A la Antártida, a diferencia de cualquier otro continente, se le suponía la existencia mucho antes de ser descubierta. Los griegos antiguos, entre ellos Pitágoras, creían que la Tierra era redonda. Aristóteles pulió esa idea al sugerir que la simetría de una esfera exigía que la región septentrional del planeta fuera equilibrada por otra meridional, ya que sin ella, la parte superior del globo terráqueo se caería. Esta idea dio lugar al nombre actual del continente más septentrional: Antarktos o “lo opuesto a Arktos”, la constelación del cielo del norte. En Egipto, Tolomeo afirmó que el equilibrio geográfico requería un continente desconocido en el sur; un mapa que dibujó en el 150 d.C. mostraba un enorme continente que unía África y Asia.
En 1954 Australia estableció la primera base científica permanente en el continente antártico, y en 1957-1958, durante el Año Geofísico Internacional, 12 países operaban ya 46 bases. Esta actividad hizo que el Tratado Antártico (1959) resultara aún más relevante: el continente se reservó para la ciencia y la investigación. Desde entonces, a pesar de algunas reivindicaciones territoriales, así ha sido en gran medida. En las últimas décadas, a causa del papel clave de la Antártida en el cambio climático, los descubrimientos continúan viento en popa.
Durante la época de la caza de focas (1780-1892), más de 1100 barcos visitaron las regiones antárticas (las islas periantárticas y la península), mientras que los dedicados a la exploración apenas fueron 25. Esos cazadores procedían de Gran Bretaña, la Colonia del Cabo (ahora Sudáfrica), Francia, Tasmania y Nueva Gales del Sur (hoy Australia), Nueva Zelanda y EE UU. Aunque movidos principalmente por el dinero, algunas compañías, sobre todo la londinense Enderby Brothers, gastaron importantes sumas en exploraciones.
Casi un tercio de las islas periantárticas fueron descubiertas por cazadores de focas, que, al pensar que eran de su propiedad, se guardaban la información para ellos.
La caza de focas era una actividad muy dura. Los hombres desembarcaban en una playa prometedora y se quedaban allí durante meses, mientras el barco continuaba a la búsqueda de nuevos territorios para cazar. Vivían en tiendas de campaña, toscas cabañas o pequeñas cuevas entre las rocas, poco resguardados del viento y demás inclemencias.
En 1819, el zar Alejandro I envió al alemán báltico Fabian von Bellingshausen (1778-1852), un capitán del Ejército Imperial Ruso que había participado en la primera circunnavegación rusa en 1803-1806, a una expedición al océano Antártico. Con su buque insignia, el Vostok, una corbeta recién botada con el casco recubierto de cobre, y un buque mercante más antiguo, el Mirny, cruzó el círculo polar antártico el 26 de enero de 1820, y al día siguiente se convirtió en la primer persona en avistar el continente antártico. A través de una pesada cortina de nieve, en las coordenadas 69°21′28′′S, 2°14′50′′O, vio “un campo de hielo y pequeñas colinas”. No obstante, al no ser consciente de la importancia del hecho, solo anotó el clima y la posición en el cuaderno de bitácora y siguió.
Los dos barcos zarparon hacia el este y llegaron más al sur que cualquier otro barco antes que ellos, hasta alcanzar los 69°25’S. Cruzaron el círculo polar antártico seis veces más y circunnavegaron el continente, hasta llegar a los 69°53′S, donde descubrieron la isla Pedro I, en aquellos momentos el punto más austral conocido, además de otro territorio sin hielo que Bellingshausen llamó costa de Alejandro en honor al zar. Ahora se sabe que es una isla unida a la península Antártica por una plataforma de hielo.
El cazador de focas estadounidense Nathaniel Brown Palmer (1799-1877), hijo de un propietario astillero, abandonó su casa en Stonington, en Connecticut, a los 14 años para hacerse a la mar. En 1820, durante su segundo viaje en un barco cazador de focas a las islas Shetland del Sur, al mando del balandro Hero, navegó hacia el sur con una pequeña flota. Cuando llegó a las Shetland del Sur dejó atrás a los otros barcos y continuó en busca de un sitio más seguro donde fondear. Echó el ancla en la caldera de la isla Decepción, y casi con toda seguridad fue el primero en hacerlo. El 16 de noviembre vio la isla Trinidad al sureste y, probablemente, la península Antártica. Al día siguiente, navegó para investigar, pero consideró imprudente desembarcar a causa de los bloques de hielo.
En enero de 1821, mientras buscaba focas, Palmer navegó a bordo del Hero hacia el sur, junto a la costa occidental de la península hasta la bahía Margarita.
Un año más tarde, al mando del balandro James Monroe, Palmer buscaba focas en las Shetlands del Sur con el británico George Powell, capitán del Dove. Al no encontrarlas, se dirigieron al este, y el 6 de diciembre de 1821 avistaron una gran isla de un nuevo archipiélago: las islas Orcadas del Sur.
El escocés James Weddell (1787-1834), hijo de un tapicero, fue capitán de la Royal Navy y se reincorporó a la Marina mercante en 1819, cuando capitaneó el bergantín Jane en una expedición para cazar focas en las recién descubiertas Shetland del Sur. Aunque el viaje fue un fracaso financiero, descubrió las Orcadas del Sur, que hacía poco habían avistado Palmer y Powell.
En su siguiente viaje, Weddell, con el Jane y el cúter Beaufoy, llegó al extremo oriental de las Orcadas del Sur a finales de enero de 1823. Desembarcó en la isla Montura (Saddle) y reunió seis pieles de una nueva especie de foca, conocida ahora como Weddell. Sin embargo, a principios de febrero, desalentado en dar con una población significativa de focas, decidió cambiar de rumbo e ir al sur, hacia un mar normalmente cubierto de una impenetrable capa de hielo hasta los 60°S.
Las constantes ventiscas empaparon a la tripulación, pero el 16 de febrero, cuando cruzaron el paralelo 70, el tiempo cambió y siguieron más al sur. Consciente del buen tiempo, Weddell escribió: “No se veía ni una partícula de hielo.”
El 20 de febrero había alcanzado los 74°15’S (un nuevo récord, 344 km más que Cook), pero aunque el mar abierto seguía, decidió dar media vuelta. Para celebrarlo, dispararon un cañón y Weddell bautizó ese mar con el nombre del rey Jorge IV (aunque en el s. xx se cambió por el suyo propio).
Cuando el teniente estadounidense Charles Wilkes (1798-1877) aceptó en 1838 el mando de la Expedición de Exploración de EE UU, poco se imaginaba la que se le avecinaba.
Para empezar, los seis barcos elegidos no eran adecuados para una travesía polar: los buques de guerra Vincennes Peacock, y Porpoise tenían unas troneras por las que entraba el agua en mares revueltos; el Sea Gull y el Flying Fish habían sido lanchas de práctico en Nueva York, y el Relief era un lento buque mercante de guerra.
Tras separarse y padecer muchas penalidades (los vendavales desgarraron las velas, los botes fueron triturados por el hielo, algunos hombres sufrieron heridas y congelaciones, y el Sea Gull se perdió en Chile con toda la tripulación), tres barcos se reunieron de nuevo y el 16 de enero de 1840, tres días antes de que Dumont d’Urville hiciera su descubrimiento, avistaron tierra cerca de las coordenadas 154°30’E, y tres días más tarde desembarcaron en un bote para confirmarlo. Tras separarse de nuevo, el Vincennes siguió hacia el oeste, hasta la hoy denominada barrera de hielo de Shackleton, que Wilkes llamó Tierra Final. Tras seguir la costa antártica durante casi 2000 km, Wilkes anunció el descubrimiento de un continente antártico a su regreso a Sídney.
El francés Jules-Sébastien-César Dumont d’Urville (1790-1842) ya había hecho dos circunnavegaciones cuando, en 1837, zarpó con el Astrolabe y el Zélée. Aunque esperaba alcanzar el polo Sur magnético, tenía órdenes del rey Luis Felipe de llegar lo más al sur posible por el mar de Weddell.
Sin embargo, en aquel momento, en ese mar, el hielo se extendió mucho hacia el norte y, para su frustración, d’Urville no pudo llegar tan al sur como Weddell. A finales de febrero descubrió (o redescubrió, porque seguramente ya lo habían hecho los cazadores de focas) la península de Luis Felipe y la isla Joinville, en la punta norte de la península Antártica. Para entonces, sus tripulaciones ya padecían escorbuto.
Tras un viaje etnológico de un año por el Pacífico, durante el cual 23 hombres murieron de disentería y fiebre, d’Urville puso de nuevo rumbo al sur, y el 19 de enero de 1840 vio lo que estaban seguros de que era tierra (y que confirmaron al día siguiente). Al no poder desembarcar a causa de los altos acantilados de hielo, siguieron hacia el oeste y llegaron a un grupo de islotes. Se llevaron esquirlas de granito para probar que habían encontrado tierra firme; Francia reclamó el descubrimiento y d’Urville la llamó Tierra de Adelia en honor a su esposa.
En noviembre de 1840, cuando regresaron a Francia, d’Urville y sus hombres fueron aclamados y recompensados con 15 000 francos (a repartir). Menos de dos años después, Dumont d’Urville, su esposa y su hijo morían por un descarrilamiento de tren.
El escocés James Clark Ross (1800-1862) se alistó en la Royal Navy a los 11 años. Entre 1818 y 1836 pasó ocho inviernos y 15 primaveras en el Ártico, y en 1831, como segundo de a bordo de una travesía al mando de su tío, John Ross, localizó el polo Norte magnético. En 1839 lideró una expedición para localizar el polo Sur magnético.
Zarpó rumbo al sur desde Hobart con el Erebus y el Terror (dos barcos reforzados de tres mástiles) y avanzó entre bloques de hielo hasta que el 9 de enero de 1841 llegó a mar abierto, lo que le convirtió en el primer hombre en alcanzar la barrera Victoria (hoy barrera de hielo de Ross). Al día siguiente, avistó tierra. Dos días después, un bote desembarcó en la isla Possession, y el nuevo territorio fue reclamado en nombre de la reina Victoria.
Mientras seguía buscando el polo Sur magnético, Ross descubrió la isla High (hoy isla de Ross), y bautizó sus dos montañas con los nombres de sus barcos: Erebus y Terror. En su camino, sin embargo, estaba la impresionante barrera de hielo, de 60 m de altura. Los barcos navegaron junto a ella durante 450 km. El 22 de enero de 1841, tras ser consciente de que había llegado más al sur que Weddell, Ross regresó a Hobart.
En noviembre volvió al sur, hacia el extremo oriental de la barrera, y batió un nuevo récord el 21 de febrero a 78°10’ S; no obstante, el invierno le obligó a regresar.
Tras una decepcionante tercera visita al mar de Weddell, la expedición llegó a Inglaterra el 2 de septiembre de 1843, tras casi 4½ años en el mar. Ese mismo año, Ross se casó con Anne, pero con la condición –impuesta por su suegro– de poner fin a sus días de exploración, la que solo rompió una vez: en 1847-1848 volvió al Ártico en busca de John Franklin, que había desaparecido en 1845 mientras intentaba navegar por el paso del Noroeste.
En 1893, el noruego Henrik Johan Bull (1844-1930) convenció a Svend Foyn, el adinerado inventor del cañón arponero, de que financiara una expedición para estudiar el potencial ballenero del mar de Ross. A bordo del vapor Antarctic (que más adelante utilizaría Nordenskjöld), la expedición salvó muchas dificultades pero encontró pocas ballenas. Las 3000 £ obtenidas de la caza de focas en las islas Kerguelen se evaporaron cuando el barco encalló en la isla Campbell.
El 24 de enero de 1895, un grupo de hombres bajó a tierra en el cabo Adare, supuestamente el primer desembarco en el continente (en verdad uno de los varios “primeros” desembarcos). Recogieron pingüinos, muestras de roca, algas marinas y líquenes. Bull siguió con la caza focas y ballenas, y a los 62 años naufragó y pasó dos meses en las islas Crozet.
El belga Adrien Victor Joseph de Gerlache de Gomery (1866-1934), teniente de la Real Marina de Bélgica, convenció a la Sociedad Geográfica de Bruselas de que financiara una expedición científica a la Antártida. Zarpó de Amberes en 1897 a bordo del barco dedicado a la caza de focas Belgica. La tripulación era internacional, incluido el noruego Roald Amundsen, que se ofreció como primer oficial sin paga.
A principios de febrero, la expedición había descubierto y cartografiado el estrecho que ahora lleva el nombre de Gerlache, en la costa occidental de la península Antártica, así como las islas en la costa occidental del mismo: Brabant, Liège, Anvers y Wiencke. Por el lado oriental del estrecho, recorrieron la costa Danco de la península, bautizada así en honor de un científico especializado en magnetismo fallecido durante la expedición.
El 15 de febrero de 1898, el Belgica cruzó el círculo polar antártico. El 1 de marzo, cuando ya estaban en medio del hielo, alcanzó los 71°31’S. Al día siguiente, el barco quedó varado en el hielo, y así permaneció 377 días. Durante este tiempo, la primera vez que alguien pasó el invierno al sur del círculo, la expedición padeció mucho: la oscuridad del invierno amenazaba la cordura de la tripulación, y la falta de vitamina C amenazaba con el escorbuto.
En enero de 1899 trataron de escapar del hielo serrando a mano un canal de 600 m en un tramo de mar abierto. Trabajaron sin parar durante un mes. Cuando solo quedaban 30 m, un cambio en la dirección del viento selló de nuevo el canal. Dos semanas más tarde, el hielo se abrió y llegaron a una zona de agua rodeada de hielo, lo que les obligó a esperar otro mes para poder alcanzar mar abierto.
Carsten Egeberg Borchgrevink (1864-1934), hijo de noruego e inglesa, navegó con Bull a bordo del Antarctic en 1894. Cuando desembarcaron en el cabo Adare, Bull convenció a Borchgrevink de que era posible sobrevivir al invierno antártico en tierra, y este último decidió organizar su propia expedición para ser el primero en conseguir esa hazaña: la Expedición Antártica Británica.
El Southern Cross de Borchgrevink, un barco dedicado a la caza de focas remodelado, llegó al cabo Adare el 17 de febrero de 1899. A pesar de que se perdió una vida, la expedición fue un éxito.
El geólogo sueco Nils Otto Gustav Nordenskjöld (1869-1928) ya había capitaneado expediciones al Yukón y a la Tierra del Fuego cuando en 1900 fue elegido para liderar la Expedición Antártica Sueca, la primera que pasó un invierno en la península Antártica.
Al mando de Nordenskjöld, el experto explorador antártico noruego Carl Larsen capitaneó el Antarctis, el barco con el que Bull había cazado focas. A finales de enero exploraron la costa occidental de la península e hicieron importantes descubrimientos antes seguir hasta el extremo de la península, desde donde llegaron a la isla Joinville y bautizaron el estrecho con el nombre de su barco.
Luego, intentaron ir hacia el sur por el mar de Weddell, pero el hielo los detuvo. Luego, en febrero de 1902, Nordenskjöld y cinco de sus hombres establecieron una base en una pequeña cabaña en la isla Cierro Nevado, mientras el Antarctic navegaba hacia las Malvinas. No sería hasta noviembre de 1903 que Nordenskjöld y sus hombres se reencontrarían con Larsen en el Antarctic.
Si bien la expedición de Nordenskjöld es recordada porque consiguió sobrevivir, también realizó la investigación más importante llevada a cabo hasta entonces en la Antártida, que incluía estudios de botánica, geología, glaciología e hidrografía.
Mientras los hombres de Nordenskjöld intentaban sobrevivir, el británico Robert Falcon Scott (1868-1912) trabajaba en una base de la isla de Ross. Hijo de un cervecero de clase media-alta, se enroló a los 13 años como cadete en el Britannia, un buque escuela de la Royal Navy. En junio de 1900 fue nombrado comandante. Un mes más tarde fue elegido para dirigir la Expedición Antártica Británica, que zarpó el 6 de agosto de 1901 a bordo del Discovery, un barco de vapor de madera construido ex profeso.
El 3 de enero de 1902, el Discovery cruzó el círculo polar antártico y seis días después recaló brevemente en el cabo Adare. Por el mar de Ross, Scott navegó junto a la barrera de hielo de Ross y descubrió la Tierra del Rey Eduardo II en su margen izquierdo.
A mediados de febrero de 1902, los hombres de Scott habían establecido una base en el Hut Point (isla de Ross). Aunque se construyó una cabaña en tierra firme, el Discovery, congelado en un mar de hielo, se usó como alojamiento.
Durante un trayecto en trineo se desató una violenta tormenta de nieve y el joven marinero George Vince murió al caerse por un precipicio. Pasó el invierno y el grupo disfrutó de una novedad en la Antártida: la luz eléctrica (generada por un molino). Con un miembro de la expedición de Ernest Shackleton como director, publicaron la primera revista antártica, el South Polar Times, mensual, y un número de otra menos seria, el Blizzard, en cuya portada aparecía una figura con una botella y el titular “La ventisca me da igual, estoy bien”.
Aclamado por la tripulación, el 2 de noviembre de 1902 Scott partió hacia el polo Sur con Shackleton, el oficial científico Edward A. Wilson, 19 perros y cinco trineos con suministros. Sin embargo, la falta de experiencia con los esquís y los trineos con perros frustró esa primera incursión.
Al verano siguiente, después de que Scott dirigiera una expedición con trineos al sur de la Tierra de Victoria, llegaron los barcos de rescate Morning y Terra Nova. Si en seis semanas no eran capaces de sacar del hielo el Discovery, lo abandonarían. Tras varias semanas con sierras y explosivos, la naturaleza cedió y el Discovery pudo zarpar el 16 de febrero de 1904.
El médico escocés William Speirs Bruce (1867-1921) encabezó la Expedición Antártica Escocesa a bordo del Scotia, un barco de vapor noruego dedicado a la caza de focas. Fueron hacia el sur por el mar de Weddell en 1902-1903, pero a los 70°S el barco quedó varado. Tras liberarlo, continuó al norte hacia la isla Laurie, donde estableció una estación meteorológica, la más antigua de la Antártida aún en funcionamiento (hoy llamada Orcadas).
En enero de 1904, Bruce se adentró en el mar de Weddell hasta los 74°S, donde descubrió la Tierra de Coats, que llamó así por los patrocinadores de la expedición, Andrew y James Coats. El Scotia discurrió junto a la costa a lo largo de 240 km, pero a 2-3 km de tierra firme por el hielo.
Tras su muerte, en 1921, las cenizas de Bruce fueron esparcidas en el océano Antártico.
El médico francés Jean-Baptiste Etienne Auguste Charcot (1867-1936) encabezó la Expedición Antártica Francesa por la costa oeste de la península. Hacia el 19 de febrero de 1904 había descubierto el puerto Lockroy (isla Wiencke). Después, la expedición pasó el invierno en una resguardada bahía de la costa norte de la isla Booth, un lugar que llamó puerto Charcot en honor a su padre. Cuando llegó la primavera, navegaron hacia el norte; tuvieron problemas el 13 de enero de 1905, cuando la goleta Français chocó contra una roca. Aunque intentaron taponar la brecha, la expedición tuvo que separarse en Argentina. Charcot regresó a casa, donde su mujer, Jeanne, se divorció de él por abandono.
En 1908, Charcot regresó al sur en una expedición del Gobierno francés a bordo del nuevo Pourquoi Pas?, el mismo nombre con el que el médico bautizaba sus barcos de juguete de niño. El grupo continuó por la costa occidental de la península. Descubrió y dio nombre a la costa Fallières, rodeó la isla Adelaida (y demostró su insularidad) y descubrió la bahía Margarita (por Meg, su segunda esposa).
El barco se jactaba de tener luz eléctrica y una biblioteca con 1500 volúmenes, algo que sería muy útil el invierno de 1909, cuando la expedición quedó atrapada en el hielo en una bahía de la isla Petermann. El grupo estableció una base en tierra firme, con cabañas para realizar investigaciones meteorológicas, sismológicas, magnéticas y mareales.
Veintiséis años después, Charcot y el Pourquoi Pas? navegaban de nuevo por aguas traicioneras, esta vez cerca de Islandia, cuando se desató un vendaval, que hizo naufragar del barco y causó la muerte del capitán y de 42 de sus 43 tripulantes.
El anglo-irlandés Ernest Henry Shackleton (1874-1922), segundo de los 10 hijos de un médico y una mujer cuáquera, vivió según el lema familiar de “Fortitudine vincimus” (el coraje nos hará vencer). Trabajador incansable y de encantadora personalidad, Shackleton estaba muy débil a causa de su habitual mala salud durante la expedición de Scott de 1902.
De vuelta en Escocia, trabajó como relaciones públicas en una planta siderúrgica de Glasgow. El dueño de la misma, William Beardmore, financió su siguiente expedición antártica. La Expedición Antártica Británica zarpó de Nueva Zelanda a bordo del Nimrod, un barco para cazar focas de tres mástiles y 40 años de experiencia por el Ártico. En enero de 1908, cuando llegó a la barrera de hielo de Ross, Shackleton construyó su cabaña en el cabo Royds (en la isla de Ross) antes de dirigirse al polo Sur. Desalentados por la escasez de suministros, Shackleton y sus hombres tuvieron que abandonar a solo 180 km de su objetivo.
El noruego Roald Engelbregt Gravning Amundsen (1872-1928) ya era un explorador veterano cuando en 1910 zarpó de Christiana (hoy Oslo). Había formado parte del primer grupo que pasó un invierno al sur del círculo polar antártico en la expedición de Gerlache en el Belgica. Entre1903 y 1906 fue el primero en navegar por el paso del Noroeste, objetivo de muchos marineros durante siglos. Pasó tres inviernos en el Ártico y aprendió mucho de los esquimales sobre la vestimenta polar, los desplazamientos y los trineos con perros.
El Ártico fue su primer objetivo. Siempre había soñado con llegar al polo Norte, pero mientras preparaba una expedición se enteró de que el estadounidense Robert E. Peary decía haber alcanzado los 90°N el 6 de abril de 1909. Rápidamente y en secreto, dio un giro total a sus planes.
Amundsen, a bordo del Fram, que había utilizado el noruego Fridtjof Nansen en su infructuoso intento de llegar al polo Norte, zarpó de Noruega el 9 de abril de 1910. El Fram tenía un motor diesel, lo que le permitía arrancar rápidamente y un casco redondeado para elevarse cuando encontrara placas de hielo. Para evitar que Robert Scott se enterara de sus planes, solo tres miembros de la expedición sabían sus planes hasta que llegó a Madeira. Poco después mandó su tristemente célebre telegrama a Scott, que estaba en Melbourne: “Me permito informarle de que el Farm se dirige a la Antártida. Amundsen”.
Amundsen estableció su base, Framheim (casa del Fram), en la barrera de hielo de la bahía de las Ballenas. En una pequeña cabaña de madera prefabricada pasaron el invierno nueve hombres. Fuera había 15 tiendas idénticas que servían de almacén y de refugio para los 97 perros del norte de Groenlandia. Desde Framheim, Amundsen tenía la ventaja de iniciar el viaje hasta el polo Sur 100 km más cerca que Scott, si bien tendría que abrir una nueva ruta en la meseta Antártica desde la barrera de hielo de Ross. El 14 de diciembre de 1911, Amundsen y sus hombres se convirtieron en los primeros en llegar al polo Sur.
La Expedición Antártica Británica de Scott zarpó de Nueva Zelanda el 29 de noviembre de 1910 con el objetivo de alcanzar el polo Sur. Cuando en enero de 1911 llegó a la isla de Ross a bordo del Terra Nova, un viejo ballenero que había sido uno de los barcos de rescate enviados al final de la expedición del Discovery, Scott se encontró con que el hielo bloqueaba el acceso a su antigua cabaña Discovery, por lo que estableció su base en el cabo Evans, llamado así en honor a su segundo de a bordo, Edward Ratcliffe Garth Russell ‘Teddy’ Evans. Tras construir una cabaña, puso en marcha un ambicioso programa de almacenamiento de suministros e introdujo una innovación muy práctica: una línea telefónica entre el cabo Evans y el Hut Point.
La primavera siguiente, el 24 de octubre, Scott envió un grupo con dos trineos motorizados, y ocho días más tarde otro más numeroso de hombres y 10 ponis. Varios equipos dejaron víveres y suministros. A pesar de alcanzar finalmente el polo Sur el 17 de enero, la expedición tuvo un trágico final: no solo no fueron los primeros en llegar (esa hazaña la realizó Amundsen), sino que Scott y los cuatro hombres que le acompañaban perecieron en el viaje de vuelta.
Entre los que se quedaron en la orilla del continente estaban los tristemente famosos tres expedicionarios que se dirigieron en pleno invierno al cabo Crozier y el separado equipo norte, liderado por Victor Campbell. Este grupo descubrió la Tierra de Oates (llamada así en memoria de Lawrence Oates) y pasó un terrible invierno de privaciones en una cueva en la nieve en la bahía de Terra Nova, en la costa occidental del mar de Ross.
Un grupo de seis hombres liderado por el geólogo Griffith Taylor exploró los misteriosos valles secos que Scott había descubierto en la expedición del Discovery.
El geólogo australiano Douglas Mawson (1882-1958) fue invitado por Scotta viajar en el Terra Nova, pero prefirió liderar su propia expedición. Mawson, un veterano que había estado en la expedición del Nimrod de Shackleton, quería explorar nuevos territorios al oeste del cabo Adare.
La Expedición Antártica Australiana zarpó de Hobart el 2 de diciembre de 1911 a bordo del Aurora, un viejo barco para cazar focas. Su capitán era John King Davis (que también estuvo en la Expedición del Nimrod con Mawson y Shackleton). Llegaron al borde del hielo en enero de 1912; luego se dirigieron al oeste y navegaron junto a la costa hacia nuevos territorios, que Mawson llamó la Tierra de Jorge V y reclamó para la Corona británica. Mawson estableció su base en el cabo Denison, en la bahía de la Commonwealth, donde realizó innovadores experimentos.
Entre 1929 y 1931, Mawson regresó a la Antártida, al frente de los dos viajes en verano de la Expedición de Investigación Antártica Británica, Australiana y Neozelandesa (BANZARE) al oeste de la bahía de la Commonwealth, donde descubrieron la Tierra de Mac. Robertson, llamada así en honor de sir MacPherson Robertson, un patrocinador de la expedición.
Después de que Amundsen llegara al polo Sur, Wilhelm Filchner (1877-1957), un teniente del ejército de Baviera, planteó la cuestión de si los mares de Weddell y Ross estaban unidos por un canal, como algunos geógrafos apuntaban. Filchner esperaba cruzar el continente antártico desde el mar de Weddell para resolver el enigma.
El 4 de mayo de 1911, a bordo del Deutschland, zarpó la segunda Expedición Alemana al Polo Sur, que llegó al mar de Weddell a mediados de diciembre. Tras 10 días de navegación, el barco penetró en la costa sur del mar, la Tierra de Coats. Rumbo al oeste, Filchner llegó hasta nuevos territorios a los que llamó Tierra del Príncipe Regente Luitpold (ahora costa Confín o de Luitpold). También descubrió una vasta barrera de hielo, que bautizó Káiser Guillermo en honor a su emperador (quien más adelante insistió en que se rebautizara como Filchner). Entonces, Filchner intentó establecer una base (la Stationseisberg) en la barrera de hielo, pero tuvo que renunciar a la idea cuando una gran extensión de la barrera se desprendió y sumergió en las aguas la cabaña casi terminada.
Cuando llegó el invierno antártico, el barco quedó atrapado nueve meses en el hielo. Richard Vahsel, el capitán, murió de sífilis en agosto de 1912, y como escribió Filchner, fue “lanzado al mar dentro de un saco, con un pesado lastre”.
El 26 de diciembre de 1912, el hielo se fundió y el barco zarpó con destino a Georgia del Sur y a casa.
Tras no haber podido alcanzar el polo Sur con la expedición del Nimrod, Shackleton se propuso cruzar la Antártida. La Expedición Transantártica Imperial navegaría a bordo del Endurance hasta la costa del mar de Weddell, establecería una base y avanzaría por el continente a través del polo Sur. En lo alto del glaciar Beardmore, a ese grupo se uniría otro que habría zarpado de Hobart en el Aurora y desembarcado en la isla de Ross.
El Endurance zarpó de Plymouth el 8 de agosto de 1914, hizo escalas en Madeira, Buenos Aires y Georgia del Sur y luego se adentró en el hielo del mar de Weddell. El barco se apretujaba entre pasos cada vez más estrechos.
El 19 de enero de 1915, el barco quedó varado. Los increíbles hechos que siguieron ya son leyenda, gran parte de ella inmortalizada por Frank Hurley, el fotógrafo de la expedición. El barco, aplastado por los témpanos de hielo, se hundió el 21 de noviembre. Shackleton y sus hombres sobrevivieron durante cinco meses en la capa de hielo hasta que, en tres botes salvavidas al descubierto, se dirigieron por aguas heladas a la isla Elefante. Dado que la isla no era más que una roca azotada por el viento, Shackleton y cinco de sus hombres tuvieron que navegar otros 1300 km por mar abierto en un bote de 6,9 m, el James Caird (que el carpintero del barco había cubierto con madera), para pedir ayuda a los balleneros de Georgia del Sur. Tras 16 extenuantes días, desembarcaron en Georgia del Sur, lo que supuso una de las grandes hazañas de la historia de la navegación. Frank Worsley había utilizado un sextante bajo un cielo cubierto de nubes y en medio de olas de 15 m.
Desgraciadamente, arribaron a Georgia del Sur en la bahía Rey Haakon, situada en la inhóspita y deshabitada costa suroeste (las estaciones balleneras estaban en la costa noreste de la isla).
Cuando llegaron a Stromness, zarpó un barco para rescatar a los tres hombres que se habían quedado en la bahía Rey Haakon. Después de los tres intentos fallidos llevados a cabo durante los seis meses siguientes para ir en busca de los 22 hombres que aún estaban en la isla Elefante, Shackleton solicitó la ayuda del Yelcho, un barco de vapor que le prestó el Gobierno chileno y los rescató el 30 de septiembre de 1916. Toda la tripulación del Endurance sobrevivió.
Entretanto, el grupo del mar de Ross había sufrido lo suyo. El Aurora había intentado pasar el invierno en la isla de Ross, pero una tormenta de nieve soltó las amarras y 10 hombres se quedaron en el cabo Evans. Pasaron un invierno terrible, con los suministros mínimos. El Aurora permaneció varado durante 10 meses, hasta que, finalmente, el 14 de marzo de 1916 pudo moverse. Shackleton volvió a subir al barco en Nueva Zelanda y rescató a los hombres del cabo Evans el 10 de enero de 1917.
Shackleton organizó un último viaje a la Antártida, la Expedición del Quest. El 5 de enero de 1922, al llegar a Grytviken (Georgia del Sur), murió de un infarto a bordo del barco. Está enterrado en Grytviken.
El australiano George Hubert Wilkins (1888-1958), un veterano de dos expediciones antárticas, una de ellas la del Quest de Shackelton, organizó una bien financiada expedición en 1928 (incl. un lucrativo contrato de 25000 US$ por la exclusiva con el magnate de la prensa estadounidense William Randolph Hearst) y fue el primer hombre en realizar un vuelo a motor en la Antártida.
Wilkins regresó al continente helado el verano siguiente y realizó más vuelos y descubrimientos. En total, cartografió 200 000 km² de nuevos territorios. Más adelante apoyó los vuelos de Lincoln Ellsworth.
El aviador estadounidense Richard Evelyn Byrd (1888-1957), graduado en la Academia Naval de EE UU, afirmó en 1926 haber sido el primer hombre en sobrevolar el polo Norte (algo que ha sido cuestionado). En 1927 fue batido por poco por Charles Lindbergh en el mayor reto aéreo de su tiempo: un vuelo en solitario a través del Atlántico. Poco después convirtió en su objetivo ser el primero en sobrevolar el polo Sur.
La base de Byrd de la Expedición Antártica de EE UU, Little America, se estableció en la bahía de las Ballenas, en la barrera de hielo de Ross, en enero de 1929.
La expedición contaba con tres aviones: el Floyd Bennett, un enorme Ford trimotor de aluminio; el Stars and Stripes, un Fairchild monomotor, más pequeño; y otro monomotor, un Fokker Universal, The Virginian. Cerca de los montes Rockefeller (llamados así por uno de los patrocinadores de Byrd), The Virginian voló y cayó −sin tripulación− en medio de una tormenta de nieve. Cuando llegó el invierno, los otros dos aparatos aguardaron en refugios de nieve.
El 28 de noviembre, un grupo que trabajaba en los montes Reina Maud llamó por radio a Litte America para informar de que el cielo estaba despejado y el Floyd Bennett despegó. Durante las primeras horas del 29 de noviembre, Byrd y los tres pilotos que lo acompañaban sobrevolaron el polo Sur.
Byrd volvió a EE UU con honores de héroe nacional, ascendido a contraalmirante y condecorado con una medalla de oro. Posteriormente organizó otras cuatro expediciones antárticas, incluida la segunda Expedición Antártica de EE UU en 1933-1935 (durante la cual casi falleció por inhalar monóxido de carbono en una estación meteorológica) y la ambiciosa Operación Highjump.
El estadounidense Lincoln Ellsworth (1880-1951), descendiente de una rica familia de Pensilvania dedicada a las minas de carbón, empezó a sentir la llamada del polo Sur en 1925, cuando realizó el primer vuelo al polo Norte con Roald Amundsen. Esa misión fracasó, pero Ellsworth lo consiguió en 1926, tres días después del (discutido) vuelo de Byrd.
En 1931, Ellsworth inició una larga y fructífera colaboración con George Hubert Wilkins con el objetivo de cruzar la Antártida en avión. Ellsworth compró un monoplano al que llamó Polar Star, y como piloto de la Expedición Antártica de Ellsworth eligió a Bernt Balchen, que había sido jefe de pilotos en la expedición de Byrd. En su tercer intento, en noviembre de 1935, Ellsworth lo logró.
La II Guerra Mundial truncó los planes de muchos exploradores, aunque en 1938-1939, una expedición secreta de los nazis, al mando de Alfred Ritscher, fue enviada a la Antártida por el mariscal de campo Hermann Göring. Al mariscal le interesaba tanto reclamar territorio para su país como proteger la cada vez mayor flota ballenera alemana. La expedición utilizó hidroaviones para sobrevolar vastas extensiones de la capa de hielo, mientras dejaba caer dardos de 1,5 m con la esvástica para establecer su soberanía. Dichas reclamaciones nunca fueron reconocidas.
En 1946, EE UU lanzó la Operación Highjump, la expedición antártica más ambiciosa de la historia. Llamado oficialmente Proyecto de Desarrollo de la Antártida de la US Navy, Highjump envió 4700 hombres, 33 aviones, 13 barcos y 10 tractores Caterpillar al continente y, por primera vez, usó helicópteros y rompehielos en la Antártida. Se sacaron decenas de miles de fotografías aéreas de casi tres cuartas parte de la costa del continente, aunque su utilidad cartográfica fue limitada por la falta de estudios sobre el terreno. La expedición, más modesta, que se organizó al año siguiente (apodada Operación Molino de Viento por su profusa utilización de helicópteros) investigó los principales aspectos observados por la anterior.
En febrero de 1954, Phillip Law y la Australian National Antarctic Research Expeditions (ANARE) establecieron la base Mawson en la Antártida oriental. Llamada así en honor a Douglas Mawson, fue la primera base científica permanente del continente y la única fuera de la península. Aún es una de las tres bases continentales de Australia.
El AGI (1 julio 1957-31 dic 1958) se declaró para promover el interés global sobre la Tierra y las ciencias atmosféricas. Participaron 63 países, pero el AGI dejó su mayor legado en la Antártida. Doce países establecieron más de 40 bases en el continente helado y otras 20 en las islas subantárticas. Entre ellas estaba la base estadounidense del polo Sur, creada mediante una masiva descarga de 725 toneladas de material de construcción, lanzada en paracaídas desde 84 aviones; y la soviética Vostok, en el polo Sur magnético. La colaboración internacional promovida por el AGI llevó a la creación del Tratado Antártico.
Tras el AGI, científicos y diplomáticos codificaron el espíritu de cooperación internacional con el Tratado Antártico, un acuerdo sin precedentes. Firmado en 1959 por las 12 naciones activas en el Antártico durante el AGI, el tratado ha gobernado el continente desde 1961.
El Tratado Antártico (www.ats.aq) se aplica en la zona al sur de las coordenadas 60°S y garantiza que los países con actividad en la Antártida consulten sobre el uso del continente. Aunque es muy breve, resulta muy eficaz, y ha creado una reserva natural dedicada a la paz y la ciencia.
Las leyes posteriores han codificado aún más la protección medioambiental. Entre las principales está el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente (Protocolo de Madrid, 1991), que, con sus anexos, estableció los principios ambientales para la realización de toda actividad sobre el hielo, prohibió la minería y exige evaluaciones del impacto ambiental ante nuevas actividades.
A su vez, la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCAMLR; www.ccamlr.org) protege las especies que habitan el océano que rodea la Antártida y gestiona la pesca.
Los 53 miembros (en marzo del 2017) del Tratado Antártico representan aproximadamente el 80% de la población mundial. En su junta anual se discuten temas tan diversos como la cooperación científica, las medidas de protección ambiental, la gestión del turismo y la preservación de los sitios históricos, además de tomar decisiones consensuadas.
Siete países (Argentina, Chile, Reino Unido, Australia, Francia, Nueva Zelanda y Noruega) han hecho reclamaciones territoriales que no han sido reconocidas. Aunque el Tratado Antártico ‘congela’ estas reclamaciones, los países en cuestión han recurrido a varios métodos para reforzar su soberanía sobre vastas zonas de la Antártida, incluidos mástiles con banderas, placas y sellos; Argentina incluso mandó a mujeres embarazadas para que dieran a luz en el hielo. Más recientemente, entre los años 2007 y 2009, Gran Bretaña, Chile y Argentina solicitaron derechos sobre el fondo oceánico de las proximidades de los territorios que reclaman. No obstante, en el 2016 todos ellos acordaron establecer la mayor reserva marina del mundo en la zona del mar de Ross.
El Año Polar Internacional (API, 2007-1908, http://classic.ipy.org) fue, como el AGI, un programa internacional coordinado que se desarrolló entre marzo del 2007 y marzo del 2009 y puso en marcha muchos proyectos internacionales para el progreso de la ciencia polar y la cooperación; p. ej., el satélite Cryosat de la UE y los satélites GRACE de la NASA miden la masa y la gravedad de las capas de hielo.
En el 2011, un comité de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU propuso un sistema de observación internacional y multidisciplinar en la Antártida. El comité prevé mayor recopilación de datos y predicciones más precisas, necesarias a la luz de los rápidos cambios a los que se enfrenta el continente (y todo el planeta).
Conforme el turismo antártico aumenta, también lo hacen los accidentes de cruceros. En febrero del 2007, el Nordkapp encalló en los “Fuelles de Neptuno” de la isla Decepción, y se abrió una brecha de 25 m en su casco; el Nordnorge, un barco gemelo que estaba cerca, cargó con sus 289 pasajeros. Ese mismo año, en noviembre, el Explorer chocó contra un iceberg y se hundió; más de 150 personas tuvieron que ser rescatadas. El hundimiento del Explorer evidenció los riesgos ambientales en la Antártida y contribuyó a conseguir el apoyo necesario para prohibir el uso y transporte de combustible pesado en aguas antárticas (medida que entró en vigor en el 2011). Pero hubo más accidentes: en el 2009, el Clelia II encalló, y luego, en el 2010, perdió la mayor parte de su combustible tras ser golpeado por una enorme ola. En el 2012, el Plancius tuvo problemas con sus motores y sus ocupantes quedaron varados cerca de Georgia del Sur.
En el 2011-2012 se celebraron los centenarios de las hazañas de Amundsen y Scott en el polo Sur, cuando los medios de comunicación cubrieron un montón de exposiciones internacionales y expediciones privadas al polo Sur.
Entre el cambio climático, el turismo y la ciencia (bien divulgada a través de internet), la Antártida y sus misterios resultan hoy más apasionantes y accesibles que nunca para la mayoría de la gente. La protección medioambiental, junto al desarrollo de nuevas tecnologías y la observación y la predicción de los efectos del cambio climático, además de la promoción de iniciativas internacionales, muchos datos obtenidos podrían ser de enorme utilidad para la humanidad en el futuro.