Encantadora y relajada ciudad que debe su fama al ganador del Premio Nobel, Albert Schweitzer; y con sus lagos brillantes, sus ríos rápidos, su espesa vegetación y su dulzura profunda, resulta amable, como si los esfuerzos humanitarios de aquel hubieran cambiado el carácter del país. Y lo cierto es que su legado se percibe en todas partes, desde el estupendo hospital aún operativo (fundado por Schweitzer en 1924 para tratar a leprosos) hasta el laboratorio en el que voluntarios investigan sobre la malaria y otras enfermedades tropicales. La ciudad se divide en tres zonas, a uno y otro lado del río, próximas entre sí. En la ribera más cercana está el agradecido Museo del Hospital Schweitzer; al otro lado del puente se hallan la isla con los mercados principales, el puerto fluvial y Le Tribune, de donde salen los taxis; cruzando otro puente se llega al animado Quartier Isaac.