Ciudad del Cabo, TOP 2 del 'ranking' de ciudades Best in Travel 2017

Escrito por
Lucy Corne, autora de Lonely Planet

2 Junio 2017
5 min de lectura
© Gary Latham / Lonely Planet
Exclusivo barrio residencial de Llandudno, al oeste de Muizenber, Ciudad del Cabo, Sudáfrica

El renacimiento de Muizenberg, un barrio de la costa de Ciudad del Cabo

No hace mucho tiempo, la línea de playa de Muizenberg se hallaba prácticamente abandonada, con más edificios sellados que visitantes. Su época dorada, a principios del s. XX, como uno de los centros playeros más de moda de Sudáfrica quedan ya muy lejos. Sin embargo, sus residentes se negaron a dejarlo morir y hoy, gracias su arduo esfuerzo y a la inversión local, Muizenberg vuelve a ser el lugar donde dejarse ver de la costa de Ciudad del Cabo.

Ya no se ven damas en bombacho subiéndose las enaguas para remar en el Atlántico, o domingueros que salen en avalancha del tren para ver los espectáculos de Punch and Judy en la arena. En lugar de eso, la contagiosa regeneración que se extiende por la primera línea de mar de Muizenberg y alcanza los callejones, atrae a una clientela variopinta –surfistas melenudos, creativos que buscan un estudio original y oficinistas del extrarradio que se toman una cerveza antes de regresar a su hogar en tren– a cafés tan eclécticos como ellos mismos. Los intrépidos surfistas, todo hay que decirlo, nunca abandonaron la rompiente de Muizenberg, pero tras saciar su sed de olas, abandonaban el barrio.

Ciudad del Cabo, Muizenberg © Ariadna22822 / Shutterstock Ciudad del Cabo, casetas de playa victorianas de Muizenberg © Ariadna22822 / Shutterstock

Un bocado

La comida y la bebida han tenido un importante papel en la renovación de Muizenberg. Hoy está lleno de restaurantes y bares donde comer pizza al horno de leña, hamburguesas gourmet, delicias veganas y sushi, y abundan el buen café y la buena cerveza artesanal. El local más animado de la zona es Tiger’s Milk, un bar tranquilo que sirve la versión local de la típica comida de pub: higadillos picantes de pollo y Bunny Chow (una hogaza de pan rellena de curri), además de hamburguesas y costillas. Un poco más allá se puede elegir entre sushi y marisco en Live Bait, comida vegetariana en Yoffi Falafel (en el edificio Balmoral) o, si es la hora del desayuno, unirse a las familias en Knead para tomar buen café mientras los niños juegan en el parque infantil. Al otro lado de la vía del tren está el Empire Café, un veterano favorito famoso por sus desayunos y su café, y el flamante nuevo bar The Striped Horse, buque insignia de la cerveza artesanal local del mismo nombre.

Ciudad del Cabo, Empire Café © Dave T. Jones - www.empirecafe.co.za Ciudad del Cabo, Empire Café © Dave T. Jones - www.empirecafe.co.za

Y no todo son vistas al mar. También surgen restaurantes en un barrio medio oculto que los lugareños conocen como The Village, una zona de calles estrechas al norte de la playa. Es buena idea tomar un latte en Kitch Kombuis (34 Palmer Rd) o un zumo recién exprimido mientras se contemplan libros y vinilos en Roots Bar. Si el viajero está por aquí un viernes por la noche, que recorra unas cuantas calles más hasta llegar al Blue Bird Garage Market para saborear la cocina internacional elaborada en las paradas.

Arte en las calles 

Ciudad del Cabo cuenta con un prometedor panorama de arte urbano, y Muizenberg es uno de los barrios con más murales de grafiti. Las expresivas imágenes del colectivo artístico local One Love Studio están presentes en muros de toda la región; su obra más querida es el gigantesco mural surfista del lateral del edificio Stoked Backpackers junto a la estación. La propia estación es, en sí misma, una obra de arte. Su fachada eduardiana es una de las muchas razones por las que los entusiastas de la arquitectura son tan felices en Muizenberg como los surfistas.

Ciudad del Cabo, arte en Muizenberg © www.theonelovestudio.co.za Ciudad del Cabo, mural surfista en Muizenberg © www.theonelovestudio.co.za 

Los renovados edificios frente al mar datan de principios del s. XX y albergan una combinación de estilos art déco y eduardiano, algo que se ha querido conservar con la reforma de los edificios. Quizá lo más sorprendente de todo son las casetas de playa victorianas, pintadas de vivos colores, que se han convertido en emblema de Muizenberg. Hoy están vacías, pero a medida que los planes de reforma avancen, se les dará un nuevo uso.

Activarse

Lo que ha mantenido vivo a Muizenberg, incluso en las épocas más difíciles, ha sido el surf. Su rompiente de playa es ideal para los principiantes, que toman clases en una de la media docena de escuelas del ‘Berg’. Los surfistas más avanzados permanecen en segunda línea, pero Muizenberg es famoso por ser uno de los enclaves surfistas de Sudáfrica más acogedores con los principantes. Los operadores locales también alquilan tablas de surf de remo y dan clases de windsurf y kitesurf, en el lado este de la playa.

Para familias

Si se consigue sacar a los niños de la playa, hay un montón de atracciones pensadas para ellos. Detrás de la playa hay un mini golf, un par de toboganes acuáticos muy populares y un parque infantil. Si apetece una actividad más emocionante, se puede reservar plaza en los blo-karts de Sunrise Circle. Son una mezcla de karts y windsurf, y una buena manera de aprovechar el siempre ventoso clima de Muizenberg.

Ciudad del Cabo, surf en Muizenberg © African Budget Safaris - www.flickr.com/photos/africanbudgetsafaris/8716027515 Ciudad del Cabo, Muizenberg © African Budget Safaris - www.flickr.com/photos/africanbudgetsafaris/8716027515

Llevarse un recuerdo a casa 

Después de hacer surf, caerse, quitarse el sabor a sal de la boca con una cerveza bien fría y sacar un montón de fotografías, solo queda una cosa por hacer: ir de compras. Muizenberg no tiene fama como destino para ir de compras, siempre ha estado a la sombra de la vecina Kalk Bay, llena de tiendas hippies y de antigüedades. Pero como todo lo demás en Muizenberg, la selección de tiendas del barrio ha mejorado mucho en los últimos años. Es un sitio ideal para comprar material de surf (tablas, trajes y otros), y no hay que perderse la maravillosa Rolling Wood, donde se construyen tablas de surf y monopatines de madera. Quien busque creaciones locales, que visite Palmer Street en The Village, que está llena de tiendas únicas que venden bisutería, ropa y artesanía. El último jueves de cada mes, a las tiendas de Palmer Street se les une una selección de puestos de comida, y nadie cierra hasta las 22.00.

 

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