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Si el viajero se imagina toda la pompa y esplendor que podría conseguir teniendo a su disposición los mejores artesanos de Marruecos, el resultado quizá sea algo parecido a esto. El palacio de la Bahía (“la bella”) está lleno de intricada marquetería y techos zouak (madera pintada). El edificio lo empezó a construir el gran visir Si Moussa en la década de 1860, pero fue embellecido entre 1894 y 1900 por un esclavo convertido en visir, Abu ‘Bou’ Ahmed.