Oculta en el corazón de América del Sur, Paraguay rebosa biodiversidad y un ambiente relajado y acogedor. Recompensa a los aventureros con tesoros que van desde el espinoso bosque chaqueño, habitado por jaguares y osos hormigueros gigantes, hasta pueblos pintorescos y cascadas. Además, nuevos circuitos muestran la ecléctica arquitectura de Asunción, la encantadora capital ajada por el tiempo. Al ser un país mucho menos visitado que sus vecinos Brasil y Argentina, los viajeros a menudo se hallan a solas en sus atractivos naturales y culturales. Pero esto no durará mucho: Paraguay será uno de los anfitriones de la Copa del Mundo de Fútbol de 2030.
Imprescindible
- Probar la nueva cocina paraguaya en el restaurante Óga de Asunción, como sashimi de bagre, entrecot, puré de boniato o helado de yerba mate.
- Tomar el sol en las doradas playas de Carmen del Paraná.
- Viajar río arriba hasta el Pantanal, el mayor humedal tropical del mundo, a bordo del hotel flotante Siete Cabrillas desde Concepción.
- Pasear entre los restos de las misiones jesuíticas de Trinidad, Jesús de Tavarangué y San Cosme y Damián.
- Saltar con los aficionados al fútbol en el superclásico entre los principales equipos, el Olimpia y el Cerro Porteño.
Nenúfares gigantes en el Pantanal. Lucas Leuzinger/Shutterstock ©
La madre de las ciudades
Las raíces de Asunción se remontan mucho antes de la llegada de los españoles. La herencia precolombina es obvia: desde el guaraní que se oye por doquier hasta los vendedores ambulantes de tereré, yerba mate preparada con agua fría y hierbas medicinales. Por su parte, los nuevos restaurantes abogan por los ingredientes nativos. Táva abrió en el centro en el 2024 y ofrece delicias como sopa paraguaya (pan de maíz con queso) y fusiones creativas como mbeyú, una torta crujiente de mandioca con un huevo frito, ternera y kimchi. Chacatours, una iniciativa de local, organiza circuitos por La Chacarita, el barrio tradicional a la vera del río Paraguay, y pronto ofrecerá alojamiento en casas familiares.
Una vez al mes las ruinosas mansiones de principios de siglo de la calle Palma abren sus puertas. Y la revolución de la cerveza artesanal toma impulso. Se puede probar lagers de Herken en el animado patio de Koggi, weissbier o IPA en el sencillo The Hop o red ales, porters y Kölsch en el elegante Simón Dice.
En el 2025, la reconstrucción de la largamente abandonada línea férrea desde la gran y antigua terminal de trenes del centro hasta las afueras de la ciudad comenzará en serio, pero aún se tardará en poder viajar en ella.
El ecléctico perfil de Asunción. crowley production/Shutterstock ©
Por el chaco
Aproximadamente 1 km al otro lado del río Paraguay empieza el Gran Chaco, un mosaico de pantanos, sabanas y matorrales que casi dobla a España en extensión, descrito por David Attenborough como uno de los últimos grandes espacios naturales de la Tierra. Más de una docena de pueblos indígenas (artesanos expertos y guardianes de su frágil hogar forestal) habitan desde hace mucho el Chaco, ahora más accesible a los foráneos gracias a nuevos puentes y caminos. Hay cómodos hoteles en el pueblo menonita de Filadelfia, a 7 h de Asunción.
En el 2020 se inauguró un centro de visitantes (que costó 230 millones de dólares) con rutas de senderismo y muestras sobre la fabulosa flora (recios quebrachos, espinosos palos borrachos con troncos abombados) y fauna (jaguares, tapires, flamencos, armadillos gigantes), parte de la cual se puede observar desde la cercana Laguna Capitán. Más al norte se halla el Parque Nacional Defensores del Chaco, por donde se debe caminar con cuidado y solo con un guía experimentado. Aquí aún viven pequeños grupos de cazadores-recolectores ayoreos, los últimos pueblos aislados de América fuera del Amazonas.
El Chaco de Paraguay alberga jaguares, tapires y mucho más; el fabuloso centro de visitantes de Filadelfi a brinda información exhaustiva. tane-mahuta/Getty Images ©
En busca de cascadas
Las cataratas del Iguazú, al otro lado de la frontera con Argentina y Brasil, acaparan la atención, pero la región oriental de Paraguay acoge decenas de cascadas que ofrecen turismo de aventura, observación de fauna y aldeas atrapadas en el tiempo. Se puede hacer rápel en el Salto Cristal, una lámina de bruma vítrea sobre roca oscura, y acampar cerca de la costa en la densa selva. El Salto Inglés, que alimenta una poza con vistas, debe su nombre a los ferroviarios británicos que colocaban tuberías para el repostaje de las locomotoras, que aún se conservan en la ciudad de Sapucai. El Salto Samakua cae 60 m por un acantilado; es posible contratar un guía en Capitán Bado para que lleve hasta allí. Cerca de los económicos centros comerciales de Ciudad del Este, los Saltos del Monday adquieren un tono de leche con chocolate tras las fuertes lluvias. Se necesita un vehículo robusto con el depósito lleno para llegar a algunos de estos sitios, o contratar un circuito de fin de semana con JaikuaaPy, en Asunción.