Hay que detenerse un día en Artà, coronada por una fortaleza, y recorrer el solitario litoral esculpido por el viento del Parc Natural de la Península de Llevant, una joya de prístinas calas y tranquilos senderos. De vuelta a Artà, se visita Capdepera, un pueblo dominado por su castillo. Luego se puede pasar un par de noches en las cercanías de Cala Ratjada, recorriendo la costa oriental y sus encantadoras bahías semicirculares, como Cala Mesquida, Cala Agulla y Cala Matzoc. Al sur de Cala Ratjada, hay que dedicar tiempo a las cuevas de Artà y a la torre medieval de Canyamel, en los alrededores de la playa de Canyamel. Más al sur, interesa explorar las profundidades de las cuevas del Drac en Porto Cristo e ir hacia el interior hasta Petra y Sineu, salpicadas de viñedos, parando por el camino en bodegas. De vuelta hacia la costa, visitar la atractiva finca mallorquina Els Calderers, subir al Santuari de Sant Salvador, en lo alto de una colina, para disfrutar de vistas celestiales, y dirigirse a la artística Ses Salines, desviándose hacia bonitas playas para darse un chapuzón. El viaje termina en la Colònia de Sant Jordi, desde donde se puede tomar un barco hasta el Parc Nacional Marítim-Terrestre de l’Arxipèlag de Cabrera.
El este y el sur
