El último país pagano de Europa en ser cristianizado, aprisionada por décadas de estancamiento comunista, ecocreativo milenial... Lituania es un destino seductor que rezuma un dolor histórico y una valentía sinónimos de un país que hibernó en las sombras demasiado tiempo. En su moderna capital, Vilna, una enérgica contracultura contrarresta la veneración por la tradición. Nunca ha habido mejor momento para visitar esta tierra de pinos, lagos y dunas junto al mar Báltico, preparada para brillar como Capital Verde Europea 2025.
Imprescindible
- Brindar por Vilna con cócteles artesanales en Champaneria, seguidos de música en directo y baile hasta las tantas en Bardakas.
- En verano ir en bicicleta y nadar, y en invierno pescar en el hielo, caminar por la nieve y admirar las obras de hielo esculpidas por el viento en el frágil tramo de dunas del Parque Nacional del Istmo de Curlandia.
- Seguir a los peregrinos hasta la colina de las Cruces, cerca de Šiauliai, un lugar impactante con más de 100 000 cruces de todas las formas y tamaños.
- Perderse entre robledales antiguos y en un laberinto de lagos donde navegar en el intacto Parque Nacional de Aukštaitija.
Calle en el centro de Kaunas. Ana Flasker/Shutterstock ©
Ciudad verde en progreso
En ningún lugar resulta más obvia el alma intrínsecamente luchadora de Lituania que en su audaz y bella capital barroca, Vilna, una ciudad que prioriza a sus habitantes: felicidad, larga vida y traslados cortos fueron los criterios principales en su discurso ganador ante la Comisión Europea para ser Capital Verde. Los carriles-bici atraviesan esta ciudad encantadoramente compacta y unen destinos entre parques frondosos, algún palacio ducal del s. XVII (como el recién restaurado palacio Sapieha, ahora un centro de arte contemporáneo) y un casco antiguo que forma parte de la lista de la Unesco, con callecitas adoquinadas, iglesias y preciosas cafeterías con terrazas en verano. Las zonas verdes ocupan el 61% de la capital; una ruta de 100 km para correr y pedalear la circunvala; y las bicicletas, patinetes eléctricos y automóviles compartidos alientan a reducir la huella de carbono. En el 2026 habrá 16 autobuses urbanos de hidrógeno, y en el 2030 el 80% del transporte público funcionará con combustibles alternativos a los fósiles.
El campanario exento de la catedral de Vilna enmarcado por las columnas neoclásicas del edificio principal. Ekaterina Pokrovsky/Shutterstock ©
El barrio judío de Vilna, antes llamada la "Jerusalén del Norte", quedó en gran parte destruido durante la II Guerra Mundial. El nuevo Museo de la Cultura e Identidad Judía de Lituania, en la antigua biblioteca del gueto, en la calle Pylimo, ilustra el legado hebreo del país y su papel en su rica y diversa personalidad. Los premios Nobel Aaron Klug y Bernard Lown, y los artistas Jacques Lipchitz y Mark Antokolski encabezan la emotiva lista de exalumnos judíos lituanos del museo.
Al pasear por esta ciudad, desde la majestuosa catedral neoclásica hasta el artístico Užupis o el recién regenerado barrio de Paupys, se ven desgarradores recordatorios de su pasado: el monumento del Holocausto, antiguos guetos, cámaras de tortura de la KGB o cementerios llenos de caídos de guerra, como el vasto e inquietantemente hermoso cementerio de Antakalnis. Algunos lugares que tuvieron un pasado oscuro se han transformado con estilo. Por ejemplo, en el espacio de arte experimental Lukiškės Prison 2.0 uno puede sudar como un recio báltico en una sauna tradicional, codearse con creadores y artistas locales y bailar hasta el amanecer en una cárcel del s. XIX que estuvo en funcionamiento hasta el 2019.
Desde enormes hasta minúsculos, unos 100 000 crucifijos adornan la colina de las Cruces, cerca de Šiauliai. A. Aleksandravicius/Shutterstock ©
Regreso a la naturaleza
Lituania tiene algo sobrenatural, ya sea por la brisa del mar Báltico o por las noches blancas estivales, cuando el sol apenas se pone y los noctámbulos siguen en pie a base de vodka, cerveza artesanal y midus (aguamiel) medieval. En las playas cercanas a Klaipėda se encuentran trozos de ámbar dorado. En la fascinante laguna helada de Nida se afanan pescadores en el hielo. Los bosques del este y el sur están llenos de alces salvajes y dioses paganos esculpidos. Se puede buscar bayas silvestres y flotar en lagos salpicados de islas en los prístinos parques nacionales de Aukštaitija y Dzūkija. Y perderse en los arrullos y la serenidad del paraíso ornitológico del delta del Nemunas (Niemen).
Senderismo por los tranquilos pinares del Parque Nacional del Istmo de Curlandia. A. Aleksandravicius/Shutterstock ©
Al aire libre se siente el estimulante latido de las estaciones y la tierra. Cinco parques nacionales y 30 regionales protegen el 18,3% del país, con nuevas pistas de senderismo y plataformas de observación en las copas de los árboles que no dejan de surgir por doquier. En el 2025, en la prestigiosa Bienal de Arquitectura de Venecia, la participación de Lituania celebra la "Arquitectura de Árboles" autóctona y pretende concienciar sobre el greenwashing de los arquitectos contemporáneos. Efectivamente, la talla en madera tradicional, de gran raigambre en Lituania, no ha pasado de moda.