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El símbolo más espectacular de la ciudad se eleva 80 pisos sobre las agitadas aguas de Golden Gate, la estrecha entrada a la bahía de San Francisco.
Cuando desciende la niebla al atardecer, el puente se desvanece. Reaparece casi todas las mañanas, siempre anaranjado contra el cielo azul. Unos atrevidos operarios aplican 3700 l de pintura “naranja internacional” cada semana.