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En 1959, 12 años después de convertir a la seda de Tailandia en un rentable negocio de exportación, el estadounidense Jim Thompson compró una parcela junto a Khlong Saen Saeb y se construyó una casa, pero no una cualquiera. Su afición por todo lo tailandés le llevó a comprar seis casas tradicionales de madera y las hizo reconstruir en su jardín.