Dominica

Escrito por
Nasha Smith, autora de Lonely Planet

14 Noviembre 2022
15 min de lectura
© haspil/Shutterstock
Emerald Pool en el Parque Nacional Morne Trois Pitons.

Por qué visitar Dominica

Con espectaculares gargantas, selvas increíblemente verdes, infinitos ríos y etéreos atardeceres, Dominica se ha ganado el título de “isla de la naturaleza”. Pero esta nación insular también es la joya más intacta del Caribe y ofrece un respiro del caos de la vida. El estilo de vida dominiqués lleva implícito una conexión especial con la naturaleza. Su marcada cultura agrícola y pesquera se traduce en una cocina fresca y saludable. Nueve volcanes han dejado la isla burbujeando con una gran actividad geotermal y numerosas fuentes termales. Abundantes rutas de senderismo recorren el verde interior de la isla. El aire es puro y el agua, limpia y fresca. ¿Qué más se podría pedir?

Cuándo ir

Temporada media (oct-med dic)

  • Hay muchas ofertas de alojamiento a finales de la estación de lluvias en noviembre.
  • El tiempo más fresco es ideal para practicar excursionismo.
  • En octubre tiene lugar el Festival Mundial de Música Criolla, tres noches de celebración de la cultura y el patrimonio criollos.

 

Presupuesto diario            

  • Habitación doble en hotel de precio medio: 100-200 €
  • Cena en un restaurante local: 25-40 €
  • Billete sencillo de autobús: 1-3 €
  • Copa de vino: 7 €
  • Pinta de cerveza: 6,50 €

 

Itinerarios perfectos

La maravillosa Dominica en cuatro días de ensueño

Día 1: Conocer Portsmouth y sus alrededores

Se empieza el día con un copioso desayuno en uno de los varios locales de Portsmouth, la segunda localidad más grande de Dominica. El U&H Delights, en Harbour Ln, sirve una amplia gama de tortillas, sándwiches y quesadillas (con rellenos a base de huevo, jamón, pollo, verduras o pescado), gofres, batidos de frutas (elaborados con frutas locales como guayaba, plátano, mango, maracuyá, papaya, cerezas y flor de Jamaica) y mucho más. El Sweet Tooth Treats, en Bay St, es otro local de desayunos que promete buena comida y un mejor ambiente, con una carta que incluye tacos de gofres, dónuts rellenos, tortitas, cremosos huevos revueltos, beicon crujiente y patatas de desayuno con hierbas.

Dominica alberga 365 ríos, el más famoso de los cuales es el río Indio, que desemboca en el mar Caribe (la entrada al río Indio está incluida en el Site Pass, un pase de ecoturismo para visitar puntos de interés de Dominica; cuesta 5 € por día o 12 € por semana, tiempo durante el cual los titulares del pase pueden realizar visitas ilimitadas a los puntos de interés incluidos). El río, antaño una ruta de transporte comercial, actualmente es una fuente de paz y serenidad, y una zona fabulosa para hacer excursionismo. El sendero empieza justo a las afueras de Portsmouth, cerca del puente.

En el centro de visitantes también se puede reservar una plaza en un circuito guiado en una barca de ocho plazas (20 €). Algo que el viajero aprenderá rápidamente es que los apodos forman parte de la cultura de las Indias Occidentales. Hay que preguntar por “Cobra”, “James Bond” o “Lawrence de Arabia”, tres barqueros que son los guías de circuitos más populares. Un dato curioso: James Bond también hizo de guía de las estrellas de Piratas del Caribe cuando estuvieron rodando en la isla.

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Casa de la Tía Dalma. ©Michael Lees/Lonely Planet

Cabaña de la casa de la Tía Dalma en Piratas del Caribe. ©Michael Lees/Lonely Planet

Remando a mano, estos barqueros fluviales han conseguido dominar a la perfección el arte de hacer que los viajeros se relajen. El circuito se desarrolla sin prisas, navegando a un ritmo pausado que permite apreciar la flora, la fauna y la naturaleza de los humedales costeros. El ambiente es muy cinematográfico, con un denso dosel arbóreo que solo deja que se filtre una mínima cantidad de luz y nudosas raíces entrelazadas de árboles bwa mang (drago) a lo largo de toda la orilla del río. Entre las paradas a lo largo de este “river lime” (tradición caribeña de desestresarse comiendo, bebiendo y relajándose en los ríos o sus orillas) suele incluirse el Cobra’s Bush Bar, cuya bebida distintiva es conocida como Dynamite, una explosiva mezcla de ron local de barrica, grosella espinosa, maracuyá, lima y guinep (mamón; una fruta de textura babosa entre dulce y ácida del tamaño de una canica grande). Por el camino, los cinéfilos seguro que reconocerán la cabaña de Tía Dalma de Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto.

Ningún viaje a Portsmouth está completo sin una parada en el Madiba Beach Cafe. Esta modesta choza al aire libre, en la misma playa, sirve pescado y marisco fresco con olas rompiendo suavemente en la playa y tranquilas vistas del mar como telón de fondo. El pescado del día normalmente se prepara a la parrilla y siempre está delicioso, pero la auténtica estrella es el helado casero. Se aconseja probar el de ron con pasas y/o el de cacahuete.

El emblemático Waitukubuli National Trail de Dominica, de 183,5 km, serpentea por la selva tropical y pasa por destacados puntos de interés. El recorrido completo, de dos semanas, resulta imposible para la mayoría de los viajeros, que suelen disponer de tiempo limitado. Sin embargo, hay varias paradas a lo largo del trayecto que merecen ser exploradas durante una visita a la isla. El Parque Nacional Cabrits, donde termina el sendero, es una pintoresca península de más de 525 Ha (el pase de ecoturismo es válido para este parque). La reserva se extiende entre los restos de picos volcánicos extintos, ofreciendo unas vistas ininterrumpidas de la playa que hay por debajo. Otro lugar destacado en Cabrits es el Fort Shirley, un histórico fuerte que albergaba una guarnición militar y que ofrece extensas vistas de la costa norte. En este lugar, que actualmente es Patrimonio Mundial de la Unesco, se conservan múltiples cañones y barracones.

La espaciosa terraza de madera del Roots Rock Bar and Grill, en Bell Hall, es perfecta para un licor antes de cenar y, además, goza de una ubicación privilegiada para ver cómo el sol se pone por detrás del mar. Se recomienda tomar unos chupitos de bush rum (ron del bosque; ron infusionado con hierbas, especias y frutas) local en este idílico entorno.

A pesar de haber sido un día relativamente relajado, el viajero sin duda estará hambriento. Se aconseja tomar un taxi o conducir hasta el Steak House Restaurant & Lounge en Picard, un establecimiento dirigido por madre e hija que ofrece deliciosa comida. Aunque resulta complicado elegir un plato de su carta llena de sabrosas opciones, el pescado a la parrilla relleno de gambas es extraordinario. Entre los numerosos acompañamientos que ofrece se incluyen arroz con mantequilla, patatas con mozzarella, pastel de maíz, pastel de cheddar y plátano verde, y mucho más. Hay que dedicar un par de horas a disfrutar a fondo de esta experiencia gastronómica, y asegurarse de reservar mesa con antelación, ya que el local se llena rápidamente.

En cuanto al alojamiento, el Riverside Hotel, en Picard, ofrece espaciosas y lujosas suites entre las maravillas naturales de Dominica. Según la ubicación de la habitación, el viajero podrá disfrutar de vistas de las montañas, un pueblo, el mar Caribe o el río.

 

Día 2: Divertirse en Calibishie

En la costa norte de Dominica, la elegante y pintoresca Calibishie, que alberga el arrecife de coral más largo de la isla, ofrece la oportunidad de hacer una escapada para relajarse. Los microbuses que recorren la ruta de Portsmouth a Marigot y Castle Bruce pasan por el pueblo; el trayecto dura unos 25-30 min.

El viajero puede aprovisionarse de exquisiteces locales en uno de los múltiples restaurantes y cafés junto a la carretera que hay en la calle principal para hacer un pícnic de desayuno, y luego dirigirse a la playa de Point Baptiste. Como es una isla muy volcánica, Dominica no es el típico destino de vacaciones de los amantes de la playa con tramos de arena blanca, pero Point Baptiste es la excepción que confirma la regla, pues regala arena dorada y aguas tranquilas y poco profundas. Tras disfrutar del desayuno, el viajero puede tumbarse en la desierta playa, relajarse, nadar, leer... o simplemente no hacer nada.

Sin embargo, se recomienda sacar tiempo para explorar Red Rocks, la contigua formación de acantilados fácilmente reconocible por su superficie lisa y su inusual color rojizo, resultado de la oxidación mineral provocada por la continua exposición al sol y el agua del mar. El viajero puede explorar las pequeñas cuevas que hay en el acantilado, así como las escaleras y los petroglifos tallados en la roca, y luego contemplar desde la cima la vasta extensión del profundo mar azul y, en los días despejados, las vecinas islas francesas de Marie-Galante, Los Santos y Guadalupe. El viajero puede realizar la visita por su cuenta o conocer la historia de esta singular formación a través de un vigilante extraoficial que normalmente patrulla este sitio recaudando donativos para preservar la zona.

El Poz Restaurant & Bar, en el Calibishie Gardens, es muy popular tanto entre los turistas como entre los dominiqueses gracias a su extensa carta y a la encantadora personalidad de su propietario. Una entrada de madera bordeada de plantas conduce a un mágico restaurante ajardinado flanqueado por una piscina. El pescado y el marisco son exquisitos (las gambas con coco son muy populares) y la presentación es impoluta, mientras que el ponche de ron logra ese delicado equilibrio entre un sabor afrutado y potente.

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Pointe Baptiste Estate Chocolate Factory. ©Michael Lees/Lonely Planet

Pointe Baptiste Estate Chocolate Factory. ©Michael Lees/Lonely Planet

Los adictos al chocolate puede que quieran dejarse hueco para el postre en la Pointe Baptiste Estate Chocolate Factory. Este pequeño negocio familiar produce exquisitas tabletas de chocolate con sabores típicamente caribeños, como los de especias (una mezcla de canela, nuez moscada y clavo, especias esenciales de la cocina de las Indias Occidentales), jengibre, chile, café, menta, mandarina y chocolate con leche tradicional; los visitantes son guiados a través del proceso de transformación del cacao en deliciosas tabletas, trufas y virutas de cacao. La finca, de 10 Ha, también ofrece alojamiento en una villa de la década de 1930 decorada con muebles antiguos, cuadros y una enorme biblioteca. El distintivo aroma a jazmín, franchipán y flor de cananga atrae a los visitantes hasta unos jardines impresionantemente exuberantes llenos de árboles frutales, flores y plantas medicinales. Una “chocolate cottage” (casita de chocolate) con vistas a los jardines cuenta con una pared abierta y una cama king-size, una combinación ideal para contemplar las estrellas. Tras una tarde con sabor a chocolate, el viajero puede regresar a la cima de Red Rocks para disfrutar de unas vistas privilegiadas de la fabulosa puesta de sol.

A la hora de la cena se puede visitar una joya realmente escondida: el Coral Reef Restaurant. Oculto en la parte de atrás de una tienda de comestibles en la carretera principal, este encantador establecimiento ofrece fabulosas vistas del océano. Gus, el propietario, y su equipo ofrecen auténtica cocina criolla dominiquesa, una mezcla de sabores africanos, amerindios, indios y franceses que representa a la perfección las muchas y enmarañadas raíces de las Indias Occidentales. Se recomienda probar las tiernísimas costillas y, luego, quedarse a disfrutar de unas copas después de la cena.

La Villa PassiFlora, uno de los mejores alojamientos en Calibishie, ofrece acceso directo a la playa, una piscina infinita, extraordinarias vistas del atardecer e incluso un cocinero particular (por un precio adicional). Esta villa de tres habitaciones brinda el ambiente ideal para una escapada íntima.

 

Día 3: Visitar la animada Roseau

 
El viajero puede empezar de forma vigorizante su día en la capital y ciudad más grande de Dominica con zumos verdes, saludables batidos de frutas totalmente naturales, zumos recién exprimidos e infusiones herbales en el Tropical Blendz Cafe, en Old St. También tiene comida más sustanciosa, como tortitas, tortillas y huevos, y bocados típicos de la isla, como plátano frito y accras (pasteles de pescado salado), además de esponjosos buñuelos hechos con bacalao salado, pimientos y la recurrente cucharada de salsa picante.
  

Luego se puede dar un paseo hasta Old Market Sq, un emplazamiento históricamente significativo de Dominica. Esta zona adoquinada antaño era un lugar donde se subastaban esclavos y, a veces, se realizaban ejecuciones. Actualmente es un ajetreado mercado junto al paseo marítimo donde se pueden comprar productos agrícolas frescos, frutas y artículos hechos a mano por artesanos locales, como cestas tejidas, joyas artesanales, aceites esenciales y jabones.

Junto al muelle, el Dominica Museum compensa su pequeño tamaño con una gran profusión de objetos históricos y culturales, todo ello comisariado por el preeminente historiador dominiqués Lennox Honychurch. Entre los objetos expuestos hay una pwi pwi (balsa hecha con troncos de los indígenas kalinago de Dominica) e instrumentos musicales usados por los primeros pobladores.

Luego el viajero puede caminar 15 min hacia el noroeste por Dame Mary Eugenia Charles Blvd (que toma su nombre de la que fue la primera mujer en ser primera ministra de Dominica) hasta los Botanic Gardens, antaño unos exuberantes jardines llenos de algunas de las flores más bonitas del Caribe; desgraciadamente, el huracán David en 1979 y el huracán María en el 2017 causaron graves daños en los terrenos. A pesar de esto, todavía se pueden ver más de 50 tipos de plantas autóctonas, incluida la bwa kwaib (Sabinea carinalis), la planta nacional de Dominica, que en la época de floración produce una gran cantidad de flores de color rojo escarlata. En los jardines también se puede ver el loro sisserou (loro imperial), una especie que solo se encuentra en la isla y que es el ave nacional de Dominica. El cuerpo del regio pero tímido “orgullo de Dominica” es de color violeta oscuro, con alas de color amarillo verdoso con manchas rojas en la punta. Hay que fijarse en el distintivo baobab que cayó y aplastó un autobús escolar vacío durante el huracán David: el árbol todavía está vivo y se ha convertido en un símbolo de la resiliencia del país.

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Baobab que cayó y aplastó un autobús. ©Michael Lees/Lonely Planet

Baobab que cayó y aplastó un autobús. ©Michael Lees/Lonely Planet

Para disfrutar de vistas panorámicas de la capital, hay que recorrer el corto trayecto hasta el Morne Bruce a las afueras del centro urbano. Está a 5 min en automóvil, o a 20 min a pie desde los Botanical Gardens si se tienen ganas de andar. A la hora del almuerzo, el Escape Bar and Grill es famoso por sus innovadores cócteles, como el Grinch y el Pineapple Express, por lo que hay que asegurarse de probar un par mientras se disfruta de una sustanciosa comida a base de alitas, costillas a la parrilla, plátano frito, hamburguesas o gambas en salsa de ajo.

La Emerald Pool es una tranquila maravilla en el interior del Parque Nacional Morne Trois Pitons, un sitio declarado Patrimonio Mundial por la Unesco (también está incluido en el pase de ecoturismo). El viajero debe montarse en un microbús y hacerle saber al conductor que su destino es Pont Cassé, a unos 40 min de distancia. Si se va en automóvil, hay mucho sitio para aparcar. Tras apearse en la entrada del parque, hay un sencillo paseo de 10 min a pie desde el centro de visitantes, a través de la selva, hasta la mágica gruta, que también apareció en la saga de Piratas del Caribe. Una esbelta columna de espumosa agua cae en cascada por encima de las rocas desde una altura de 12 m, mientras que una cueva semisecreta ofrece todavía más privacidad junto a la poza principal. Las algas bajo el agua son las responsables del tono verdoso de la poza, aunque es la luz del sol al reflejarse en el agua y rebotar en las hojas lo que le da su distintivo aspecto de color esmeralda. Está permitido bañarse, pero como la poza no es muy profunda, no se aconseja tirarse de cabeza. Si se quiere pasar toda la tarde en la poza, algunos vendedores ofrecen almuerzos; también hay dos plataformas de observación, muchos bancos, aseos y un vestuario.

Luego se puede ir a ver el atardecer desde el Islet View Restaurant & Bar, en Castle Bruce, a 15 min en automóvil. Es un lugar al que se va por las vistas, pero luego uno se queda por sus 50 variedades de ron casero. A continuación es hora de ir a cenar; con una posición elevada en el extremo de Roseau, el Old Great House Grill & Bar mezcla cocina occidental con estilo local. Como en muchos restaurantes de la isla, el pescado y el marisco ocupan un lugar prominente, al igual que los tubérculos ricos en almidón, como el taro, la batata y el ñame. Todo está elaborado con los ingredientes más frescos para conseguir un sabor óptimo.

 

Día 4: Pasear cerca de Roseau

Durante más de 30 años, el Pearl’s Cuisine lleva sirviendo deliciosos desayunos en la ciudad. Hay que dirigirse directamente a Great Marlborough St para disfrutar de accras de pescado salado, souse (un ligero plato caldoso que consiste en manitas de cerdo encurtidas y pepino, todo ello aderezado con cebolla, ajo, lima y varias especias), tartas rellenas y té de cacao local. La carta de almuerzo es igualmente apetecible.

A continuación se va a visitar el Champagne Reef, que ofrece una de las experiencias más singulares de la isla (hay que tomar un autobús o conducir durante 15 min). ¿En qué otro lugar se puede practicar buceo con tubo por un arrecife de tonos dorados en lo que parece una copa de champán? Esta es la sensación que se tiene gracias al gas volcánico que asciende desde el lecho marino y que imita la efervescencia del vino espumoso. El agua está lo bastante caliente como para disfrutar de este lugar durante horas; los buceadores con tubo más entusiastas también apreciarán el estallido de color que ofrecen las brillantes esponjas, los peces trompeta, los peces loro, las tortugas y los caballitos de mar. Hay que asegurarse de llevar escarpines acuáticos y una cámara submarina o una funda impermeable para el móvil para poder grabar todo el espectáculo. Para entrar en la playa hay que pagar una tarifa de reserva marina de 2 € en el Donny’s Beach Bar. Es posible alquilar equipo en el Donny’s y en otros operadores de la playa, y unirse a uno de sus circuitos de submarinismo (desde 20 €). Es imprescindible saber nadar muy bien, ya que a veces hay fuertes corrientes.

Ahora que ya se ha abierto el apetito, se puede ir 15 min hacia el este para almorzar en el Chez Wen Cuisine, en la playa de Scotts Head. Este restaurante junto a una bahía está especializado en pescado y marisco (se recomienda el pescado a la parrilla con salsa de ajo), pero también ofrece otras opciones, como pollo a la parrilla y varias carnes guisadas.

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Una de las piscinas en Ti Kwen Glo Cho. ©Michael Lees/Lonely Planet

Una de las piscinas en Ti Kwen Glo Cho. ©Michael Lees/Lonely Planet

El Ti Kwen Glo Cho (en criollo significa “pequeño rincón de agua caliente”) está a unos 40 min en dirección noreste, y realmente vale la pena recorrer el largo trayecto. La entrada de 10 € ofrece acceso a unos frondosos jardines con piscinas de piedra llenas de aguas termales curativas. El agua está caliente, pero no de forma exagerada, ofreciendo el remedio perfecto para cualquier llaga, cuerpo dolorido o mente hiperactiva. En este lugar de refugio no hay prisa, por lo que el viajero puede tomarse todo el tiempo que necesite.

Sin lugar a dudas, las mejores vistas que ofrece un restaurante en Roseau son las del Palisades en el Fort Young Hotel (este lujoso hotel con todo incluido también es un lugar maravilloso para pernoctar). El viajero puede cenar al aire libre con vistas ininterrumpidas del mar Caribe mientras la brisa marina acaricia suavemente su piel, u optar por una cena más íntima en el interior. La fusión de sabores locales e internacionales con platos tradicionales y contemporáneos da como resultado opciones como buñuelos de taro, pechuga de pollo a la parrilla con especias cajún, pasta all'arrabbiata con verduras y pastel de frutas dominiqués. El código de vestimenta es informal pero elegante (nada de pantalones cortos), y al viajero le sentará bien poner fin a sus fabulosos cuatro días en Dominica con un toque distinguido.

 

El autor

Nasha Smith

Soy una escritora de viajes de Santa Lucía que ha estudiado en Bélgica, República Checa, Alemania, Grecia, España, EE UU y Gales, aunque siempre encuentro mi camino de vuelta a las islas de las Indias Occidentales. Y, os lo prometo, cuando aterrizas en Dominica, eres incapaz de permanecer en lugares cerrados. Esta belleza te invita a reavivar tu relación con la naturaleza mientras descubres sus propiedades relajantes, con sus fuentes termales y sus mantos de vegetación actuando como remedios holísticos contra el estrés.

Instagram: @naturallynasha
Twitter: @nashasmith

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