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  Con un dosel de bosque pluvial y serpenteando cuesta arriba en una sucesión de curvas cerradas, la carretera de Grand Etang es la antítesis de la arena y el oleaje de la costa. El montañoso centro de la isla suele cubrirse de neblina y parece un primigenio mundo perdido, con su maraña de bosque pluvial bullente de vida, incluidos unos monos que a menudo se pasan de amistosos. Una serie de senderos que atraviesan el parque dan acceso al bosque.
 
       
     
			 
			