer algo a última hora de la tarde, se aconseja el Cheese Gourmet, con una amplia selección de quesos sudafricanos (el gouda y el feta elaborados localmente son deliciosos y pueden probarse antes de comprarse), junto con pan casero, aceitunas y mucho más. También tiene un café que ofrece fondues, tablas de quesos y otros platos ligeros. Como colofón, se puede saborear un helado gourmet en Paul’s Homemade, con varias sucursales en toda la ciudad y una gama de sabores que abarca desde vainilla de Madagascar hasta granada y miel, además de un sabor del mes que va cambiando.
Día 7: Acercarse a los ancestros en las cuevas de Sterkfontein
El animado barrio de Maboneng. ©Oliver Berry/Lonely Planet
Solo 1 h en automóvil al noroeste de Johannesburgo se halla la Cuna de la Humanidad, un lugar de Patrimonio Mundial que abarca las cuevas de Sterkfontein y yacimientos de fósiles. Se trata de uno de los yacimientos paleoantropológicos más importantes del mundo y realmente vale la pena explorarlo.
Antes se puede ir al animado barrio de Maboneng, en Johannesburgo, y parar en el Home of the Bean, que ofrece excelente café, un ambiente agradable y una sencilla carta de sabrosos desayunos, hamburguesas y otras opciones. Tras visitar Sterkfontein, se puede volver a la ciudad para cenar en el Marble, un elegante restaurante famoso por sus vistas de la ciudad, su animado bar y su excelente cocina, que lleva la tradicional braai (barbacoa) sudafricana a cotas superlativas. Además de excelentes cortes de carne de vacuno, también ofrece una amplia gama de otras opciones a la barbacoa, incluidos platos vegetarianos y de pescado y marisco.
El autor
Mary Fitzpatrick
Durante más de dos décadas he estado viajando por algunos de los destinos más bonitos de África, viviendo en ellos y escribiendo sobre ellos. Sin embargo, los impresionantes paisajes, la abundante fauna y la dinámica mezcla cultural de la "nación arcoíris" ocupan un lugar especial en mi corazón. No importa con qué frecuencia la visite, siempre hay algo nuevo por descubrir. Y, gracias a una buena red de carreteras y a maravillosas opciones de alojamiento, viajar por Sudáfrica siempre es un placer.