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Surcado antaño por piratas y buscadores de oro, quienes hoy ensalzan el río San Juan son los amantes de la naturaleza. A lo largo de su curso, infinidad de aves anidan en las ramas que penden sobre sus lentas aguas, mientras que sus tramos finales están dominados por la Reserva Biológica Indio-Maíz, una jungla casi impenetrable que cobija jaguares y hordas de monos aulladores. Lo único artificial es la imponente fortaleza española que preside los rápidos, conocida como El Castillo.