Si hubiera que elegir una zona que sintetice la esencia andaluza, esta, quizá, sería el triángulo formado por Sevilla, Cádiz y Jerez de la Frontera. Con magníficas conexiones por avión, tren y autobús, Sevilla constituye el mejor punto de partida. Durante un par de días, el viajero podrá deleitarse con su arquitectura gótico-mudéjar e ilimitada oferta festiva. El tren llega al sur hasta Jerez de la Frontera, primera escala del “triángulo del fino”, donde en dos días pueden alternarse circuitos de bodegas, espectáculos ecuestres, flamenco auténtico y un baño en un hammam. Si sigue en autobús hasta Sanlúcar de Barrameda, al este, se podrá comparar el vino fino con la manzanilla y probar algunas de los mejores pescados y mariscos del país, además de ser una buena base para internarse en el Parque Nacional de Doñana, ejemplo de biodiversidad. Se puede pernoctar en El Puerto de Santa María, con más bodegas, fiestas y buen pescado. Rodeada de mar, Cádiz parece el confín de Europa y la sede de algo místico y ancestral. Pero sus amplias playas continúan aún más hacia el sur por la Costa de la Luz; es buena idea explorarlas desde Vejer de la Frontera, elevado pueblo blanco, espectacular y de aire refinado.
El triángulo cultural
