Durante años Pakistán ha sido ignorado por el turismo tradicional, pero los aventureros más intrépidos mantienen vivo este destino, listos para el día en que reclame el lugar que le corresponde entre los grandes destinos turísticos. Y ese día podría estar cerca: con la reducción de las tensiones políticas, los operadores de viajes de aventura regresan a los bazares pakistaníes, las mezquitas que alzaron los mogoles, los valles alpinos y los puertos nevados del Himalaya. Existe también un incentivo ético: cada rupia gastada en Pakistán ayuda a la reconstrucción del país tras las inundaciones del 2022.
¿Qué no te puedes perder?
-
Perderse en Lahore, la capital del Punjab, un laberinto de bazares y mezquitas.
-
Conducir por la carretera del Karakorum, entre Pakistán y China, que pasa por el alto Himalaya.
-
Ver algunas de las vistas más bellas del planeta en Hunza y Skardu.
-
Hacer una excursión a la Pradera de las Hadas.
El gran secreto viajero de Asia
La tensa política pakistaní genera más atención mediática que las maravillas de un país increíble, pero aun así son muchos los viajeros que tienen a esta república islámica como uno de sus destinos favoritos en Asia. Hay pocos lugares en el mundo donde el pasado se perciba tan de cerca: es todo un desafío pasear por los mercados de Lahore, construidos por los mogoles, o por las ajadas fortalezas de Hunza y Skardu.
Sin embargo, hay que admitir que Pakistán es uno de los destinos más complicados del mundo. La situación en cuanto a seguridad exige sumo cuidado, porque el mapa de zonas restringidas cambia cada dos por tres y las infraestructuras dejan mucho que desear fuera de las grandes urbes. Por otro lado, la experiencia de un viaje así es totalmente auténtica: apenas hay enclaves turísticos y cada parada se impregna de los colores y sabores del subcontinente.
Nanga Parbat, Pakistán. © Defining EPIC/Shutterstock
Quien visite el país vivirá experiencias inolvidables. A los senderistas y alpinistas les temblarán las rodillas en los prados alpinos del Nanga Parbat (8126 m); los viajeros que prefieren el paisaje al confort se desharán en elogios ante los magníficos 1300 km de la carretera del Karakorum, que une Pakistán y China por los valles de gran altitud de Gilgit-Baltistan; y los amantes de la historia viva retrocederán en el tiempo en los bazares de Lahore, Rawalpindi y Karachi.
Torres Trango en Gilgit-Baltistan. © Daniela Collins/Shutterstock
Un giro
El turismo en Pakistán ha tenido sus altibajos. En la época dorada de las rutas por tierra, Peshawar y Lahore eran dos paradas esenciales de la ruta hippy de Europa a la India, pero la geopolítica se convirtió en el principal obstáculo para viajar. Los conflictos entre rusos y estadounidenses en Afganistán situaron a Pakistán en el epicentro de la Guerra Fría y la guerra contra el terrorismo, y el conflicto con la India por el estatus de Cachemira se ha alargado más de 75 años.
Monumento a Pakistán en Islamabad. ©SAKhanPhotography/Shutterstock
Pero una gran parte del país sigue siendo accesible. Ciudades tan concurridas como Lahore, Karachi, Islamabad y Rawalpindi prometen encuentros culturales a todo color, y la parte norte de la carretera del Karakorum ofrece un largo recorrido por algunos de los paisajes más imponentes del planeta.
Carretera del Karakórum. © Lukas Bischoff Photograph/Shutterstock
Además, con las mejoras en materia de seguridad, regresan operadores de viajes de aventuras como Intrepid y Exodus, que facilitan las cosas a los viajeros que buscan un apoyo extra en este país tan complicado. De forma simultánea, las inversiones de China están mejorando la infraestructura de la antigua Ruta de la Seda, lo cual se traduce en un acceso más fácil por tierra al norte montañoso de Pakistán.
Visitar Pakistán ahora también ayuda a que el país se recupere de uno de los peores desastres naturales sufridos hasta la fecha, las inundaciones del 2022, vinculadas al cambio climático. Quienes viajen a este país descubrirán una tierra que supera toda expectativa: que escuchen los cantos devocionales qawwāli de los peregrinos en antiguos santuarios sufíes como Data Darbar, en Lahore, o que paseen por la silenciosa y mágica pradera de las Hadas, cerca del Nanga Parbat; así descubrirán por qué los pakistaníes describen su país como la tierra de la paz.
Mezquita Badshahi, Lahore. © Bay_Media/Shutterstock