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Navegar por el Tsiribihina significa desconectar por completo: dos días y medio sin coches, carreteras ni cobertura para el móvil. Es una experiencia de relajamiento total, con poco que hacer salvo admirar el paisaje, conocer cómo se vive en la zona, charlar con el guía, cantar junto al fuego y maravillarse del cielo de la noche. Lo más económico es una piragua de madera; lo más cómodo, una chaland (barcaza motorizada).