El foco de atención de esta zona –y probablemente de toda la ciudad– es el palacio real de Seúl, al que hay que dedicarle al menos medio día. Su tamaño y esplendor han quedado muy mermados desde su apogeo en el s. XVIII, pero el complejo palacial, en el distrito de Jongno-gu, ilustra sobre cómo se vivía en el poderoso corazón de la ciudad vieja. Los inmensos edificios del palacio están casi vacíos, lo que permite apreciar los ideales confucianos de frugalidad, sencillez y separación de sexos tanto en la arquitectura como en los jardines. La zona se conoce como Gwanghwamun por la majestuosa puerta del palacio principal del Gyeongbokgung y la plaza alargada que la precede.
Si se quiere ver hanoks (casas tradicionales) en un barrio realmente vivo, Bukchon, entre Gyeongbokgung y Changdeokgung, da para pasar 1 h, o más si se entra en una casa de té. Para ver más conjuntos de hanoks en un sitio muy de moda hay que dirigirse a Seochon, al oeste de Gyeongbokgung, o a Inkseon-dong, una de las zonas más acogedoras para los turistas, con un laberinto de callecitas llenas de casas de té tradicionales, restaurantes, galerías y tiendas de artesanía.